PRESENTACIÓN
Cada
lector de libros de poesía tiene, en general, su actitud específica de ubicarse
frente a determinada suma de textos organizados en un conjunto donde, al menos,
una cierta tonalidad temática o formal ayude a una lectura unitaria y estos
Infinitos Dispersos, de Marcos García Caballero, exigen sin violencia una
ubicación precisa y, al mismo tiempo, plena de variaciones (así se titula una
de las partes del poemario). Hay, pues, una tensión entre contención y
expansión, que el autor aspira a resolver -y el lector quizá junto con él- por
medio de un derrame verbal y multitemático que impresiona por su ancha
profundidad.
No se trata, sin embargo, de una mera
demostración del poder de una escritura emparentada con el barroco (en el
sentido de no aceptar huecos ni vacíos verbales o conceptuales), que se muestra
ante los demás y frente así misma con una certeza, una convicción y una
seguridad que no dejan de sorprender (y de alegrar) a quien esto escribe. Se
trata de una opción formal desde el interior de una necesidad de expresión que
no pudo darse de otra manera.
Es decir, el autor se ha respetado
en cuanto a seguir, más que el proceso de una escritura estetizante, el impulso
de comunicar y comunicarse tanto el desmadrado acontecer urbano como los
temblores de erotismo, tanto una constante reflexión sobre la poesía y el poema
y la palabra como la formulación de un macrocosmos donde voces de muchas épocas
se entretejen con la suya.
Los recursos y modos son diversos en
este libro, desde reflejos del imaginario surrealista hasta los embonamientos
discursivos; desde la reiteración y el paralelismo hasta un lirismo seco y una
subjetividad que a veces duda entre la idea y el canto; desde la afirmación de
la poesía como sostén del ser y el estar hasta un dramatismo lúcido y dolido.
En fin, este primer libro de Marcos
García Caballero apunta, desde ya, a nuevas y más altas realizaciones, que
seguro habrán de producirse.
Saúl
Ibargoyen
Ciudad
de México, abril / 2000
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