LA VÍSPERA DE SAN MARCOS
Cayó en un día de sábado;
Doblemente sagrado el toque de
sábado,
Que llamó al pueblo para la
oración de la tarde,
Las calles de la ciudad estaban
limpias y hermosas,
Por todos los chaparrones de las
lluvias de abril,
Y, en los cristales de las
ventanas del Oeste,
La fresca puesta de sol desmayadamente
hablaba
De los inmaduros y fríos valles
verdes,
De los setos de verdes espinos
sin florecer,
De nuevos ríos con brotes
primaverales de juncias,
De primaveras junto arroyos
ocultos
Y margaritas sobre escalofriadas
colinas.
Doblemente sagrado fue el toque
del sábado:
Las silenciosas calles estaban
repletas
De graves y piadosas compañías,
Calientes por los fuegos de sus
oratorios,
Y, avanzando con aire de recato
Al canto comunitario y la oración
vespertina,
Todos los pórticos y los bajos
Estaban llenos de pacientes
gentes, lentas,
Con calladas oraciones y los pies
arrastrando
Mientras alto y hermoso tocaba el
órgano.
Las campanas habían callado, las
oraciones comenzado
Y Berta todavía no había
advertido
Un curioso cuerpo, remendado y
rasgado,
Que durante todo el día, desde el
amanecer,
Había tomado cautivos sus ojos
Entre sus brocados de oro;
Perpleja se hallaba por mil
cosas,
---las estrellas del cielo, las
alas de los ángeles,
Mártires con ardiente resplandor,
Santos azules en rayos de plata,
La coraza de Moisés y las siete
Palmatorias que Juan vio en el
cielo,
El león alado de San Marcos
Y el arca de la Alianza
Con sus numerosos misterios
Querubines y ratones dorados.
Berta era una bella doncella
Que vivía en la vieja plaza de
Minster;
Desde su hogar podía ver,
Lateralmente en su rica
antigüedad,
Hasta la tapia del jardín del
Obispo,
Donde los sicomoros y los altos
olmos,
Llenos de hojas, el bosque había
abandonado,
Que el frío viento del norte
nunca marchitó,
Tan refugiados por el poderoso edificio.
Berta se levantó y leyó un
instante
Con la frente apoyada en el
cristal de la ventana.
De nuevo lo intentó y lo intentó
otra vez,
Hasta que la sombría tarde
extendió la oscuridad
Sobre la leyenda de San Marcos.
Del campo de rizado césped, fino
y delgado,
Levantó su cálida y suave
barbilla,
Con el cuello dolorido y ojos
errantes,
Deslumbrada con santas imágenes.
Oscuro estaba todo, y todo
silencioso,
Salvo de vez en cuando la callada
pisada,
De alguien retornando tarde a
casa,
Haciendo eco en la verja del
Monasterio.
Las Clamorosas cornejas, que todo
el día
Sobre las cimas de los árboles y
torres juegan,
Pareja por pareja habían ido a
descansar,
Cada una en su antiguo nido del
campanario,
Donde caen pronto dormidas
A la música de soñolientas campanadas.
Silencioso estaba todo, y todo
oscuro,
Fuera y en la habitación del
hogar:
¡se sentó pobre alma engañada!
Y encendió una luz con carbón
oscuro
Inclinada hacia adelante, con el
brillante pelo caído
Y el libro terciado, en contraste
con el resplandor.
Su sombra, en difícil postura,
Se reflejaba en tamaño gigantesco
En la viga del techo, como la
silla de roble,
La jaula del loro y el panel
cuadrado,
Y la angulosa y cálida cortina
invernal
En la que se veían muchos
monstruos
Llamados palomas de Siam, ratones
de Lima,
Aves del paraíso sin patas,
Guacamayos, tiernos Avadavat,
(“aves cantoras de India”)
Y gatos de Angora de piel de
seda.
Leía sin cansancio, su sombra
todavía se reflejaba,
Como si quisiera llenar la
habitación
Con extrañas sombras y formas.
Como si una fantasmal reina de
espadas
Hubiera venido a hacer burla a su
espalda,
A danzar y frotar sus negras
vestiduras.
Sin cansancio leía la página de
la leyenda
De san Marcos, desde la juventud
a la vejez,
En la tierra, en el mar, en las
prisiones paganas
Alegrándose por sus muchos dolores.
A veces el sabio eremita,
Con dorada estrella o brillante
daga,
Se refería a piadosas poesías
Escritas con pequeñísima pluma de
corneja
Debajo del texto, y así la rima
Quedaba dividida de vez en
cuando:
----“Como escrbido sine desvío
Han los homes antes que
bendecidos despierten
Cuando que sus amicos los piensen
undidos
En critas mu metidas bago terra;
Y como uno pequeño ninio deue ser
Uno santo ante sus nascimiento,
Faced que la madre (¡Dios la
benediga!)
Quede en solitariedad
Y bese devuota la santa cruce.
Del amor Diuino y la forza de
Satán
Él escribió y mucha cosa ma:
De mucho cosa que no uere.
Pero tengoa decir veritas
De la Santa Cecilia
E principalmente que autorizado
De santo Marcos vida y muerte”:
Por fin sus constantes párpados
Cayeron sobre el ferviente
martirio,
Finalmente a su santa gloria,
Exaltada entre el brillo de los
cirios
En Venecia…
(Inacabado)
1819
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