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lunes, 4 de noviembre de 2024

POESÍA POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

EL CLAVADO

 

Aficionado permanente a la

lejana inmortalidad, desde luego.

Aficionado a lo creado por vía del espíritu y el pensamiento,

que digan lo que digan, siempre sopla por donde quiere

y aparte, siempre está más vivo

que la horrorosa materia y los objetos.

Aficionado, soy eterno aficionado a la obra poética de Eduardo Lizalde,

poeta mayor de nuestras letras.

Él obtuvo siempre sobresaliente en todo, como el tigre solar y el amante mayor.

Aficionado, soy permanente aficionado a la obra cumbre

de las letras francesas: Gargantúa y Pantagruel.

De hecho, todo escritor que se precie debería recordar su juventud

con el Capítulo Once

de “La adolescencia de Gargantúa”.

Aficionado, eterno aficionado soy de mi propia juventud.

He ahí mi falla, mi llaga querida:

Señores, poderosos fiscales, amigos entrañables

y seres de otras latitudes, regálenme ese recuerdo,

el único memorable: esa rebeldía hecha acto, amor, poesía y canto,

epopeya mayor, singladura,

recuerdo enemigo y único,

recuerdo odiado tantas veces

repetido como pasos en falso,

con alcohol o con alarde de ¿qué pasaría si yo tal cosa…?

Es así, y es un recuerdo ya insoportable que no tengo,

amiga mía, confidente y locamente deseada: ese recuerdo ya te pertenece.

 

2

Por primera y única vez tengo la edad de Cristo:

(¿Pregunto acaso: se trata de una broma tirada desde la mitología femenina?)

veo con pesar el escape del tiempo: el tic… y luego el tic tac…

el camino andado y el desandado, lo que hice y lo que no haré nunca,

lo que soy y seré con cierto polvo y diamante, hacia delante y hacia atrás,

con un hilo de nostalgia al baúl de los recuerdos

y mi primera letra bien escrita, que me dicen fue la e (es decir la e

para decirle a mi hermana ¡es que eres una estúpida!).

Cómo pasan siempre así, repetidas, una y luego otra,

generación tras generación y sin poder evitarse,

—proyecto moderno eurocentrista— las torpes confesiones y proezas escolares.

La plástica rutina, la matemática, el diez en biología y también

saber que la vida está perdida.

El amorcito querido por el único niño que fui,

el único niño que ahí me espera, en algún lugar inhóspito cuya rendija habla

con el soplo de la memoria y el tiempo.

Hoy saldré a cavar mi tumba, a plantar 90 árboles

y boicotear la poesía enemiga en una

de estas noches de partidocracia electorera y autogoles del gobierno.

Con un cúter separaré las páginas de un libro malo

y haré poesía dadaísta, como la que sale en el periódico del domingo.

Grabaré mis iniciales en tu copa y luego me beberé tu risa,

hasta el fondo, esa enorme y sabrosa pulpa

que late detrás de tus dientes hasta que venga el plato fuerte:

la enjaulada ambición de ser uno y una

con la noche hasta el último céntimo de la luna.

Veré tu rostro y luego me volcaré a pensar en tu ausencia,

por todas las veces que fue un dolor, para nunca poder olvidarte.

 

 

Mayo 2007

 

 

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