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Todos los textos son propiedad de sus autores, quienes tienen todos los derechos sobre ellos (¿o será al revés?) y han decidido libremente publicarlos aquí para la difusión pública sin fines de lucro. *Este proyecto está basado, en sus orígenes, en la idea de Dulce Chiang y Alicia Quiñones



martes, 30 de agosto de 2022

LO MÁS OPUESTO AL CONOCIMIENTO ES LA CREENCIA EN EL MILAGRO, POR MARCOS GARCÍA CABALLERO.

 

La teoría del conocimiento es, junto con la ética, la metafísica y la estética, una de las ramas originarias de eso que llamamos filosofía. Los primeros escritos que contienen una teoría acabada del conocimiento los encontramos en la obra de Platón. Naturalmente, que Platón haya sido el primer gran filósofo en enfrentar de manera sistemática problemas de teoría del conocimiento le imprimió a las discusiones de ésta área de la filosofía un sello muy peculiar del que, como veremos, todavía no acaba de desprenderse. Esta fundamental rama de la filosofía se caracteriza por una serie de temas, problemas, tesis y concepciones que no permiten duda alguna respecto a su autonomía. Muy a grandes rasgos, su principal objetivo es dar cuenta de eso que llamamos conocimiento humano. Éste, podría pensarse, es algo real, objetivo, tangible, pero (como siempre en filosofía) nos topamos en relación con uno y el mismo tema con toda una gama de suposiciones y puntos de vista divergentes. Según algunos, el conocimiento humano es imposible; otros piensan que no podemos dar cuenta de él; otros dicen que es inexpresable o no transmitible; hay quienes aseguran que es real pero sólo bajo ciertos supuestos de los cuales no podemos ofrecer justificación alguna y así sucesivamente. Así pues, la experiencia muestra que esta legítima ambición intelectual, aparentemente problemática, consistente en dar cuenta del conocimiento ha desembocado en una situación un tanto paradójica: pocas cosas son tan difíciles de explicar que eso que tenemos enfrente y que nosotros mismos hemos generado.


Es importante comprender la prioridad lógica y conceptual que tiene la teoría del conocimiento frente a la ciencia, la historia de la ciencia e inclusive frente a la filosofía de la ciencia. El conocimiento, como es obvio, no se gesta de manera arbitraria o caótica. No crece “milagrosamente”. De hecho, la noción opuesta a la de conocimiento, (y a la de ciencia) es precisamente el concepto vulgar del milagro, esto es, el concepto de suceso o fenómeno para el cual no hay explicación causal posible. Ahora bien, el desarrollo sistemático del conocimiento comporta o exige instrumentos de diversa clase, instrumentos que pueden ser usados de manera recurrente. Para avanzar en la senda de la ciencia empleamos, por ejemplo, telescopios o microscopios, pero es evidente que para usar esos instrumentos necesitamos primero ver. O sea, el conocimiento presupone el empleo de órganos sensoriales y de facultades cognitivas, así como de objetos de percepción. El análisis de estas facultades es pues, lógicamente previo o anterior al examen de las teorías científicas. Ahora bien, ¿de qué clase de facultades estamos hablando? De facultades como la memoria, que tienen que ver con nuestro conocimiento del pasado, como la percepción, gracias a la cual entramos en contacto con el mundo externo, como la introspección, en la que supuestamente cada quien conoce en forma privilegiada algo muy especial de sí mismo. Cabe desde luego preguntar: ¡conocemos en todos estos casos la misma clase de cosas? Si ello no es así ¿hay diferencias intrínsecas entre los objetos de esas distintas facultades? Y entonces ¿cómo se conectan entre sí? ¿Qué unifica la totalidad de los datos de todas las facultades cognitivas del ser humano? Estas y otras preguntas parecidas plantea la teoría del conocimiento y es relativamente claro que deben ser atendidas en primerísimo lugar.

lunes, 15 de agosto de 2022

SOBRE “EL TORTURADOR” DE SAÚL IBARGOYEN. POR MARCOS GARCÍA CABALLERO..


En el número 227 de la revista Quién (29 de Octubre de 2010) aparece una sugestiva lista de los “50 personajes que mueven a México”. Lo mejor de ésta lista o, por lo menos para los registros que se pretenden en éste ensayo es que: El número dos en cuanto a importancia de los personajes que aparecen es  Carlos Fuentes. En el cuatro  está José Emilio Pacheco. En el diez el historiador, escritor y director de Letras Libres, Enrique Krauze; en el número veintidós está  Guillermo Arriaga. El lugar veintinueve lo ocupa  Elena Poniatowska. Hay que aclarar que no es una revista que tenga acento en la literatura y que es más parecida a una revista para ser hojeada en un consultorio médico o que, dicha sea la verdad, todos éstos escritores son cubiertos por los fenómenos mediáticos y que, tal vez la verdad es que México sea el que los mueve a ellos y no al revés, pero es innegable el valor de sus trayectorias no sólo dentro sino fuera de México.

Ahora que si la pregunta fuera por quiénes son los cincuenta escritores que mueven a México, es seguro que podríamos barajar muchos nombres con certeza y creo, muchos de ellos con unanimidad.

Yo apuesto que en una lista así tendría que estar el nombre de Saúl Ibargoyen, escritor uruguayo-mexicano con un poco más de 35 años de trabajo activo en nuestro país.

Este año que acaba de concluir (el 2010), Ibargoyen lo terminó con una gira de estudio y presentaciones de sus trabajos en Buenos Aires, Quito y otras ciudades del Cono Sur, además de que bajo ediciones EÓN publicó su última novela: El Torturador.

Antes de hacer un abordaje de análisis de la obra, no podemos olvidar mencionar que Ibargoyen sacó su poesía édita, que comprende desde 1956 hasta el año 2000, en un libro con el título de El Poeta y Yo, que es un amplio volumen cuya selección y presentación estuvo a cargo de Hugo Giovanetti Viola, estudioso de la obra de Ibargoyen. Saúl además durante mucho tiempo fue maestro en La Escuela Mexicana de Escritores de la SOGEM, además de que bajo el mismo sello de EÓN editorial se publicaron sus libros: Toda la tierra (novela) y Cuento a Cuento (relatos completos) y su poemario El escriba de pie, (edición de editorial Tintanueva) el cual mereció el Premio Nacional “Carlos Pellicer” en su edición del año 2002. Agréguense ensayos, entrevistas, artículos, poemas sueltos en la mayoría de las revistas literarias y periódicos importantes del país.

El volumen de El Poeta y yo por su extensión y por sus resoluciones poéticas, que abarcan cuarenta y cuatro  años de madurez, perseverancia y fe en la poesía, merecería un ensayo completo aparte. Por el momento nos basta decir que El Poeta y Yo con el paso del tiempo se verá cada vez más como referencia obligada, tanto para estudiantes de Letras como para escritores en activo y poetas primerizos, es una obra enorme en todos los sentidos. Juan Gelman y Eduardo Milán (otro gran poeta de origen uruguayo entre nosotros) han celebrado sin ambages la poesía de Saúl Ibargoyen, quien, por supuesto, también perteneció al grupo de escritores de Latinoamérica y el Sur de Estados Unidos que en los años sesenta del  XX formaron parte de El Corno Emplumado (hay que recordar que Julio Cortázar, ya con toda la fama y autoridad moral que tenía en ese momento, felicitaba y veía con muy buenos ojos las creaciones de lo que iniciaron Margaret Randall y Sergio Mondragón, que, finalmente, con la represión del tlatelolcazo el 2 de octubre de 1968 y que continuó posteriormente, terminó por hacer desaparecer a la revista).

Principalmente poeta, Saúl Ibargoyen maneja la prosa de largo aliento y el relato sin el famoso “desastre” que ocurre —según decía Augusto Monterroso—, cuando el poeta decide narrar. Saúl Ibargoyen  logra ambas cosas con veracidad total y, además, en su prosa no se puede dejar de advertir y sentir el  peso de la palabra que significa, por supuesto, que nuestro narrador es un gran poeta. Un rasgo característico de  su prosa (algo que también ha mencionado Hugo Giovanetti Viola) es su tendencia hacia visiones escatológicas y  muy lejos del tipo de edificaciones “estetizantes”. Ibargoyen nos confronta en su poesía hacia observar la necia oligofrenia del mundo y la obscenidad del ser humano cuando éste  se comporta como perro. Y, si esto es así, Saúl no lo sabe de oídas: a su obra han de agregarse sus denuncias sobre los abusos de  tortura en su país de origen y de México… Pues… ¿la verdad qué esperaban?

Lo primero que salta a la vista al leer al Ibargoyen narrador es su construcción maestra de un slang violento en la urdimbre del texto y entre el habla de los personajes, que no es un slang propiamente extraído de la calle o de los barrios bajos de las zonas urbanas de un país como México, pero que (y he ahí una de sus genialidades en cuanto a innovación estilística) inmediatamente nos es identificable, es un slang que Ibargoyen ha pulido en su expresión y en su decir y ese slang nos toca, se nos acerca como un filo, es parte de nosotros aunque de él no tengamos la experiencia real en estricto sentido, es un logro de poeta:  esa vivencia del slang puesto al servicio de la literatura es la mejor arma del Saúl narrador en El Torturador que sacó de las quintaesencias del lenguaje violento de “un país que está a medio camino entre Uruguay y México” pero que definitivamente es parte de nuestra historia. Seríamos necios si no nos reconociéramos en ésta nueva novela suya, que apuesto, está todavía por verse su impacto en las letras mexicanas.

El Torturador  narra, y tiene como personaje central a Escipión Carrasco, alias “el Machito”, alias el agente SSS007, quien terminará torturándolo todo, inclusive así mismo. Es “un hijo sin madre” identificable, no hay registro alguno de quién fue su progenitora en ningún lado; existió su padre, quien fue su primer torturador y en un enfrentamiento, pero amoroso,  el padre muere; después y por medio de ese slang recorriendo toda la narración, se irá conformando la historia y saldrán toda una caterva de personajes: “los juanes”, el Coronel Dunviro, el Presidente del Estado Mesoriental, etcétera.

Saúl Ibargoyen es de los maestros que gustan recordar siempre la importancia del primer poema reconocido a nivel mundial de la humanidad: Gilgamesh, (en La Escuela de Escritores de la SOGEM donde me dio clase en el año 2000 ya lo hacía con vehemencia) poema que como se sabe, es un recorrido onírico y un viaje al mundo de los muertos que hacen Gilgamesh y su amigo Enkidú para encontrar el secreto de la inmortalidad. Según una entrevista que dio a Alejandra Silva Lomelí de El Sol de México, en donde la periodista arroja la pregunta desde el título mismo de su trabajo: “El Torturador: ¿novela polifónica?”

Pregunta  Silva Lomelí:

 

El personaje principal de tu novela, Escipión Carrasco, es un incompleto de sí mismo, según tu misma definición. Carece de todo, incluso de una identidad inicial. Él tiene que forjarla solo, y en gran parte lo hace a través de sus sueños, que son catárticos y reveladores. ¿Nos puedes hablar sobre lo onírico en tu novela? ¿Cómo forman la personalidad de Escipión?

           

Saúl Ibargoyen responde:

 

“Los sueños son viejo asunto en todas las culturas. Basta recordar el Poema de Gilgamesh. En cuanto a Escipión, ese ámbito pesadillesco que lo acosa tiene origen, sin duda, en las más que penosas experiencias de vida. En él hay un torturador activo hacia los otros y uno físicamente pasivo hacia sí mismo. Esas pesadillas, producto de lo cotidiano y de la ausencia materna, a más de las carencias de la pobreza, generan más pesadillas que, de algún modo, se trasladan a la brutal vigilia que el personaje habita. Su propia imaginación puede ser interpretada como un mal sueño permanente. Escipión, en parte, es resultado de esos revoltijos oníricos...”

 

Todos sabemos de la maestría polifónica en las novelas de Milan Kundera, pero éste asunto no va por ahí. El discurso narrativo de El Torturador sería novela polifónica al estilo de esas mezclas de habla más bien, de La Habana en  Tres Tristes Tigres de Guillermo Cabrera Infante, que también parten de “revoltijos” oníricos nocturnos, pero es dolorosa la experiencia de leer El Torturador y, a pesar del aparente paralelismo entre estas dos obras, la verdad es que son todo lo contrario,  pues como el mismo narrador nos recuerda: “la ficción también hiere”. La obra que hizo mundialmente célebre a Cabrera Infante, no es sino una celebración de los ámbitos nocturnos de Cuba bajo el régimen de Batista, pero la verdad es que El Torturador es todo lo contrario o, más exactamente, es el otro lado de la moneda de esa celebración, ya que, en el Estado Mesoriental donde se desarrolla la novela, casi podemos ver, en la figura y el contexto de Escipión Carrasco, toda la historia de impotencia, desgarramientos, caos y devastación en nuestros países de América Latina en el siglo dos XX, cuando desde el poder, “la voz, agria de hipocresía, proclama que lo primero es el orden”, según dice uno de los poemas de protesta de Efraín Huerta.

Como lo sabemos todos los escritores mexicanos, los editores de libros, de revistas y suplementos culturales (toda publicación sobre las letras que se precie no puede nunca estar fuera de estos debates, encuestas y cuestiones) y demás gente cercana a los libros, en su número de abril de 2007 la revista NEXOS hizo una encuesta llamada “Las mejores novelas mexicanas de los últimos 30 años”. Yo creo que en pocas décadas adelante se volverá a convocar a ciertos votantes exclusivos para otra encuesta que seguramente causará polémica  y será  llamada quizá: “Las mejores novelas mexicanas en las primeras dos décadas del siglo XXI”. Ojo: en ese entonces ya Carlos Fuentes, como figura y su gran conocimiento de los distintos Méxicos que somos, significará otra cosa para todos nosotros. De hecho, Ibargoyen arriesga mucho más que Fuentes en términos de novela política. La Voluntad y la Fortuna de Fuentes, por ejemplo, con todo y sus 552 páginas densas y espesas,  palidece ante el verdadero horror de El Torturador y la maestría de su inquietante final in crescendo. El Torturador va a estar en esa lista que seguro vendrá  y quizá entre los diez primeros. Por su contundencia, su innovación estilística, su ironía amarga de triunfo pírrico, las carcajadas de borrachera que provoca, (¡no por otra cosa sino porque está escrita siempre desde el punto de vista del narrador que no deja descansar a nadie: ni a los personajes ni al lector, todos sufren y todos tenemos qué hacer catarsis ante El Torturador!) la solidez brillante de la historia en sí y por sí misma, así debería de ser. A éstas alturas todos sabemos ya qué es lo mejor de Jorge Volpi en su novelística (En busca de Klingsor y el ensayo Leer la Mente), de Juan Villoro (sus recopilaciones de ensayos y la novela El Testigo), de Enrique Serna (El Seductor de la Patria y El Dador de Silencios), de Gerardo de la Torre (Su obra de cuentos y Ensayo General), de Guillermo Samperio (La Antología que le publicó Alfaguara) etc...

Abro un libro de ensayos críticos reciente de Geney Beltrán Félix (2009, publicado por la UNAM) cuyo trabajo es notable y ha sido muy comentado en el periodismo escrito: El Sueño no es un Refugio sino un Arma y leo: “¿para quién se escribe? ¿No es aterrador que el diálogo intelectual fuera del círculo literario sea casi nulo? [...] ¿La literatura va a quedar relegada sólo al cubículo universitario del doctor en letras? (pp. 75-76). El ya mencionado Cabrera Infante declaró en el Prefacio a la cuarta edición de Así en la Paz Como en la Guerra (1960) que un amigo suyo le había dicho: “cuando un escritor tiene un público es hora de que comience a escribir para él”. No concuerdo totalmente con las preguntas de Geney Beltrán. No creo que ni él mismo las acepte. Pero reconozco que me obligan a meditar, a volver sobre preguntas mías que ya creía resueltas y replantear la idea o, más bien, ese conjunto de ideas, referidas claro,  a “la inmensa minoría” del público que tienen los libros y la literatura.

Una cosa sí es segura: El Torturador  no es una novela hecha para escritores y periodistas solamente; es para todo lector, toda lectora,  porque ese espacio narrativo “a medio camino entre Uruguay y México” del siglo pasado nos es dolorosamente próximo: Lomas Taurinas, Chiapas, Acteal, Tlatelolco, Oaxaca, el cura pedófilo Marcial Maciel, los filósofos marxistas Bolívar Echeverría y  Adolfo Sánchez Vásquez, los jóvenes emos, el ejército en las calles y la tortura misma (Ibargoyen se adelantó a Presunto Culpable, el documental de moda) ¿No son todas esas cosas, acontecimientos, lugares, nombres, repito (y la lista verdadera es más larga) no nos son definitivamente próximos y nuestros? Son nombres, lugares y cosas que han surgido por la tortura, por nuestra tortura.

 

  

lunes, 8 de agosto de 2022

SOBRE ÓSCAR DE LA BORBOLLA, POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

1

Me refiero  cuando uno toma con verdad el llamado artístico, ese llamado que un artista hace por otro incipiente parafraseando la idea de Marlaux (esa idea del llamado al individuo para que actúe y entre en acción viene desde San Agustín, cuando, gracias a él, el cristianismo pudo ser pensado y así, nos dimos cuenta que el cristianismo es más cosas de las que suponíamos, en su monumental obra, La ciudad de Dios): al llamado de dedicarse inútilmente al trabajo que genera, paradójicamente, a las grandes autoridades de la Humanitas, las grandes autoridades del hombre en sustantivo abstracto como le gustaba a Don Miguel de Unamuno; al trabajo de producir obra literaria, filosófica, de arte plástico, etc. En mi caso, uno de los que me llamó para tan extravagante labor, -zapatero a tus zapapoemas, diría Efraín Huerta-, llamado que obviamente comienza por un reconocimiento de la enorme parcela de ignorancia que nos recubre cuando atravesamos esa “charca”, como decía Julio Cortázar que es la adolescencia, no fue alguien de carácter o fama descomunal como algunos de los citados arriba sino uno más reciente, mexicano para acabarla de amolar y sobre todo, aún vivo. Aunque su edad  será posterior a textos como éste debidamente aclarar, ya que en La vida de un muerto la solapa indica 1971 como fecha de su nacimiento, mientras que El amor es de clase su respectiva solapa indica 1965 y creo que Filosofía para inconformes (1996) habla de 1939, así que éste autor ucrónico, como el mismo se autodefine, está en la víspera de que su próximo libro anuncie que nació ayer, pero con su nuevo libro bajo el brazo y desde el útero, gritando leperadas o ucronías, posiblemente  como el diario de un feto que sabe que estudiará filosofía en la UNAM y hará su respectivo doctorado en la Universidad Complutense de Madrid; yo creo que a Óscar de la Borbolla le gustaría ser recordado así: cínico, humorista y con una tendencia filosófica para observar  la realidad que es propensa a la amargura pero que en su obra narrativa es desmentida por la corrosión que se desprende de su visión; Óscar sabe cabalgar entre géneros pero el estilo nunca lo pierde, Óscar pertenece a la clase de escritores enamorados de su propio estilo, es decir, su verdad como escritor está colocada inseparablemente con su estilo (una especie de fraseo filoso y pensamiento agudo que tiende a desenmascarar las convenciones sociales pero sin dejar de respetarlas) y ese estilo es, por mucho,  su mayor obra y su más decantado logro, pero si el estilo no lo pierde tal vez sí pierda temas o subtemas literarios más allá de los grandes temas: el amor, la soledad, la ambición de poder y la muerte. Digo que tal vez se pierdan subtemas en la obra de Óscar pero definitivamente lo que irá ganando a pulso son lectores, no los lectores culteranos, no los lectores snob, no los lectores-escritores, pero sí muchos más lectores, la masa amorfa que todos somos.

Así que el Óscar de la Borbolla de 1939  nació pesimista, pero el más reciente La vida de un muerto (1998), lo convierte en un irónico y mordaz observador del fenómeno del narcotráfico, el narco-erotismo, la narco-muerte y la narco-furia, que es, principalmente, un velo que recorre Óscar para mostrar las narco-aventuras, que pueden comenzar con alguien (el muerto, por ejemplo), que soñó de niño que de grande quería vengarse de su madre y terminó soñando que su muerte era buena, justo como a su madre le hubiera gustado, lo que nos acerca a una visión de la narco-virgen de Guadalupe de la cual echan mano éstos personajes cuando la cosa se pone dura, (recordemos que la palabra Guadalupe es una conformación del término árabe guada, que significa agua: Guadalajara española, Guadalquivir y Guadarrama el apellido tienen su origen ahí; y lupe, que viene del latín lupus; lobo, Guadalupe es río de lobos, lo cual no entra en contradicción con la forma de vivir de éstos personajes: cabalgan en un río de lobos y como son mexicanos, le rezan a la virgen de Guadalupe para que cuando sea el caso, los saque del apuro. Ésta etimología me la dijo José Vicente Anaya en una borrachera, así que no lo sé de cierto, pero lo supongo).

Recientemente editorial Nueva Imagen ha ido republicando sus libros primeros como Nada es para tanto y Todo está permitido, los ya mencionados y el volumen de Ucronías, Instrucciones para destruir la realidad (2003), que contiene artículos que salieron publicados por vez primera hace cerca de 35 años en el periódico Excélsior, donde se contaban historias acerca de cómo una estampida de lobos atacó en el metro a los viajeros, una estación de televisión que transmitía sus programas por telepatía y cosas por el estilo. Híper realidad, híper convención social llevada al absurdo, pero no el absurdo francés, sino el mexicano: la ucronía. Humor, sátira, ironía y pesimismo. Además del que para mi gusto es su mejor libro de cuentos: Asalto al infierno. Mención aparte merece su obra Las vocales malditas, que su primera publicación (anterior a la de Joaquín Mortiz, cuando Don Joaquín Díaz Canedo apostaba principalmente por los cuentistas-jóvenes-promesas  que hoy son maestros de literatura), salió en edición de autor y es un verdadero tour de force en el que Óscar escribió cinco cuentos cada uno hecho con sólo una vocal, de donde se desprenden fragmentos de una admirable y no casual contundencia como el caso de Los locos somos otro cosmos escrito con la vocal o:

 

“Los locos somos otro cosmos, otro horóscopo nos tocó, otro polvo nos formó los ojos, no somos como los osos, somos lo otro, lo no ortodoxo, no somos como vosotros: ontólogos”

 

¿Qué se puede decir después de leer textos como éste?: “¡Carajo, por qué no se me ocurrió a mí!” Las vocales malditas es un gran ejemplo de cómo la literatura, en su constante tanteo, logra dar en el blanco de las cosas llegando puntual a su cita con la odiosa y tétrica realidad, pero embelleciéndola o jodiendo al respetable, que como es tan respetable soltará unas cuantas carcajadas.

Recuerdo 1998, el año en que Óscar anunció a la generación XXIV de la Escuela de Escritores de la SOGEM, la aparición en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de La vida de un muerto. Inmediatamente giré instrucciones precisas a mi ángel de la guarda y a mi buena estrella para comprar el libro. Óscar ha venido ganándose a pulso al público joven que oscila entre los 18 y los 29 años y no sólo a ese público sino a todo aquél que se arriesga con los libros, como lo dice su autobiografía Ucrónica Un recuerdo no se le niega a nadie (1999) a llegar a reírse a solas, a contar con ese valor. La síntesis suprema. En filosofía para inconformes aparecen una larga tira de aforismos y todos ellos memorables, cito dos ejemplos:

 

“La realidad no nos enseña nada, pero nos obliga a aprender.”

 

“La imaginación nos hace inconformes, la memoria nos vuelve nostálgicos, la experiencia nos deja frustrados y la razón, cuando usamos a fondo la razón, nos revela ridículos.”

 

En éste día que termino de escribir este modesto homenaje a Óscar de la Borbolla, lo encuentro precisamente a él y le cuento de este texto y del premio Salvador Gallardo que me gané, le doy mi libro y se lo dedico adentro de la librería-cafetería Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo aquí en la ciudad de México, como es costumbre de Óscar irse a escribir entre los que juegan ajedrez y en uno de sus libros hasta se hace una mención fantástica  a alguno de los meseros de la cafetería. Me dice: “¡Qué bueno que te sacaste ese premio, es lo menos, así nos tienen estos hijos de la chingada!” ¿Qué se puede decir? Pues darle la razón: magister dixit y es menester llevar sus palabras: “como un tesoro ardiendo”. (O. Paz. Salamandra, 1962).

 

2

Pero para terminar éste breve homenaje, imposible olvidar su última entrega, La rebeldía de Pensar (Nueva Imagen, 2006), donde Óscar elabora una obra en la misma línea de Filosofía para inconformes pero más madura; se trata de construcción filosófica desde un punto de vista que sintetiza los logros filosóficos en la vía de un Eduardo Nicol, por ejemplo (que por cierto fue su maestro) pero nos invita a seguir pensando, para hacer exactamente lo contrario de lo que a su parecer, hacemos unos con los otros en la sociedad actual, es decir, tácitamente, nos invitamos a no pensar, a hacernos de la vista gorda… y contra esa mentalidad mandrilesca se ha opuesto siempre el inventor de la Ucronía. Simplemente por ser una obra que en ciertos momentos obliga al lector a Pensar —en el sentido que daba Ortega y Gasset a éste término, es decir, a contar con éste valor y este recurso exclusivamente humano, La Rebeldía de Pensar es una obra vigente, de actualidad y que pretende cuestionarte de forma honesta, con todas las tablas del oficio. Para pensar vitalmente y quitarte y desconfiar de tus creencias.

 

 

lunes, 1 de agosto de 2022

POESÍA DEL DÍA DE HOY

 

AYER MIENTRAS PASABA EL PROGRAMA

OPERACIÓN MAMUT POR LA TV

HUBO UN INSTANTE, GLORIOSO PARA MÍ,

EN QUE UNA MUJER DEL PROGRAMA DESPUÉS DE TODO,

ME ACEPTÓ EN SU CORAZÓN Y ME DIO

A ENTENDER QUE CREÍA EN MÍ,

A PESAR DEL DILUVIO DE COSAS DE

COMO ESTÁ NUESTRO PAÍS,

ELLA ES UNA HERMOSA MUJER

QUE TRABAJA EN LOS MEDIOS TELEVISIVOS;

PRESUNTO MILAGRO QUE ACEPTÓ QUERERME,

PASÉ UNA BUENA NOCHE PENSANDO EN ELLA,

DESPERTÉ HOY Y CON EL PRIMER SORBO DE CAFÉ LA RECORDÉ,

Y ESO VALE QUERER TODO ÉSTE NUEVO MES DE AGOSTO.

 

LA DESAPARICIÓN DEL POETA MALDITO COMO CONDICIÓN VITAL POR MARCOS GARCÍA CABALLERO


 

LA DESAPARICIÓN DEL POETA MALDITO COMO CONDICIÓN VITAL POR MARCOS GARCÍA CABALLERO


 

Desmedida sin par la vocación de flexibilidades,

ahorcado en su propia silla mientras escribía su poema,

al poeta le tiembla la carrocería entre palabra y palabra

para no condenarse, entre sus fauces hay dos grillos en medio de sus colmillos

y astillas de whisky y su pobre conciencia del poeta,

lo que más le atormenta, lo que puede decirse sin mencionar sus

más que desventuras de la vida, es su parte medular,

la simbiosis parada en el eco del doliente regreso pasajero entre ciudades,

sin ser retruécano de tintes verdes o vértebras inútiles,

blandiendo sus caballos negros de la locura y el premiado y heroico sexo

de flor o fruto para deletrear la próxima pesadilla.

Es ahí, en ese pequeño logro, en ese atisbo de sagacidad cautiva,

donde el que decide ser poeta vuelve a nacer y resurge el habla:

por medio de ese ente vivo llamado lenguaje, él nos dice,

parte médium, parte casualidad, su primitiva voz es plenamente moderna.

Asqueado del caos busca a tientas entre su historia y

el hallazgo se vuelve mutua comprensión de soledades, de pares,

de silencios pares

entre dos océanos de aguas perpendiculares, y es que cuando

uno lee buena poesía…

SOBRE LA PLÁSTICA TAMAULIPECA POR MARCOS GARCÍA CABALLERO...TODOS ÉSTOS TEXTOS SON CORRECCIONES DEL AÑO 2021

                                                            A LUIS ENRIQUE QUE JUNTÓ SUFICIENTE DINERO PARA                                                                                                            CONSTRUIR SU SEGUNDO PISO                                                                                                          EN LA COLONIA TACUBA, CDMX.

Casi cualquier ciudad importante del centro del país (Aguascalientes, San Luis Potosí, Zacatecas, Guadalajara, Querétaro o Morelia) están relativamente  a la misma distancia de Ciudad Victoria que del Distrito Federal (consulte usted su Guía Roji o su Altas o la aplicación Google Maps para entender la evidencia de la palabra “relativamente”). Además, el hecho irrecusable es que donde los pintores y todos los demás artistas tienen qué probarse a sí mismos de una u otra forma, es presentando sus trabajos primero en la ciudad de México y luego, si su suerte no los defrauda, vendrán los festivales o las exposiciones en E. U. y Europa y esta suerte de peregrinación o talento peregrino (dicho sea sin detrimento de nadie), se debe inequívocamente al centralismo de este país, que hace que el trabajo artístico también tenga su Meca, o su mini Meca, más bien, en el sentido de las oportunidades de desarrollo personal y profesional, pero la realidad  es que la Ciudad de México es una megalópolis en términos de explosión demográfica, cuestión ésta que no atañe sino a nuestro atraso histórico en aspectos democráticos, económicos y educativos. Por tal motivo, los habitantes de dichas ciudades tienen mayor oportunidad de ver la creación tamaulipeca en la exposición “Plástica tamaulipeca contemporánea” que durará hasta el 10 de septiembre de 2003 en el Centro Médico siglo XXI de la ciudad de México, que, por ejemplo, visitando Ciudad Victoria o Tampico. Tampico tiene fama de ser ciudad fea y hay cierta verdad en eso, “huele a petróleo” como dice Taibo II en su noveleta De paso; el Distrito Federal tiene la fama de ser la peor de las ciudades mexicanas y también hay  verdad en esa afirmación, “el pinche monstruo no se deja narrar” (para seguir parafraseando a Taibo), pero como también hay verdad en decir que es la ciudad que más expresiones artísticas abreva,  éste texto puede leerse como una invitación no para mostrar la histeria o  demencia de esta ciudad, sino para mostrar que la realidad artística del país, debe ser el leitmotiv de visitar, recorrer y aprovechar lo que la ciudad de México puede ofrecer si se le analiza con simpatía. Tarea difícil si las hay, pero como el arte también implica dificultad, también hay que analizarlo con simpatía para demostrar que la simpatía viene siendo la mejor de las ciudades posibles y por supuesto, el mejor derrotero de la creación. Así puede leerse el poema de Sergio Mondragón titulado “Color y forma de lo que dura” dedicado al pintor José Reyes Meza, con el que se inicia la exposición de artistas tamaulipecos en el Centro Médico siglo XXI:

 

            “En los altares de muertos de tus pinturas,

            en tus pinceles embadurnados

            canta todo lo que somos, todo

            lo que quisiéramos ser;

            grita todo lo que estas tierras tienen vivo

            bajo sus mataduras, todo lo que ha encontrado refugio

            en tus colores, en la paleta de diablo que pulsas

            como un Stradivarius.”

 

En este fragmento, comparar al pintor con un creador diabólico con  Stradivarius es lo novedoso del poema, si partimos de que lo auténticamente novedoso, lo más inesperado, es lo mismo que se ha manifestado desde sus orígenes. Mondragón, (el legendario creador de la revista El Corno Emplumado en los años 60’s) compara la pintura bucólica de José Reyes Meza con el carácter campirano de los antiguos juglares y trovadores que recorrían los pueblos despertando la fascinación del público, cosa que siempre ha sido, una de las manifestaciones del diablo para entrometerse en los asuntos humanos.  Roguemos entonces, porque los cuadros de  Reyes Meza no salgan del recinto e inicien actividades satánicas. Parar el tráfico en avenida Cuauhtémoc, por ejemplo, o algo todavía más atroz.

            Del resto de los expositores, cabe destacar la obra de Aníbal Hernández, en especial el cuadro “El azar pasea por el bosque”; título que por sí solo ya es una hermosa declaración estética,  pero los que enseñorean  la exposición, a mi parecer, son los artistas Pedro Banda y Gloria Tijerina, ambos con propuestas novedosas en el sentido de lo original, del origen, de lo novedoso y sorprendente que resulta constatar que el mundo sigue con su parcela de orden y desorden. Sobre la obra de Pedro Banda escribe Berta Taracena:

 

“…el color ha cobrado poder en el lenguaje de Banda. La fuerza de los acordes cromáticos, la gran maestría con que armonizan… han ido haciendo de Banda un pintor auténtico… genuino representante del expresionismo.”

 

Si en su ensayo (muy lúcido, que duda cabe) Los hijos del limo, Octavio Paz declaró que las vanguardias artísticas habían muerto, dicha afirmación propicia la polémica en vez de clausurarla, ya que a pesar de tan anunciada muerte, podemos afirmar que la obra narrativa de, por  ejemplo, Carlos Fuentes, representa la vanguardia sin proponérselo, ya que las vanguardias significan ante todo radicalidad de significados, no el hecho de tener etiqueta de nombradía,  así que es probable que ya se estén generando movimientos de vanguardia muy importantes actualmente: en Fuentes, desde La región más transparente, Las buenas conciencias, Gringo viejo (ésta última,  Diana o la cazadora solitaria y  La silla del águila son sus mejores obras, para mi gusto) contienen esa radicalidad significativa en el sentido de lo original, de la palabra que origina; obras que hablan de una poética inmensa que versa sobre los temas centrales de la literatura: el amor pasional, la soledad, la ambición de poder (donde entra la novela histórica) y la muerte.

            Este sentido de la originalidad acompaña la obra de Pedro Banda y Gloria Tijerina; en el primero, por ejemplo el hermoso cuadro “El alfarero de Tula Tamaulipas”, de forma expresionista, de manera que el expresionismo tuvo como razón de existir a principios del XX — y es lo que Pedro Banda reivindica—, el hecho de brotar de una irracionalidad psicológica y metafísica que podemos denominar simplemente como energía  y exaltación (un vir, en griego, de donde proviene la palabra virtud: la fuerza y la excelencia), y la virtud es para verla más tiempo del que amerita, precisamente porque nunca está de más: colores zumbones, objetos representados más por el color que por el espacio físico del cuadro, esta pintura retoma la “alegría sensible” de la que hablaban los primeros pintores expresionistas. Pedro Banda nos transmite ese “espacio sensible” en sus cuadros, en los que los temas hablan de la sorpresa de la cotidianidad y las costumbres, y si bien  representan actividades sencillas, de cualquier manera sería un error calificar su obra como “provinciana” y no sólo por el númen despectivo  de la palabra, sino porque su veta expresionista captura el interés, (es decir lo que hay entre dos) en este caso, pintor y modelo o tema, de manera que no hay sublimación como dice la psicología  de cajón, sino una dignidad desafiante, precisamente porque nos introduce en el espacio afectivo del cuadro. Si el futurismo pregonaba que “habrá más en el futuro”, el expresionismo sostiene “hay más en el presente”; en el aquí y el ahora “hay esto y hay que asumirlo”, de ahí la estética desafiante de la pintura expresionista.

 En el caso de Gloria Tijerina, de su serie “De noches creativas”, destacan las figuras Tótem No. 005 (cerámica, madera y cuerdas de algodón, 1997) y Tótem No. 003 (del mismo año). La utilización de los tótems  proviene de las antiguas culturas de América  en la región  del norte de México y sur de Estados Unidos (aunque no sólo de América: Freud en su espléndido ensayo Tótem y tabú sostiene su origen australiano, pero me parece que es debido a que los titanes del pensamiento austriaco de la época —1913— gracias a su bendito etnocentrismo, no volteaban mucho los ojos hacia lo que ocurría en sitios fuera de su interés, o fuera de sus dominios, mejor dicho).  Dicho culto,  cuya palabra completa para designarlo es ototeman, proviene de la combinación de dos cultos: el animismo —es el poder del alma de los muertos— y el culto a los animales. El culto totémico de América, al igual que a su modo lo hicieron las viejas culturas africanas, pretendía superar el conflicto de los hijos e  hijas al iniciarse en la participación de la comunidad, para resolver el conflicto de identificarse totalmente con lo que representa el reino del padre (el trabajo y la toma de decisiones sobre los problemas de la comunidad, principalmente) o la identificación con el reino de la madre (la crianza y la educación de los hijos y las actividades domésticas), dicho conflicto es universal y trasciende la historia de las culturas particulares, ya que tarde o temprano, los hijos deben enfrentarlo. De el deseo de salir airoso de este conflicto, el análisis freudiano determina que el hijo o hija, desea (Freud siempre insistirá en esta palabra), comerse al animal muerto o al familiar muerto para tomar fuerza en su lucha por crecer. De éste enfrentamiento podríamos deducir una condición trágica de la existencia de carácter inmanente, concerniente a las pasiones de la razón y las de la irracionalidad (¿Se acuerdan del ensayo Diálogo entre filosofía y poesía?). Luego se retorna a lo cotidiano, pero armado de una fuerza conciente que ha descubierto el sustrato y lo que detenta la cotidianidad; fuerza basada en la memoria del peligro de la ambigüedad contra la cual se luchó y sin duda, ahí es donde se forja y donde reincide el carácter personal, cuando el carácter, como decía Nietzsche, es una experiencia que vuelve. Pero para éste tema, mejor volvamos hasta los griegos, que como ya casi todo lo que hemos dicho después, ya lo sabían: metron ariston (todo en su justo sitio y medida: me refiero, obviamente, a la cotidianidad), ellos lo recorrieron: nada más imaginemos a los padres de la conciencia humana, como por ejemplo Esquilo, Platón o Aristóteles, llegando a esa suprema conclusión. Pero lo que interesa no son las conclusiones rápidas que vedan el desarrollo del propio pensar, sino el trayecto mismo: lejos de un auténtico parricidio, Esquilo, Platón y Aristóteles todavía siguen tocando las campanas de los revolucionarios estilo marxismo con mariguana. Precisamente por significar esta dualidad, el tótem es receptáculo de magia, representante de lo sagrado y trascendente, de la travesía iniciática, de ahí que el comentador de las figuras  indique que: “la interpretación de la obra de Tijerina corre por cuenta del visitante”. El encanto ha comenzado, la obra marca la pauta de nuestras interpretaciones y nuestros esbozos de respuesta.