EL autor del libro no debe de ser reprochado por
andarse por las ramas en su prólogo. En las ramas vivía el ramapitecus y era
muy agresivo, recio y reacio, era reaccionario. El autor del libro no lo es,
cree en un Charles Darwin que trabaja todos los días también por la evolución cotidiana del hombre. ¿Qué es pues éste
libro, qué significa? Igual que todos los libros, éste es un símbolo, una señal
en el mundo de la civilización humana. ¿Ficción autobiográfica? Sí y no. O en
más de un sentido, precisemos: un codearse con uno mismo en el mundo de la
mitomanía autobiográfica… ¿Por qué y en qué sentido? Porque la intención ha
sido elaborar un libro de relatos para ubicar en mi reciente pasado juvenil (el
último relato ocurre en 2010) a ciertos pasajes de mi propia vida tanto en la
Ciudad de México como Aguascalientes. Dos mundos disímiles y muy diferentes, dos
territorios narrativos y geográficos pero firmes en el tiempo y el mapa. Que en
mi juventud y casi todavía en el presente me obligan a un estar yendo y
viniendo, como dirían los cantantes del silencio: “Y no dejas aire que
respirar”. Pero en realidad aquí hay mucho aire: borracheras míticas, sexo (Con
erotismo y ceniza enamorada por la que se fue, porque fue más de una),
conciertos multitudinarios de música vernácula, viajes de Aguascalientes a
Zacatecas, en fin, muchos Jack Daniel’s y Londons Coktails… Lo cierto es que
los relatos son ágiles, el libro puede
leerse en menos de una semana, aunque yo esperaría que la o las generaciones
que vienen detrás de mí (que son, obviamente por la temática juvenil del libro,
los lectores que busco) me conservaran en sus corazones más tiempo: mucho más
tiempo es decir ¿Qué te gusta? Por lo menos las otras 51 semanas que corren en
el año: un tiraje ganador de la beca de publicaciones de las becas estatales de
Aguascalientes lo amerita.
Italo Calvino el escritor italiano, muerto en 1985
que escribió: Seis propuestas para el próximo milenio ese mismo año en que
murió, decía que los atributos de la literatura para el siglo XXI deberían ser:
La levedad, la rapidez, la exactitud,
la visibilidad, el arte de empezar y el arte
de acabar. Creo que éste En busca
del Rosetón de Plata y otras narraciones,
-¡Respetando las distancias que nos separan por el talento a Calvino y a mí por
favor!- cumple con la encomienda y, en el caso de nuestro País, como lo afirmó
Fabrizio Mejía Madrid de las obras escritas por autores jóvenes -o no tan
jóvenes ya pero pensando en ellos-, sabemos ya que se echó a andar todo un
torrente de literatura que abreva principalmente de Jorge Ibargüengoitia y
absorbe muy poco –algo mínimo- de los enormes novelistas y cuentistas del
pasado siglo dos XX en México: José Revueltas, Rulfo, Carlos Fuentes, Fernando
del Paso, Elena Poniatowska o Rosario Castellanos, ni siquiera José Emilio
Pacheco o Sergio Pitol. Pero sin demeritar los esfuerzos de los que hoy habitan
en las grandes ligas, creo que la distancia ha sido sana y prudente por dos
razones: se les sigue mencionando en todas partes a aquellos grandes y entonces
surge la pregunta en efecto: ¿Cómo hacer un remake
de la vida en la megalópolis a la sombra de La
Región más transparente y peor: a la
sombra de 15 millones de habitantes de la Ciudad de México? ¿Cómo hablar de
prostitutas después de Crimen y castigo del
ruso y peor: ¡De El Luto Humano de
José Revueltas!?
Pues en efecto, abrevando de Jorge Ibargúengoitia,
evolucionando sus pasos pueden leerse y entenderse éstos relatos, donde cabe
todo menos la solemnidad y la derrotada cultura del fracaso del joven
naufragante es vista con fiesta y mucha tónica humorística. Mientras que las
referencias a personas que han sido mis amigos o parejas, pueden entenderse
como un giño por el hecho de que no los he olvidado… Por ejemplo cada vez que
voy a una tienda de helados de la michoacana.