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miércoles, 20 de septiembre de 2023

CUENTO SIETE DEL ROSETÓN DE PLATA POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

SIETE

El Puesto de Tacos de la Delegación Tlalpan.

 

Después de la presentación del libro del francés Yvon Le Bot, El sueño zapatista, la banda cercana se fue a festejar los últimos tragos a la casa del sociólogo discípulo de Alain Touraine, el Doctor Sergio Zermeño en su fabuloso estudio en Coyoacán, muy cerca de la cantina La Guadalupana. No era yo el único chamaco que se las daba de escritor entre esa nutrida reunión de intelectuales. Pero además de gozar con la concurrencia y las francesas que andaban por ahí, se me hizo fácil pedirle trabajo a Zermeño en la coordinación de asesores de la delegación Tlalpan, donde él trabajaba para el Delegado Salvador Martínez de la Roca, conocido en toda la ciudad como “el pino”. Mi padre lo tomó en serio y unas semanas después fuimos a verlo a Tlalpan. Ellos eran amigos y parecía ser que La Escuela de Escritores de la SOGEM me estaba sirviendo. Sergio lo pensó y me pidió el currículum que traía conmigo. “¿Conque eres cuentista y poeta, barman y le sabes a la chamba del INEGI eh?” Dijo mientras lo revisaba en tono amistoso. “Deja ver qué te contesto en dos semanas ¿vale? Date una vuelta del próximo lunes al siguiente”. Me pareció lo justo, después de todo, ¿Qué chingados sabía yo de Alain Touraine o la política del PRD en una de las ciudades más grandes del mundo como La Capirucha? Había que esperar  y, de mientras, El Financiero y el equipo del escritor Eusebio Ruvalcaba me habían dado una página entera en la sección de cultura sobre mi poesía, cosa que le presumí inmediatamente a Yesica, mi novia. Recuerdo que se lo avisé y se fue corriendo al Sanborns más cercano a las diez y media de la noche y por teléfono me comentó que ya lo había leído. Los poemas estaban dedicados a ella. Qué chingón es tener una novia y hacer poemas mientras acabas la guerra de los veintes a fines del siglo XX, de sólo recordarlo  quiero que la rendija de la pared me conduzca de nuevo a esos días difíciles.

            ¿Qué pinche ruido  zumba ahora por mi cráneo? Slumdog millionaire, creo que se trata del soundtrack.

            Volví al despacho de Zermeño hasta Tlalpan  y me dijo: “lo que hay es grilla de jóvenes por Tlalpan, si te late ahí sí hay Francia, búscame cuando quieras, pero la chamba es con ellos.” “O.k., hecho Zermeño, gracias, ya estoy yendo con ellos.”

            Jóvenes por Tlalpan era un hervidero de conciencias y desolladero de talentos como suplemento cultural comandado por chavos. Parecía un taller grillero-literario con la furia para conquistar no sólo Tlalpan sino La Capirucha entera. Dime si no, hasta uno de los de ahí se llamaba Stalin y de lo que se trataba era de formar proyectos de amplio radio de acción  y convocatoria para los vecinos de Tlalpan. Como Cuauhtémoc Cárdenas era el jefe de gobierno y como ya había quedado claro después de interminables discusiones sociológicas al interior de la delegación, se tenía que levantar el proyecto de “Los Comités Vecinales”, que sería la instancia mediante la cual los vecinos tendrían de intermediación  para sus peticiones ante la delegación, desde pedir que se quitara el escombro que había sobrado de una construcción de las calles hasta solicitar permiso para cerrar una calle con motivo de una fiesta tipo quince años con luz y sonido. Por sí sola la delegación Tlalpan es enorme, ¿Cuántos millones de personas vivirán ahí? También conformamos el concurso de fotografía de 4 o 5 delegaciones de la zona sur de la Capirucha llamado: “El Perseguidor de Imágenes” cuyo jurado estuvo encabezado por Pedro Valtierra, uno de los mejores fotógrafos de La Jornada. En honor a ese recuerdo y por supuesto  también al espectro siempre presente del enorme Cronopio, así titulé un librito de ensayos literarios y filosóficos de 180 cuartillas que acabo de terminar por éstas fechas en que garabateo éstas líneas. Y los fines de semana, ya fuera de las obligaciones de La SOGEM, Yesica y yo nos íbamos de fiesta y, curiosamente, nos encontrábamos fauna urbana de tintes misteriosos  y pintorescos como el mismísimo Gabriel Retes el cineasta: él quería que hiciéramos una orgía esa misma noche que le pedimos que se sentara en nuestra mesa del bar y venía acompañado con una rubia exuberante que por poco y me enseña las tetas en el bar, pero Yesica se sintió apenada a la mera hora y  nos fuimos a follar a su casa y nos dormimos para que a la mañana siguiente nos despertara su hermana con su Depeche Mode a todo volumen. La hermana de Yesica estudiaba actuación y lo peor de todo fue el día de los niños pobres. Maldita pobreza, carajo: veníamos todos en el coche del novio de la hermana, sobre Baja California una noche de sábado que ellas no quisieron quedarse en el “Ruta 61”, un buen bar de blues y jazz y con la euforia casi no le decimos “¡párate wey!” cuando tocó el alto a un auto adelante. Rápidamente los niños pobres se pusieron a dar maromas en el aire y jugar acrobacias y fue cuando el desgraciado del coche de adelante les grita horrible. Los niños se caen de una encima de otro, la niña se golpea fuertemente la cabeza y se prende el siga, todos se van, nadie ayuda a los niños pobres, quiero bajarme a ayudarlos y Yesica me grita: “¡Piensa lo que haces Mateo!” “puta madre, hueles a mujer, ¡con quién estuviste antes de vernos!” No sé si reír o llorar o pedir que me saquen de la película, pero ya vamos lejos, rumbo a La Condesa.

Al día siguiente en la mañana, salgo crudo a pasear a la perra pastor alemán de Yesica y veo unos adultos pobres colocando una cruz, ahí, una simbólica cruz sobre Baja California en un pedazo de tierra… qué horror, qué putazo, pobre niña muerta…

Pero también era divertido volver los lunes después de cruzar media ciudad hasta Tlalpan viniendo de San Cosme, llegar a la delegación y encontrar a los jóvenes por Tlalpan peleándose por cualquier cosa y con los recuerdos de Hot Waters emergiendo de la cabeza siempre con una nostalgia inexplicablemente tortuosa, mientras pensaba en mis novelas como El Jardín del Pulpo y además Edad en el alba porque en las dos estaba trabajando he ir por el puesto de tacos para ir a montarlo en algún lugar perdido entre los cerros y los barrios bajos  y pintarrajeados de graffity de Tlalpan para enterar a la gente y para invitarlos a formar su comité vecinal: por supuesto que no era un puesto de tacos ni vendíamos nada, era un módulo de información para Los Comités Vecinales pero idéntico he igualito a un puesto de tacos y la camioneta me llevaba hasta el culo de La Capirucha y yo me metía hasta los peseros como un tipo con una guitarra que quiere a cambio unas monedas,  repartía cientos de volantes y el colmo era que la gente veía el modulo y no entendían nada y llegaban con una cara de idiotas y me preguntaban por el Metro Insurgentes: “Joven ¿Cómo llego al metro insurgentes?” “¿Cómo llego a avenida universidad?” “Es que como aquí dice información por eso le pregunto.” Y yo: “Este… mire señora se va por aquí derecho y luego...” Y resulta que hasta se enojaban porque desde donde yo estaba ubicado no podía orientarlos al Centro Histórico o a digamos tan siquiera la zona de hospitales de Médica Sur. Y la gente se emputaba. Y nadie quería formar un comité vecinal. Y la gente se quejaba de que los políticos no servían de nada. Y estamos en el 2012 y van a ser las elecciones y todo mundo quiere votar por un cambio pero todos sabemos que va a ganar alguien que no distingue quién es Carlos Fuentes o quién es Enrique Krauze... Y todos seguimos pensando lo mismo y no hacemos nada o a ver qué hacen los yo soy 132, nuestra pequeña luz en medio de la masacre calderónica. “¡Viva Mateo, te volvieron a publicar!” decía la hermana de Yesica cuando yo llegaba a dormir a su casa. Me habían publicado en Aguascalientes en la revista Talleres un ensayo sobre las vanguardias artísticas del siglo XX, luego unos poetas malditos me invitaron a colaborar en su revista. La vida lucía bien. Hasta que Yesica enloqueció, yo creía que seguía traumada por lo de la niña pobre pero quién sabe... creo que todos estábamos un poco locos y la SOGEM siempre apestaba a mariguana dos horas después de clase, ya entrada la noche. Pero yo me iba al puesto de tacos en las mañanas a fomentar Los Comités Vecinales y por fin llegó el día: Una persona preguntó que de qué servía eso. Le di toda una conferencia magistral al respecto en plena calle, y esa mujer me prometió que por su propio bien y el de su familia formaría un comité vecinal.

Ver para creer…

Yesica no enloqueció de golpe. Poco a poco se fue deschavetando, le fue dando tristeza, demasiados problemas familiares, celos, más a parte yo era tremendo con ella. Como dicen las mujeres: “Yo era muy intenso”. Y todo mundo se daba cuenta de eso, menos mi querida Yesica. Bebíamos como cosacos, nos acostábamos en su casa, en mi casa, en los hoteles, en los cines me mamaba el pene. Y todo el sueldo de Jóvenes por Tlalpan se iba en las cantinas, en discos y en libros y Zermeño iba y venía de París y yo soñaba que algún día nos pareceríamos él y yo…

Y en la SOGEM se enteraron que me gané un  premio-torneo al mejor poema sobre la ciudad y ya les andaba: ya querían ser publicados y nomás a nadie publicaban, ya no había espacios en las revistas como para cobrar por un texto, ya no había tiempo  para nada ni para El Jardín del Pulpo y luego en el cine te impresionabas, salías enfermo de ver cadáveres a lo pendejo y la besabas, y le metías la mano debajo del vestido y nadie decía nada en ningún sitio que pareciera ser verbo verdadero, siempre al pie de la muerte y las risas de burla en el fondo de tu vida. Hasta la esposa de tu padre se burlaba de ti. Pero como digo, qué año, qué año tan maravilloso y tan lleno de magia el querido 1999. Y Stalin y yo nos peleábamos para redactar los oficios de jóvenes por Tlalpan y entonces… llegaron las fiestas patrias. Eso significaba una mega organización para la gente y entonces colgamos un letrero enorme afuera de la Delegación para que los vecinos quisieran venir a celebrar la Independencia y comer fritangas en el principal jardín delegacional y que hubiera  baile y adentro de todo el edificio también había  gran fiesta como  en los parques y Yesica y yo entramos esa noche del día quince al edificio porque le quise presumir mi lugar de trabajo y ¡chispas! Ahí mero nos encontramos de nuevo a Gabriel Retes y nos dijo: “No, ustedes no vienen a la fiesta”. Yesica le mienta su madre y yo le respondo sin que me importara su pinche fiesta: “¿Dónde está Zermeño?” Y que ¿quién era Zermeño...? Y su musa de Gabriel Retes enseñándome lujuriosamente la lengua sin que él se diera cuenta y Yesica se pone a llorar. Entonces, le digo que enfrentemos la realidad, que hay cosas feas, etcétera, pero que uno siempre tiene qué ver el lado bueno y le regalo una rebanada de pastel y le digo ánimo Yesica ¡Festejemos México! Y salimos y bailamos por los parques, jugamos billar y todo el mundo nos odia pero la amo, aunque esté medio loca, y nos embriagamos como diablos y por fin a las cuatro de la mañana llegamos a su casa. ¡No están sus papás ni su hermana! Sólo suena la voz de Rulo y Olallo Rubio en Radioactivo anunciando el espectáculo de La Fura del Baus y le digo a Yesica que tenemos que ir a verlos y que no nos podemos perder ese magnífico espectáculo, se anima y me dice murmurándome: “hazme el amor… poeta maldito y hermoso”. Y cuando suena el despertador a la mañana siguiente, le escribo un poema de tres cuartillas y me voy a Tlalpan a recoger el tiradero de la Delegación y de tarea escribo una crónica del día de la Independencia para una clase de la SOGEM y el maestro dice con voz no muy convencida: “Interesante, bien lograda, sólo te hace falta manejar los guiones de los parlamentos de los que hablan en tu historia.” Y me aplauden. Y los Comités Vecinales se los lleva la chingada, y Zermeño se regresa a París y vuelve otra vez. Yesica va con el Psiquiatra y en mi cumpleaños le escribo un poema a una chava muy sexy de la SOGEM y si todo sale bien, me renovarán el contrato, o quizás seré aviador, como lo son la mayoría de los que pasan a cobrar bajo  la oficina del delegado…

 

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