SIETE
El Puesto de Tacos de la Delegación
Tlalpan.
Después de la presentación del libro
del francés Yvon Le Bot, El sueño
zapatista, la banda cercana se fue a festejar los últimos tragos a la casa
del sociólogo discípulo de Alain Touraine, el Doctor Sergio Zermeño en su
fabuloso estudio en Coyoacán, muy cerca de la cantina La Guadalupana. No era yo
el único chamaco que se las daba de escritor entre esa nutrida reunión de
intelectuales. Pero además de gozar con la concurrencia y las francesas que
andaban por ahí, se me hizo fácil pedirle trabajo a Zermeño en la coordinación
de asesores de la delegación Tlalpan, donde él trabajaba para el Delegado
Salvador Martínez de la Roca, conocido en toda la ciudad como “el pino”. Mi
padre lo tomó en serio y unas semanas después fuimos a verlo a Tlalpan. Ellos
eran amigos y parecía ser que La Escuela de Escritores de la SOGEM me estaba
sirviendo. Sergio lo pensó y me pidió el currículum que traía conmigo. “¿Conque
eres cuentista y poeta, barman y le sabes a la chamba del INEGI eh?” Dijo
mientras lo revisaba en tono amistoso. “Deja ver qué te contesto en dos semanas
¿vale? Date una vuelta del próximo lunes al siguiente”. Me pareció lo justo,
después de todo, ¿Qué chingados sabía yo de Alain Touraine o la política del
PRD en una de las ciudades más grandes del mundo como La Capirucha? Había que
esperar y, de mientras, El Financiero y el equipo del escritor
Eusebio Ruvalcaba me habían dado una página entera en la sección de cultura
sobre mi poesía, cosa que le presumí inmediatamente a Yesica, mi novia.
Recuerdo que se lo avisé y se fue corriendo al Sanborns más cercano a las diez
y media de la noche y por teléfono me comentó que ya lo había leído. Los poemas
estaban dedicados a ella. Qué chingón es tener una novia y hacer poemas
mientras acabas la guerra de los veintes a fines del siglo XX, de sólo
recordarlo quiero que la rendija de la
pared me conduzca de nuevo a esos días difíciles.
¿Qué
pinche ruido zumba ahora por mi cráneo? Slumdog millionaire, creo que se trata
del soundtrack.
Volví
al despacho de Zermeño hasta Tlalpan y
me dijo: “lo que hay es grilla de jóvenes por Tlalpan, si te late ahí sí hay
Francia, búscame cuando quieras, pero la chamba es con ellos.” “O.k., hecho
Zermeño, gracias, ya estoy yendo con ellos.”
Jóvenes
por Tlalpan era un hervidero de conciencias y desolladero de talentos como
suplemento cultural comandado por chavos. Parecía un taller grillero-literario
con la furia para conquistar no sólo Tlalpan sino La Capirucha entera. Dime si
no, hasta uno de los de ahí se llamaba Stalin y de lo que se trataba era de
formar proyectos de amplio radio de acción
y convocatoria para los vecinos de Tlalpan. Como Cuauhtémoc Cárdenas era
el jefe de gobierno y como ya había quedado claro después de interminables
discusiones sociológicas al interior de la delegación, se tenía que levantar el
proyecto de “Los Comités Vecinales”, que sería la instancia mediante la cual
los vecinos tendrían de intermediación
para sus peticiones ante la delegación, desde pedir que se quitara el
escombro que había sobrado de una construcción de las calles hasta solicitar permiso
para cerrar una calle con motivo de una fiesta tipo quince años con luz y
sonido. Por sí sola la delegación Tlalpan es enorme, ¿Cuántos millones de
personas vivirán ahí? También conformamos el concurso de fotografía de 4 o 5
delegaciones de la zona sur de la Capirucha llamado: “El Perseguidor de
Imágenes” cuyo jurado estuvo encabezado por Pedro Valtierra, uno de los mejores
fotógrafos de La Jornada. En honor a
ese recuerdo y por supuesto también al
espectro siempre presente del enorme Cronopio, así titulé un librito de ensayos
literarios y filosóficos de 180 cuartillas que acabo de terminar por éstas
fechas en que garabateo éstas líneas. Y los fines de semana, ya fuera de las
obligaciones de La SOGEM, Yesica y yo nos íbamos de fiesta y, curiosamente, nos
encontrábamos fauna urbana de tintes misteriosos y pintorescos como el mismísimo Gabriel Retes
el cineasta: él quería que hiciéramos una orgía esa misma noche que le pedimos
que se sentara en nuestra mesa del bar y venía acompañado con una rubia exuberante
que por poco y me enseña las tetas en el bar, pero Yesica se sintió apenada a
la mera hora y nos fuimos a follar a su
casa y nos dormimos para que a la mañana siguiente nos despertara su hermana
con su Depeche Mode a todo volumen. La hermana de Yesica estudiaba actuación y
lo peor de todo fue el día de los niños pobres. Maldita pobreza, carajo:
veníamos todos en el coche del novio de la hermana, sobre Baja California una
noche de sábado que ellas no quisieron quedarse en el “Ruta 61”, un buen bar de
blues y jazz y con la euforia casi no le decimos “¡párate wey!” cuando tocó el
alto a un auto adelante. Rápidamente los niños pobres se pusieron a dar maromas
en el aire y jugar acrobacias y fue cuando el desgraciado del coche de adelante
les grita horrible. Los niños se caen de una encima de otro, la niña se golpea
fuertemente la cabeza y se prende el siga, todos se van, nadie ayuda a los
niños pobres, quiero bajarme a ayudarlos y Yesica me grita: “¡Piensa lo que
haces Mateo!” “puta madre, hueles a mujer, ¡con quién estuviste antes de
vernos!” No sé si reír o llorar o pedir que me saquen de la película, pero ya
vamos lejos, rumbo a La Condesa.
Al día siguiente en la mañana, salgo
crudo a pasear a la perra pastor alemán de Yesica y veo unos adultos pobres
colocando una cruz, ahí, una simbólica cruz sobre Baja California en un pedazo
de tierra… qué horror, qué putazo, pobre niña muerta…
Pero también era divertido volver los
lunes después de cruzar media ciudad hasta Tlalpan viniendo de San Cosme,
llegar a la delegación y encontrar a los jóvenes por Tlalpan peleándose por
cualquier cosa y con los recuerdos de Hot Waters emergiendo de la cabeza
siempre con una nostalgia inexplicablemente tortuosa, mientras pensaba en mis
novelas como El Jardín del Pulpo y
además Edad en el alba porque en las
dos estaba trabajando he ir por el puesto de tacos para ir a montarlo en algún
lugar perdido entre los cerros y los barrios bajos y pintarrajeados de graffity de Tlalpan para
enterar a la gente y para invitarlos a formar su comité vecinal: por supuesto
que no era un puesto de tacos ni vendíamos nada, era un módulo de información
para Los Comités Vecinales pero idéntico he igualito a un puesto de tacos y la
camioneta me llevaba hasta el culo de La Capirucha y yo me metía hasta los
peseros como un tipo con una guitarra que quiere a cambio unas monedas, repartía cientos de volantes y el colmo era
que la gente veía el modulo y no entendían nada y llegaban con una cara de
idiotas y me preguntaban por el Metro Insurgentes: “Joven ¿Cómo llego al metro
insurgentes?” “¿Cómo llego a avenida universidad?” “Es que como aquí dice
información por eso le pregunto.” Y yo: “Este… mire señora se va por aquí
derecho y luego...” Y resulta que hasta se enojaban porque desde donde yo
estaba ubicado no podía orientarlos al Centro Histórico o a digamos tan
siquiera la zona de hospitales de Médica Sur. Y la gente se emputaba. Y nadie
quería formar un comité vecinal. Y la gente se quejaba de que los políticos no
servían de nada. Y estamos en el 2012 y van a ser las elecciones y todo mundo quiere
votar por un cambio pero todos sabemos que va a ganar alguien que no distingue
quién es Carlos Fuentes o quién es Enrique Krauze... Y todos seguimos pensando
lo mismo y no hacemos nada o a ver qué hacen los yo soy 132, nuestra pequeña
luz en medio de la masacre calderónica. “¡Viva Mateo, te volvieron a publicar!”
decía la hermana de Yesica cuando yo llegaba a dormir a su casa. Me habían
publicado en Aguascalientes en la revista Talleres
un ensayo sobre las vanguardias artísticas del siglo XX, luego unos poetas
malditos me invitaron a colaborar en su revista. La vida lucía bien. Hasta que
Yesica enloqueció, yo creía que seguía traumada por lo de la niña pobre pero
quién sabe... creo que todos estábamos un poco locos y la SOGEM siempre
apestaba a mariguana dos horas después de clase, ya entrada la noche. Pero yo
me iba al puesto de tacos en las mañanas a fomentar Los Comités Vecinales y por
fin llegó el día: Una persona preguntó que de qué servía eso. Le di toda una
conferencia magistral al respecto en plena calle, y esa mujer me prometió que
por su propio bien y el de su familia formaría un comité vecinal.
Ver para creer…
Yesica no enloqueció de golpe. Poco a
poco se fue deschavetando, le fue dando tristeza, demasiados problemas
familiares, celos, más a parte yo era tremendo con ella. Como dicen las
mujeres: “Yo era muy intenso”. Y todo mundo se daba cuenta de eso, menos mi
querida Yesica. Bebíamos como cosacos, nos acostábamos en su casa, en mi casa,
en los hoteles, en los cines me mamaba el pene. Y todo el sueldo de Jóvenes por
Tlalpan se iba en las cantinas, en discos y en libros y Zermeño iba y venía de
París y yo soñaba que algún día nos pareceríamos él y yo…
Y en la SOGEM se enteraron que me gané
un premio-torneo al mejor poema sobre la
ciudad y ya les andaba: ya querían ser publicados y nomás a nadie publicaban,
ya no había espacios en las revistas como para cobrar por un texto, ya no había
tiempo para nada ni para El Jardín
del Pulpo y luego en el cine te impresionabas, salías enfermo de ver
cadáveres a lo pendejo y la besabas, y le metías la mano debajo del vestido y
nadie decía nada en ningún sitio que pareciera ser verbo verdadero, siempre al
pie de la muerte y las risas de burla en el fondo de tu vida. Hasta la esposa
de tu padre se burlaba de ti. Pero como digo, qué año, qué año tan maravilloso
y tan lleno de magia el querido 1999. Y Stalin y yo nos peleábamos para
redactar los oficios de jóvenes por Tlalpan y entonces… llegaron las fiestas
patrias. Eso significaba una mega organización para la gente y entonces
colgamos un letrero enorme afuera de la Delegación para que los vecinos
quisieran venir a celebrar la Independencia y comer fritangas en el principal
jardín delegacional y que hubiera baile
y adentro de todo el edificio también había
gran fiesta como en los parques y
Yesica y yo entramos esa noche del día quince al edificio porque le quise
presumir mi lugar de trabajo y ¡chispas! Ahí mero nos encontramos de nuevo a
Gabriel Retes y nos dijo: “No, ustedes no vienen a la fiesta”. Yesica le mienta
su madre y yo le respondo sin que me importara su pinche fiesta: “¿Dónde está
Zermeño?” Y que ¿quién era Zermeño...? Y su musa de Gabriel Retes enseñándome
lujuriosamente la lengua sin que él se diera cuenta y Yesica se pone a llorar.
Entonces, le digo que enfrentemos la realidad, que hay cosas feas, etcétera,
pero que uno siempre tiene qué ver el lado bueno y le regalo una rebanada de
pastel y le digo ánimo Yesica ¡Festejemos México! Y salimos y bailamos por los
parques, jugamos billar y todo el mundo nos odia pero la amo, aunque esté medio
loca, y nos embriagamos como diablos y por fin a las cuatro de la mañana
llegamos a su casa. ¡No están sus papás ni su hermana! Sólo suena la voz de
Rulo y Olallo Rubio en Radioactivo anunciando el espectáculo de La Fura del
Baus y le digo a Yesica que tenemos que ir a verlos y que no nos podemos perder
ese magnífico espectáculo, se anima y me dice murmurándome: “hazme el amor…
poeta maldito y hermoso”. Y cuando suena el despertador a la mañana siguiente,
le escribo un poema de tres cuartillas y me voy a Tlalpan a recoger el tiradero
de la Delegación y de tarea escribo una crónica del día de la Independencia
para una clase de la SOGEM y el maestro dice con voz no muy convencida:
“Interesante, bien lograda, sólo te hace falta manejar los guiones de los
parlamentos de los que hablan en tu historia.” Y me aplauden. Y los Comités
Vecinales se los lleva la chingada, y Zermeño se regresa a París y vuelve otra
vez. Yesica va con el Psiquiatra y en mi cumpleaños le escribo un poema a una
chava muy sexy de la SOGEM y si todo sale bien, me renovarán el contrato, o
quizás seré aviador, como lo son la mayoría de los que pasan a cobrar bajo la oficina del delegado…
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