DECLARACIÓN DE AMOR II
A
Efraín Huerta
El lagarto, in memoriam
TRES
Cuando
te beso, te guardas
en
una espina candente,
cuando
te toco, palpo la flama de la fe
que
arde en tu mejilla silenciosa,
te
guardo entonces en la constelación
de
la inexorable patria que te has chupado tu misma,
ciudad,
en una explosión de ira, desempleo y policías
que
atracan tus glorias viejas…,
¿sabes
que parecerías mejor sin ser tú, ciudad,
sino
plomo y chapopote que escurre en el horizonte
de
nuestras verdades y nuestros silencios?
¿Quién
sino tú, para devolverte, para atestiguarte
en
el cauce marino de tu primavera, de tu testamento?
Dime
ciudad, si no te amo cuando accedo a recoger
un
pedazo de tu estómago filoso,
de
tu diente que te arrastra sin decirnos nada,
de
tu sueño moderno,
de
lo que palpita en tus graffiti queriendo ser ¿qué cosa?
Fundamento
de nuestra realidad,
aquí
y ahora, ciudad, no una tregua,
sino
un cambiante presentir que no resbalamos a tu tumba,
sino
que nos la asediamos,
sin
pedir permiso, para volver a ser portadores
de
individualidad, de arte, filosofía y matemáticas,
clases
de inglés de 5 a 7, y recorrer todos tus submúltiplos
que
son siempre dos que tres oasis para dejar la cabeza un rato.
Ahora
ciudad, en el presentimiento de que te asalto
con
este poema, que no es mío sino de nadie,
ni
de la esperanza, ni de la desdicha,
sino
parte de tu historia que yo, como un lenitivo,
como
un antídoto, me coloco bajo el brazo
cual
periódico o bolsa de mandado,
tú
que has hecho de mi sueño un gis que se borra interminablemente,
te
digo: te odio, puta ciudad, pero te detesto, pero te deseo.
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