DOS SEGUNDOS DE PASADO Y DESAMOR
Oh
belleza, oh terriblemente selvática belleza la de tu rostro perfecto, enmarcado
en una de esas (según la palabra antigua) cabelleras de fuego rebelde y
espasmódico. Esa belleza, te digo y te lo hablo así, vale tanto que es ese tipo
de carne que uno mismo pierde al salir de una cantina, es lo que (y aquí hablo
de mi propio pasado) me hizo recorrer el país por las carreteras buscándote
como espejismo. A ti esa belleza te viene desde tan lejos como la sabiduría a los
proverbios, ese plancton macerado en esos ojos grises tan llenos de alas,
divinos, ¡oh materia! Tú que todo lo tragas, que incluso algún día hasta al más
corrupto de los políticos redimirás bajo los suelos, no sabes nada de lo que
hablo. La gracia de esta ninfa, de ésta criatura alegre y cruel que me concede dos
miserables segundos por teléfono, ya ha caído bajo mis garras, ya sabe algo de
mi sensual lujuria. Ella diría, lo apuesto: “te ves todo tierno ahí
escribiendo, todo chic y todo pretencioso, todo artista”. Ella conoce mis
poemas, pero por los que le dediqué, estoy seguro de que alguien me dejaría dar
cátedra, me invitarían al púlpito, incluso, ¿quién carajos lo sabe? Se
decidiría de nuevo el gran jurado y me darían tal vez otro premio.
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