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viernes, 14 de mayo de 2010

Principio de Estética y disolución.. de Caleb Olvera Romero Premio Nacional de Ensayo Abigael Bohórquez 2007

DOSTOYEVSKI Y EL DOBLE
La vergüenza como disolvente
A: Alberto Rolandia Peñaflor

Mucho antes de hacerse escritor, Dostoyevski ya pensaba en ser un genio. Pensaba que un genio tiene mucho de histórico y una pasión por el aprendizaje. Pensaba en dedicarse a aprender y quería para sí la categoría de genio simplemente por su pura actitud. Después pensó en hacerse pasar por loco, y finalmente contempló la idea de volverse imantista, aunque posteriormente sus ataques epilépticos le ocasionarían problemas reales del orden de la locura. Así su dedicación al estudio, sus ataques epilépticos y su vicio por el juego, hacen de este autor una de las figuras principales a las que gusta recurrir constantemente S. Freud[1]. Sufría de constantes ataques epilépticos que no son poca razón para sospechar de algún grado de locura, como lo hacen algunos médicos en esos tiempos. Cuando publica su primera novela, Pobres gentes,[2] se gana la fama que tanto había buscado y es considerado por la crítica como un joven genio y con ello se instala en la cima de su autorrealización; cumple a muy corta edad la meta que se había propuesto. Con su segunda Novela El doble,[3] su suerte cambia radicalmente; esta novela es muy mal acogida por la crítica y causa en el autor una profunda vergüenza, de ella nos dice que hay páginas que ni siquiera se entienden, que situaciones que él creía que podían explicar la escena finalmente nunca se introducen, etc. Este par de datos es importante, pues a la par de una novela que el mismo autor denomina incoherente y confusa, que le crea una vergüenza a su creador, se desarrolla la historia de nuestro héroe[4], Yakov Petróvich Goliadkin, unas veces denominado Yakov Petróvich y las más de las veces Goliadkin, (de ahí la confusión que resulta para un lector que no sabe que cuando menos en la primera mitad de la obra el personaje es el mismo pero que es denominado indistintamente.) Es esta obra un punto obligado para la psicología y en especial para la literatura, en ella Dostoyevski trata de expresar esa misma tensión de la que habla Stevenson[5] cuando nos presenta un ser de naturaleza dual, doble, habitado por dos fuerzas que se mantienen en lucha. Sin embargo el autor de Mr. Hyde va a recurrir a la ciencia para hacer salir de sí esa naturaleza oculta que C. G. Jung denominaba la sombra[6]. En un camino alterno, Dostoyevski utilizará otro disolvente de la identidad, la vergüenza, pero no la vergüenza que él siente por haber publicado una obra incoherente sino la vergüenza a la que somete a Goliadkin, su personaje. El señor Goliadkin, protagonista de El doble, es un hermano espiritual del paternal amante Várinka, sólo que en él, la obsesión de lo que hoy denominamos complejo de inferioridad se da en una etapa más avanzada. Yakov Petróvich es un maníaco que padece de delirio de persecución; se cree despreciado por sus compañeros de oficina.[7] Es una víctima imaginaria de confabulaciones que el mundo trama en su contra, pero su enfermedad llega al paroxismo cuando una serie de incidentes se congregan para reventar en la vergüenza que le ocasiona el no ser recibido en la casa de su mejor amigo; al ser humillado por negársele la entrada, no tiene más opción que pedir que se confirme esta negativa, que se pregunte de viva voz a su amigo si es cierto que no se le recibirá en su casa, y demanda se le dé una explicación, explicación que nunca llega y el rechazo permanece. El dolor y la vergüenza sirven con detonante del cortocircuito que sufrirá nuestro héroe, entonces se crea la figura, el doble, el dolor de cabeza y el escalofriante encuentro con un personaje que apenas lo roza. De regreso a su casa, el señor Goliadkin, cree ver a un sujeto que camina justo hacia él, para después alejarse. Fue un instante, apenas lo vio, pero reconoció algo de familiar en esa figura, algo no andaba bien, era él o alguien idéntico a él, había cruzado casi desapercibido y ahora ya no estaba. No era posible que esto sucediera. En esas reflexiones va hundido mientras camina a su casa cuando de pronto el encuentro vuelve a ocurrir, esta vez lo capta en plenitud, esta vez reconoce totalmente la figura, su figura en tercera persona, en Otro, él es el Otro y el Otro es él, cuando menos en apariencia física. Pero es el cuerpo ante los ojos de los demás lo que nos confiere supuestamente identidad. Nadie se atrevería a cuestionarse si realmente somos nosotros cuando reconocemos nuestro cuerpo, si alguien se ha apoderado de él y ahora es otra persona la que sujeta nuestro cuerpo. Por ello el señor Goliadkin no puede dudar que de alguna manera es él y sin embargo algo en él se niega a aceptar esta verdad.
Este acontecimiento marcará un parteaguas en la vida de Goliadkin. Antes es un personaje gris, un oficinista burocrático que atiende su vida de manera intrascendente y aburrida como una rutina nada compleja y como única compañía tiene a su criado. Es él un antipático apenas molesto, que no logra llamar la atención y sufre de atrofia social, que no sabe cómo comportarse en las reuniones, sabe que no es del todo bien recibido y sin embargo no encuentra cómo hacer para salirse de la situación. Esto va a tener mucho de autobiográfico, al grado que Dostoyevski se refiera al personaje como la narración de su primer yo, que es él mismo el primero en describir, desde un segundo yo que ha evolucionado en el tiempo.[8] En esta novela el autor, entabla un paralelismo entre dos personajes que responden a un mismo nombre y su vida queda dividida en dos un antes y un después, de la misma manera en que se divide la vida de nuestro héroe, antes de autoconocerse en tercera persona y después del encuentro consigo mismo. Su atrofia social le lleva al laberinto de la comunicación con el Otro. La frase me encontré conmigo mismo cobra, en boca de nuestro personaje, una semántica ridícula.


EL OTRO COMO CASTIGO
Nuestro héroe de cuando en cuando gasta chistes que son menos permitidos en él que en nadie, ya que por su falta de atino, en vez de causar gracia molestan a los anfitriones, y nuestro héroe no tiene más que justificar para sí su comportamiento repitiéndose que él no hace mal a nadie, que él no envidia nadie y que es un hombre honesto. El yo es un tema central de nuestro autor, es una obsesión que de tanto trabajarla la disuelve; el mismo alter ego se subleva por en cima de la ley. Como con Iván Karamásov su castigo comenzará por la evasión y desdoblamiento de ese yo;[9] igual que Goliadkin, ha cometido una falta y recibirá un castigo, está es la estructura que ya se advierte en las novelas del autor de Crimen y Castigo. ¿Cuál es el crimen de Goliadkin? El mismo que el de Job[10], por ello permanece igual de oculto, al grado de que es casi imperceptible para el observador e invisible para el personaje. La soberbia. Dios castiga a Job por su soberbia, pues bajo la idea de ser el individuo más justo, realizaba holocaustos para pagar sus culpas y las de los demás, pues se sabía el hombre más recto del mundo; pero Goliadkin en cambio, no hace nada en pro de los demás y se limita a no molestarlos, entendiendo este no molestarlos desde los límites impuestos por su gramática peculiar y rastrera.[11] Solamente él sabe que no le hace mal a nadie pero parece ser que el mundo no se ha enterado de que el bien que proviene de este ser, radica en no hacer el mal, nuestro héroe se frustra al no ser reconocido como un hombre que no hace mal al mundo y cree que eso es hacer ya bastante. Pero el castigo no se hace esperar, Goliadkin menor[12] comienza a habitar el mundo, a inscribirse en la dinámica de Goliadkin primero o mayor, sin que éste sepa quién ha sido el primero. Lo interesante, es precisamente que la constitución psíquica crea la sombra como un arquetipo anterior al nacimiento del individuo, así es que quizá Goliadkin segundo existía antes que Goliadkin primero, pues su naturaleza es anterior a la constitución de la primera persona del personaje. El doble se inserta en la vida normal del personaje, ambos comparten una misma identidad, ambos son personajes que responden al mismo nombre y este segundo va a ser la señal profética de la ruina de nuestro heredero. La narración está pensada para mantener una tensión que se resuelva solamente en la última página, ya que ambos goliadkines intercalan entre sí un diálogo interminable, como dos locos disputándose la autenticidad de un alucín o simplemente como cualquier otro personaje, y no es sino hasta la última página, hasta la segunda mitad de la última página, un párrafo antes del final, que Dostoyevski sugiere la verdad que de antemano era obvia, pero que no teníamos pruebas para afirmar, aunque en algún capítulo se sugiere, aunque no basta para tener la certeza de que Goliadkin primero y Goliadkin segundo no son sino el mismo personaje. Sin embargo, esto tampoco cierra del todo la conclusión, pues el párrafo final nos presenta la respuesta del que al parecer es su cochero que lo traslada a su destino final y dice: El gobierno te ofrece vivienda gratis, con calefacción luz y servidumbre, ¿y todavía te quejas? Grave y terrible como una sentencia de muerte resonó la respuesta de Krestian Ivánovich.
Nuestro héroe lanzó un grito y se llevó las manos a la cabeza. Ya estaba allí; pero hacía mucho tiempo que se lo tenía sabido.[13]


LA REALIDAD DEL OTRO
El doble vive una vida imaginaria, es un glotón que solamente hace pasar penas y vergüenzas a nuestro héroe, está siempre en los restaurantes y lugares que visita, crea cuentas que Goliadkin primero tiene que pagar a pesar de su avaricia. En un principio, él trata de desligarse de su doble, de buscar una explicación racional como la que ofrece la biología, comienza a pensar que es su gemelo y acude a instancias para desacreditarlo, pero esto no sucede, el doble está inmerso en la vida de Goliadkin al grado de que le causa problemas en el trabajo, con su criado, con sus amigos y hasta con desconocidos. Goliadkin piensa en la posibilidad de que un ser tan semejante a él exista, tenga el mismo nombre y además un buen día llegué a su ciudad y sea contratado en su oficina. Él es respetado y querido por sus compañeros y Goliadkin piensa que ese respeto y cariño debía de ser para él y su doble lo ha usurpado. No logra comprender esta coincidencia, no logra comprender que su doble esté sentado en el escritorio frente a él y sobre todo, no logra comprender la sarta de cuestiones que se gestan a su alrededor, producto de una alucinación que afecta a terceros, terceros que no ven ni saben de este otro señor Goliadkin y se burlan del verdadero. Pero aquí la pregunta nos asalta, nos reclama, ¿en qué consiste su verdad? ¿por qué uno tiene que ser verdadero y el Otro no? La primera persona es simplemente esta imagen que se ha creado para dar una coartada a las pulsiones y al aparato psíquico, de manera que tampoco posee estatuto de realidad. Dostoyevski no sabe todo esto del psicoanálisis, sin embargo lo sospecha, sospecha el hilo conductor de nuestro trabajo, la disolución de una identidad, que no es más que una construcción cultural y que sirve de cuartada a lo que Stevenson llamó Mr. Hyde, lo que Jung denomina la sombra, esa pulsión de vida que no puede ser descrita pues se convierte en principio metafísico y que sin embargo está ahí en fragmentos, en posiciones lingüísticas, en voliciones y apetencias. Este yo Goliadkin no es otro que este Goliadkin doble de sí mismo. La identidad doble no es precisamente una falsa ilusión, sino una representación de lo más real de nuestros deseos, una manera de cumplir nuestros verdaderos anhelos, que la sociedad ha reprimido, pues nuestra neurosis se ha formado en la castración, pero esta castración llega a un punto en que es insoportable aún para esta máscara que denominamos yo, identidad o primera persona y crea mecanismos de fuga como el desdoblamiento de la personalidad o los amigos imaginarios. Nuestro héroe está imposibilitado de comprender esto por su época, ya que es esta verdad todavía no está en el mundo y faltarán algunas décadas para que se presenten los primeros esbozos del psicoanálisis. Él vive en un relato que se inserta dentro de una sociedad, donde el conocimiento de la psique humana es todavía bastante básico.

EL INFIERNO DEL OTRO
La primera vez que se encuentra con el doble tiene la sensación de que ya lo había visto ¡lo había visto, no hace mucho tiempo! Lo había visto ya otra vez... ¿Pero dónde? ¿Y cuándo?[14] Además, tenía la intuición de que volvería a verlo, de hecho, era una especie de certeza premonitoria, algo en él va más allá de la simple configuración común de entender los encuentros, no era el encuentro con alguien del que quizá nunca vuelvas a saber. No era ese tipo de encuentro que se da con una parte de ti que hasta entonces permanecía desconocida y que fascinado o aterrado sabes que volverá a presentarse tarde o temprano pues habita en ti, es parte de tu constitución. Pero es imposible huir de ti mismo, ésta es la verdad de la existencia y de la vergüenza, es imposible huir de lo que nos avergüenza cuando esto no es otra cosa que la misma manera de ser que poseemos. Sin embargo, no existe una sola forma de ser, se es de diversas y divergentes maneras, se es según el lugar y la situación, se es según el momento y la persona ante la cual estemos dando cuenta de lo que somos. Pues nuestra narración cambiará dependiendo de si se expone ante un don-nadie o ante la autoridad. Goliadkin va a recurrir a la autoridad en busca de la solución, pero su cochero se niega a conducirlo ante su excelencia, comprobando que el doble estaba ahí, que de algún modo se había puesto de acuerdo con su cochero y que estaba en contra de él. Sin saber lo que hacía, lleno de vergüenza y desesperación, el infortunado y honorable Señor Goliadkin huye de allí, dejándose llevar a la carrera a donde sus pies quisieran conducirlo, a donde la suerte le quisiera llevar. Pero a cada paso que daba, a cada pisada de sus pies sobre la dura acera, brotaban como de la tierra un señor Goliadkin semejante a aquel otro señor Goliadkin, a aquel depravado, infame, repulsivo señor Goliadkin segundo. En una larga hilera, cual una serie de figuras espectrales, marchaban a la zaga del señor Goliadkin el viejo, de suerte que a éste érale imposible escapar de ellos, y al digno señor Goliadkin le faltaba el aliento, hasta que, por último, hubo de reunirse tal número de semejantes fantasmas, que todo Petersburgo quedó inundado de ellos, y un policía que observó, finalmente aquella perturbación del orden público, se vio obligado a coger por el pescuezo a todos aquellos fantasmas y conducirlos a la comisaría.[15]
El horror se multiplica infinitamente, si ya estaba perdiendo el principio de realidad, que da unidad a los diversos yos o que cuando menos los mantiene en un cierto orden, ahora la locura se destapa al máximo, goliadkines al grado de inundar una ciudad, se presentan en esta conspiración en contra de su original. Se ha perdido la primera persona, la frase los otros son yo cobra un sentido ridículo y horrendo, el otro es yo dice nuestro héroe aunque nadie le cree o cuando menos no le entienden, no le entiende ni siquiera el lector, pues la gracia de la novela radica en este no entender la desesperación que siente el personaje ante la situación de usurpación de la que se siente víctima. Kafka de alguna manera está presente, el infierno burocrático y el castigo sin entender la falta, el desdoblamiento del monstruo que marca nuestra cotidianidad en pro de su supervivencia son rasgos naturalizados kafkianos.
Millones de dobles idénticos a nosotros, que saben nuestros secretos y nuestras ambiciones, que saben de nuestros movimientos y en esa medida pueden mejor que nadie meternos el pie, confabularse en contra de nosotros, saben nuestros puntos débiles y saben cómo atacarnos. Millones de otros que pueblan la ciudad, ante los cuales no podemos sentirnos superiores, el infierno de nuestro personaje proviene de este principio de superioridad secreto que guardaba, de este principio de individualidad privilegiada sobre los Otros. Su dolor proviene de que esta individualidad no fue reconocida y esto constituye su mayor tortura, un infierno de seres idénticos a él, soberbios y monótonos, quizá mediocres, que transcurren su vida en la oficina, pues su alter ego ni siquiera puede liberarse totalmente de esta condición de oficinista; a diferencia del doble de muchos otros, el segundo señor Goliadkin también trabaja en una oficina, es condenado por la misma situación laboral que la del primero. Nuestro héroe finalmente no encuentra la redención, no es una novela de final feliz, pues Dostoyevski es el maestro de la miseria, no hay redención, pues la ancla estaba arrojada desde el principio, era imposible salir de la cárcel de la carne, de nuestra condición de ser humano y de las oscuras aguas que constituyen la psique. Millones de señores Goliadkin habitan el mundo, millones de yos queriendo surgir al escenario de la conciencia, a la ciudad de la conciencia, para recordarnos que la vergüenza también es un buen solvente de esta apariencia, de este contrato tácito y social que denominamos yo.


DOSTOYEVSKI PARA FREUD
Entre 1927 y 1928, ya en la época de madurez intelectual del padre del psicoanálisis, aparece un texto de nombre Dostoyevski y el parricidio[16]. Es un trabajo que versa sobre la manera de descifrar la psique de un autor a través de su obra. Freud nos dice: En la rica personalidad de Dostoyevski podemos distinguir cuatro facetas: el poeta, el neurótico, el moralista y el pecador. ¿Cómo orientarnos en esta intrincada complicación?[17]
El autor de El doble es habitado por una lucha moral, es un empedernido jugador que desbarata su poca fortuna en el juego y que regresa corriendo a donde su mujer para castigarse frente a ella, para flagelarse de manera descomunal en súplica que sabe que será finalmente aceptada. El autor de El jugador sabe perfectamente que el juego no lo hará rico, su obsesión se ha desbordado de antemano, no juega por el premio, no juega por la cuestión económica que lo apremia, es lo bastante inteligente para saber que lo importante era el juego en sí.[18] Permanecía en la mesa de juego hasta haberlo perdido todo, hasta haber completado totalmente el daño; solamente así era posible alejarlo de la mesa de juego. Pero él sabía que la culpa atosigaba al demonio que tenía dentro y necesitaba aún más úrgete que la redención del juego, la redención del perdón ante la culpa. Una vez consumada esta disculpa, una vez que obtenía el perdón de su mujer y de sí mismo, sobrevenía un estado de creatividad literaria, dejaba de existir en él el demonio y surgía el genio. Aunque esto no es del todo cierto, ya que lo único que lograba era apaciguarlo por instantes, instantes preciosos de creatividad artística, instantes en donde se lograba la comunión del grafo y la vida, la afirmación de la neurosis pasaba a un segundo plano. Obtenía de esta dinámica un placer morboso, el de insultarse y humillarse ante su esposa e incitarla a despreciarle y a lamentar el haberse casado con aquel pecador incorregible, y después de descargada su conciencia, volvía a la mesa de juego. Su joven mujer se acostumbra a este ciclo, pues observó que aquello que en realidad podía salvarlos, la producción literaria, nunca marchaba mejor que después de haberlo perdido todo y haber empeñado todo su ajuar;[19] su joven mujer nunca logró entender la relación, pues cuando él estaba totalmente satisfecho de sus actos de humillación, podía dejar su falso trabajo y daba unos cuantos pasos en la dirección correcta. Se ponía a escribir, para salvar la vida.


[1] Ver S. Freud, Dostoyevski y el parricidio, Obras completas, Ed. Biblioteca nueva, Pág. 3004
[2] F. Dostoyevski, Obras completas, Ed. Aguilar, Madrid 1946. Pobres gentes es publicado por primera vez en 1846, cuando el autor tenía 25 años
[3] F. Dostoyevski, Obras completas, Ed. Aguilar, Madrid 1946, pág. 201-304 Se le critica de ser un tema recurrente de la novela romántica de Hoffman, sin embargo sus escritos no advierten todo lo que hay de biográfico en esta obra.
[4] Lo hemos denominado nuestro héroe, pues es así como Dostoyevski denomina a su personaje.
[5] Ver Stevenson, Dr. Jeckyll y Mr. Hyde Ed, Tomo, Mexico 2003
[6] Ver C. G. Jung. Simbología del espíritu, Ed. FCE, México 1981
[7] Cansinos Assens Rafael, Introducción a F. Dostoyevski, Obras completas, Ed. Aguilar, Madrid 1946 Pág. 24

[8] Ver la carta que manda a su Hemano Mijaíl desde Siberia, donde dice: El doble, el tipo social más grande e importante que yo he sido….. Trata de alguna manera de exorcizar ese antiguo yo, que ahora lo ata a una historia, una historia de derrota, sufrimiento y quiere abrazar su nuevo yo, un yo genial que es reconocido y aceptado en el ámbito que le interesa, en el ámbito de la literatura.
[9] Rafael, Cansinos Assens, Introducción a F. Dostoyevski, Obras completas, Ed. Aguilar, Madrid 1946 Pág. 24
[10] Ver Le livre de Job Ed, Mille et une nuits, 2000
[11] En la literatura tenemos noticias de que algunos otros también ya han tenido contacto con lo que se denomina el doble, de quien ha estado imbuido por esta gramática particular de desdoblamiento. Ejemplo de ello es Don Juan Tenorio que cuando va a morir ve a su doble.
[12] Pues a estas alturas el autor ha introducido la distinción entre Goliadkin mayor y Goliadkin menor.
[13] Dostoyevski, Obras completas, Ed. Aguilar, Madrid 1946 pág. 304
[14] F. Dostoyevski, Op. CIt pág. 232
[15] Ibid pág. 270
[16] Ver S. Freud, Dostoyevski y el parricidio, Obras completas, Ed. Biblioteca nueva, Pág. 3004
[17] Ibid pág. 3004
[18] Ibid pág. 3012 Lo principal es el juego mismo, escribe Dostoyevski en una de sus cartas. Les juro que no juego por ansia de hacer dinero, aunque bien lo necesito.
[19] Ibid pág. 3012

martes, 11 de mayo de 2010

AVISO Lectores de Hot Waters

Universidad de las artes
Instituto Cultural de Aguascalientes

Maestría en arte contemporáneo

Objetivo

Formar investigadores con una actitud crítica y comprensiva del fenómeno artístico y estético contemporáneo, capaces de ampliar el conocimiento y loa difusión de las ideas en el ámbito de su competencia, así como de participar activamente en las discuciones actuales de carácter académico e intelectual.
Presencial.
Duración : 4 semestres

Horario: Vespertino los viernes y matutino los sábados

Informes:

Centro de las artes
Av. Manuel Gómez Morín s/n
Col. Ferronales Aguascalientes, Ags.

TELËFONOS : (449) 910 26 45 Ext 6703

domingo, 9 de mayo de 2010

DESDE HOY MUNDANOS Y MUNDANAS TIENEN TAREA: HACERLE UN PENSAMIENTO (ya saben, de esos súper cursis, ) pero por favor no lo hagan tan sofisticado como la poesía, para su JEFITA.

martes, 4 de mayo de 2010

Algo más del poemario El Pan del Mundo de Sergio Vicario

El loco, es curioso, enloqueció de palabras, y ahora,
sólo unas cuantas de ellas retumban en su cabeza.
Porque en la mente del loco hay más humo que ideas,
también: pinturas rasgadas, ojos dilatados, jardines deliciosos
y bocas que se antojan memorables,
por el vuelo de sus nocivas aves.

El loco es un hombre a punto de ser devorado
en lo más íntimo de su corazón por un comentarista del manicomio.
Y es un niño, arrullado por sí mismo.
Él tiene frío, a pesar del incendio, y llora,
siempre llora aunque nadie le ha visto una sola lágrima.