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Todos los textos son propiedad de sus autores, quienes tienen todos los derechos sobre ellos (¿o será al revés?) y han decidido libremente publicarlos aquí para la difusión pública sin fines de lucro. *Este proyecto está basado, en sus orígenes, en la idea de Dulce Chiang y Alicia Quiñones



viernes, 30 de octubre de 2015

VOY MÁS A MÍ (EXPENDIO DE PULQUES FINOS, CURADOS Y OTROS TOPÓNIMOS) POR SERGIO VICARIO..



Voy más a mí. Según recuerdo ese era el nombre de aquel establecimiento donde el olor se manifestaba con bastante fuerza e insolencia, además de sentirse amargo, rancio y picante. El olor mentado provenía de ahí, del expendio de pulques finos, el lugar de los hombres sin miedo (decía en un letrero), y donde solían estar por largo tiempo, entre risotadas y gritos o jugando rentoy o rayuela (juego este que consistía en arrojar una moneda sobre una tabla, misma que se movía a causa del resorte que la soportaba). O ya de plano, si no traían ganas de jugar, entonces ae podía platicar y echar relajo con cualquiera, total, ¿ahí quién los molestaba? Puesto que en ese lugar estaba prohibida la entrada a uniformados, militares, niños, pedinches, lisiados y cojos (porque sacaban el aserrín), ¡ah!, y tampoco podían entrar las señoras, ¾para eso estaba a un lado el departamento de mujeres¾, para que así ellos siguieran con su fiesta en paz o escuchando música de la sinfonola, si es que la había; y así, por largas y tendidas horas. En fin, que de ese modo vivían el relajo colectivo y la desdicha individual

            El nombre en sí, de aquella pulcata, invitaba a la instrospección y al olvido (Voy más a mí), sin embargo ahora es que la recuerdo, conocí aquel lugar de niño, o mejor dicho, tan sólo lo miré, ya que solía pasar de vez en cuando por su frente y aunque sólo veía un postigo de madera que ocultaba el interior, lo que pudiera ocurrir allá adentro me inquietaba, sobre todo por la bulla que existía y por aquel olor, que picaba y agredía a mi nariz. Además, de vez en vez veía salir a uno de esos hombres, con regularidad semejante a un lépero de la época colonial, con ropas desgastadas y monólogos extraños, pero también los había de traje, e igualmente los veía que caminaban tambaleándose a punto de caer (no obstante, que hubiera caido ya), o caminar hasta quedarse fijos o semifijos y recargados a la pared. Incluso, a veces alguno de ellos se quedaba a dormir la mona tirado sobre la banqueta y a pocos pasos del mismo lugar.

Ese lugar donde se “curaban” las penas y los pulques ¾particularmente estoy recordando una de las últimas pulquerías del no tan afamado pueblo de San Andrés Tetepilco, pueblo este que quedó como muchos otros atrapados, con toda su arquitectura y su aire de provincia avejentada, dentro de la ciudad.

¿Qué dónde está? ¾¿El pueblo o la pulcata?¾, el primero queda muy cerca de Portales, y la pulquería se localizaba sobre la avenida principal de Emilio Carranza, en mero enfrente de la farmacia, que aún sigue ahí.

            Fue esta la penúltima pulquería, porque la última de por ahí se llamó el “Fuerte de San Andrés” ¾antes de convertirse en una lavandería¾,  y se localizaba al extremo poniente de la colonia, muy cerca de la avenida de Plutarco Elías Calles, donde una vez estuvo un canal, pero bueno, eso todavía fue por allá de los años cincuenta. En ese entonces había muchas pulquerías (no en balde fue uno de los negocios más rentables durante la Colonia y aún después) en la Ciudad de México, algo así como 2 mil quinientas o más. Cuando todavía el pulque era la bebida del pueblo y la cerveza no ocupaba su lugar junto con todas las cantinas que comenzaron a proliferar.



            Agua de las verdes matas, tú me tiras, tú me matas...

Reza el refrán que alude al poder del aguamiel, o lo que es lo mismo, a la savia del maguey, una vez que esta ha sido fermentada y, claro, da origen a una bebida alcohólica: el tradicional, oloroso y baboso octli; el famoso neutle o pulque, alias el cara blanca, pulmón, babadadry, caldo de oso, tlachicotón con moscas o simplemente, pulmex, y al cual, según otro refrán, ¡sólo le falta un grado para ser carne!



            Ya los antiguos mexicanos conocían de la cualidad alimenticia del aguamiel, se dice incluso que durante su largo peregrinar fue parte de su alimentación. También sabían acerca de los efectos embriagadores de la “bebida sagrada”, como fue considerado el pulque. Porque así fue, alguna vez la bebida de los dioses, se dice que el mismo Quetzalcoatl bebió pulque para sanar su males.



Respecto a su origen, cuenta una de las leyendas que un personaje, Papantzin, atravesaba un magueyal por una zona semidesértica al norte de la gran Tenochtitlan cuando descubrió un líquido que escurría sobre el terreno. Se detuvo para averiguar de dónde provenía y vio entonces que dentro de las pencas, salía huyendo un quimichi o netoro, y al acercarse más descubrió que aquel ratoncito de monte había hecho un agujero en el moyotl o corazón de aquel maguey, y en cuyo interior había un líquido transparente que al probarlo resultó ser muy dulce y agradable, era el neutli o aguamiel del maguey.

Por cierto, en el Códice Vaticano Ríos, se dice que los indígenas “imaginaban que Mayahuel era una diosa de 400 pechos y que por ser fructífera los dioses la habían convertido en maguey, que es el alma de esta tierra y de la cual obtenían el vino”.



            Sin duda, el maguey ¾planta del género de los agáves, de hojas gruesas y carnosas, conocidas como pencas y que terminan en duras y filosas espinas, además de la que desarrolla a los lados¾, tiene su propia y rica historia. Pero para el caso del pulque, su vida de cultivo es de un promedio de díez años. Sergio Madrigal, en su historia del pulque, nos informa que en el cultivo “todo comienza con los hijos del maguey que le nacen a un lado sobre la tierra, cuando estos ya tienen uno o dos años o miden medio metro aproximadamente, se sacan de la tierra, se les corta la raíz y se depositan en un cajete que se abrió previamente en el lugar definitivo (donde van a quedar), y cuyas dimenciones varían entre 30 y 40 cm. de profundidad, luego se rellena con abono. Una vez así, cada año con un escarramán, se afloja la tierra del rededor, poco a poco la planta va tomando un color verde azulado, luego, entre los siete u ocho años, desde el centro de la planta nace el moyolotl o quiote el cual hay que eliminar o ‘capar’, con un cuchillo especial ¾esta es la labor del tlachiquero¾. El moyotl es el corazón del maguey, es como un tronco que sale y crece muy alto y florea, hay que saber el momento para capar el maguey y como hacerlo para que no siga creciendo. Cuando ya se le capó se le deja descansar para que empiece a producir aguamiel”. Ya que al tratar de sanar las heridas, el maguey produce una membrana que hay que raspar diariamente para que siga produciendo aguamiel; si al principio es poco, al cabo de unos días llega a producir hasta veinte litros diarios. Así, una vez que estos comienzan a producir se recolecta en grandes tinajas y se preparan las barricas.



            “El Gran Tinacal”

Nombre también de una añeja pulquería, pero además asi se llama el lugar a donde va a parar toda la producción aguamielera. Antiguamente los tinacales como negocio se hacían con piedra y adobe, pero se buscaba que el lugar tuviera una temperatura adecuada para lograr la fermentación. Esto se hacía de modo natural y no como se creía, que era utilizando una media con materia fecal. Luego de ahí era transportado en barriles hacia las pulquerías. Recuerdo cuando aparecía cada semana el camión de  redilas todo destartalado pero que seguía transportando sendos barriles de puritito pulmex que luego sería “bautizado o curado”. Los mecapaleros que lo bajaban sí que sudaban la gota gorda, entonces se amarraban un trapo en la cabez y acomodaban una tabla a modo de rampa, para bajar con cuidado los barriles con néctar divino, digo, si hasta existe una pulquería que se llama “Las glorias de Baco”.



Expendio de pulques finos

Ya entrados en materia de los nombres de pulcatas, ¿por qué no repasamos algunos? Los hay de todo tipo, algunos de veras muy ingeniosos, porque sin duda el abur o el lenguaje de doble significado sentaba sus reales entre la gente dicharachera de estos pulqueriles lares, vea si no. Había nombres que aludían con humor su origen mitológico como “El templo de Diana”, “La reina Xochitl”, “La diosa del mar”, “El Nerón”, “La mensajera de los dioses” o “La coronación de Baco”; o nombres de pulcatas cuyo nacionalismo era evidente como “El mexicano”, “La calpulalpeña” o “La norteña”, pero había otros distinguidos títulos que más bien parecían desafiar o burlarse de propios y extraños, ahí estaban: “El mareo”, “La elegancia”, “Aguantas l’otra”, “Los hombres sin miedo”, “El fuerte de San Andrés”, “A ver si puedo”, “El gran combate”, “¿Cómo la ves desde ahí?”; también las había con rótulos amistosos y festivos como: “El recreo de los amigos”, “las buenas amistades”, “El burro de mi compadre”, “Voy de paso” o “Peor es nada”; sin duda algunas pulcatas y sus nombres han quedado en el recuerdo, el caso de “La hija de los apaches”, lugar priviligiado de los boxeadores, “Movimiento Con” (rótulo este que fue escrito al revés por un pintor improvisado y entrado en alcoholes), “La Rosita”, famosa pulquería que ostentó pinturas murales en su fachada, mismas que hicieron alumnos de Frida Khalo. O ”El Califa”, nombre de una pulcata muy asidua por la afición taurina. En fin, había nombres de todo tipo, algunos sencillos y alegres como: “La fuente de los chupamirtos”, “La India Bonita”, “La chispa”, “La risa”, “El capricho”, “Mi dicha”, “la chiripa” o “Entre violetas”, además de “La Botijona”, “La cascada de rosas”, “La gran dicha” o “El gorgeo arrullador”; y evocativos como: “La antigua Roma”, “Las Glorias de Conchita”, “La isla de Cuba”;  ostentosos como: “El gran Tinacal”, “El gran Huracán”, “El gran triunfo o “La gran revolución”; también los extraños: “El Ratplan”, “La hija deTepichichilco”, “La Fifis”, “El tinacal de Liévana” o “La guarecita” (nombre este que significa muchacha, en Tarasco); incluyendo las de letreros familiares: “La Hortensia”, “La Camelia” o “los dos cacarizos”; hubo algunas con rótulos más inspirados o irónicos como: “Picaso”, “El recreo de las musas nuevas”, “Mi oficina”, “La penicilina”, “El amor de mis amores”, “El futuro del mundo”, “La gota de oro”, “El monosabio”, “El palacio blanco”, “Las rosas del Tepeyac”, “La gallina de los huevos de oro” “Los tinacales” o “la vencedora”, o de plano, con nombres profanos y jocosos como: “El paso de lucifer” o “Infiernito”, por mencionar algunos. 

De todos aquellos establecimientos de rompe y rasga, como bien señalaría el gran cronista Armando Jiménez, ahora quedan muy pocos, por ahí en los rumbos de Iztacalco, Magdalena Contreras, Xochimilco, Azcapotzalco o La Guerrero, pero sobre todo, en algunos pueblos, como en San Juan Teotihuacan.

           

            Salucita de la buena ¾¡merezca compadrito!

¡Y órale!, a empinar el codo y hasta no verte Jesús mío. Así era en las pulcatas, y para hacerlo, bastaba pedirle al jicarero, que era el sobrenombre de quien atendía el establecimiento, que despachara a la concurrencia con unos cuantos litros. Hay que recoprdar que sin duda, el precio de litro de pulque era muy barato.

            Todo conocedor de pulcata recordará que no podía faltar en el establecimiento que se preciara de serlo, un altarcito a la virgen de Guadalupe, el aserrín en el piso, por eso de que que se tenía que arrojar las úlñtimas gotas del neutle para formar con los residuos el famoso alacrán en el piso y las tremendas salsas en grandes molcajestes para echar el taco. Y para servir el pulque, antes de la uniformidad de vasos, había entonces macetas, catrinas, cacarizas, chivos, tornillos, violas, reynas y jícaras, entre otras medidas. Esto además de los vitroleros en donde se preparaban los “curados” de las más variadas ocurrencias, por ejemplo: de melón, de tuna, nuez, avena, piña, e incluso de ostión o camarón. Todo con tal de servir a la clientela y ponerlos bien troles, o sea, bien cuetes, borrachos, pues.


            Por lo regular afuera de los establecimientos, no faltaba la señora con las quesadillas y gorditas

viernes, 23 de octubre de 2015

POESÍA Y LOCURA. UN HOMENAJE A LEOPOLDO MARÍA PANERO... POR



PABLO VARGAS ÁNGELES

El poeta Español, Leopoldo María Panero, nace en 1948 y muere el 6 de marzo de 1914. Era un pájaro de canto negro que fue poseído por vivientes hablantes, rebeldes y desquiciados. Su poesía es un canto de cuervo por milenos transferido. Poe, Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont, Artaud y muchos otros hicieron su vida y su voz maldita. Tomaron su cuerpo.

Su voz tomó mi cuerpo como un estado de sitio. Panero es metáfora de mi nombre propio. Es Pablo con Eros. La fascinación por su obra se convirtió en una invención de mi propia vida. Su fantasma ya me rondaba antes de su muerte.

Con Panero experimenté una vivencia de hechizo o posesión demoniaca. “La operación poética -dice Octavio Paz, hablando sobre el ritmo- no es diversa del conjuro, el hechizo y otros procedimientos de la magia…la actitud del poeta es muy semejante a la del mago.”[1] Quien lea a Panero, puede quedar poseído por el canto maldito de un excepcional brujo.

Ahora soy un demonio que escribe de otro demonio. Los poetas son demonios que están entre el cielo y la tierra, son el verbo de Eros aguzando los oídos de mortales; inventores de la pasión humana; del canto de la carne. Me congratulo con el embrujo y me dejo llevar por él.

Panero enloqueció muy joven y la psiquiatría lo mantuvo bajo las drogas hasta el final de su vida. Leopoldo padeció de la locura y escribió sobre ella, en una estética literaria muy singular, sorpresiva para España en 1970.

Panero se quiso matar por primera vez a los 19 años. “Una mañana de febrero no se levantó…En el domicilio familiar, Felicidad [su madre], extrañada, entra en el dormitorio…y lo encuentra tumbado en el lecho con una respiración dificultosa, de extraños estertores…Leopoldo dejó una nota de despedida…Debajo de la cama había dos cajas de fármacos vacías…Somatarax, unos comprimidos para los insomnios de origen psíquico, para impedir la propensión a las pesadillas”.[2] Después de ese evento, tuvo su primer internamiento el 22 de febrero de 1968 en la Clínica Nuestra Señora de la Paz, de los Hermanos de San Juan de Dios en Madrid, hospital psiquiátrico. Años después comentará: “Supongo que en realidad lo hice para llamar la atención y para que me atendiera mi madre, que no hablaba jamás conmigo y de repente me encuentro en un manicomio con un psiquiatra en lugar de con mi madre, que es con quien quería estar.”[3] Las cosas cambiaron para el poeta maldito español. Constantes internamientos, fugas, reingresos, drogas, alcohol, vagancia, otros intentos de suicidio, delirios y alucinaciones y el abandono de su estado físico. Antes del psiquiátrico, la cárcel por participar en manifestaciones comunistas, por alboroto urbano, por tráfico y consumo de mariguana. Después, un largo recorrido por manicomios. Dicen que conoció todos los psiquiátricos de la España franquista y pos franquista. Varias fugas y reingresos voluntarios. Y entre tanto escribía, como conjuros para la locura su poesía, narrativa, traducciones, recopilaciones, prólogos, ensayos y artículos. Su obra en prosa es rica en teorizaciones sobre la locura.

Habló públicamente de la locura en diversos espacios culturales y medios de comunicación como en museos, casas de cultura, en radio y televisión. Fue hecho un bufón muchas veces, entretenimiento televisivo para una audiencia sedienta de morbo; poco interesó su discurso. Escribe: “La locura es una estetización de una realidad adversa, y no sólo no carece de sentido sino que su función, por ejemplo en la paranoia, es dar sentido a lo que no lo tiene.”[4] Investigó con intensidad y ese afán lo llevó a ser punta de lanza a finales de la dictadura, en el estudio y divulgación de la obra de Lacan, Deleuze -entre otros- sobre el psicoanálisis, la antipsiquiatría y sus explicaciones de la psicosis y el malestar humano.

El poeta de generación, Luis Antonio de Villena, entrevistado al día siguiente de la muerte de su amigo, comentó para el periódico la Vanguardia: “era una persona que buscaba la muerte…Siguió un camino de autodestrucción que podía ser malo, podría estar uno de acuerdo con él o no, pero era el que había elegido. Y si le hubieran dejado seguir este camino, habría muerto hace mucho…prisionero de la medicina legal, debería provocar una reflexión sobre hasta qué punto la sociedad puede hacer lo que ha hecho con él…En esos años nunca mejoró, se le podía considerar un preso de la medicina. Si en el manicomio le hubieran curado, todo habría tenido sentido, pero simplemente le contuvieron, e iba lentamente a peor…Panero se convierte en una metáfora terrible contra todos...”. Y concluye Antonio de Villena: “Deseo de ser un piel roja, aunque es un poema muy juvenil, de alguna forma estaba muy dentro de él.”[5] Significaba ser un hombre no civilizado.

Sitting Bull ha muerto y no hay tambores
para hacerlo volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser piel roja.
Cruzó un último jinete la infinita
llanura, dejó tras de sí vana
polvareda, que luego se deshizo en el viento.
Deseo de ser piel roja.
En la Reservación no anida
serpiente cascabel, sino abandono.
DESEO DE SER PIEL ROJA.
(Sitting Bull ha muerto, los tambores
lo gritan sin esperar respuesta.)[6]

Panero piensa la locura como efecto de una sociedad e historia que niegan la animalidad humana, y adopta en su escritura el concepto de forclusión de Jacques Lacan para hablar de la sociedad que forcluye al salvaje, pero que siempre vuelve porque la animalidad no puede ser abolida, incide cíclicamente como una parte maldita que “Está al otro lado de la historia, como lo que se opuso a ella desde su principio. Y sin embargo, la historia no tiene otro futuro que ese: su aniquilación momentánea, semejante a un orgasmo. Y nosotros, esperar al héroe que, seduciendo nuestra parte histórica o social, nos lleve a la guerra y a la muerte, a la anti-historia. No hay pues, espiral ni progreso alguno. La historia es un retorno cíclico a su desaparición.”[7] A partir de 1973, toda su escritura estará minada de referencias y explicaciones breves, complejas, contradictorias y luminosas sobre la locura. A Leopoldo, le hubiera gustado ser piel roja en el mundo contemporáneo, pero el hombre piel roja o está en una reservación o en un hospital psiquiátrico.

Contra el conocimiento formal y la academia, Panero escribe en una intertextualidad y yuxtaposición entre filosofía, sociología, antropología, psicoanálisis, magia, literatura, esoterismo y poéticas, que la locura es un producto de lo social, no llueve del cielo: “No hay locos, sino enloquecidos. La locura es una reacción normal ante determinadas situaciones de jaque mate social o microsocial.”[8]

“Esta es toda la sabiduría que había en los antiguos –escribe María Panero-, aquélla que se resume en nombrar a la locura, en lugar de con paradigmas psiquiátricos, con epítetos que no disimulen ni ataquen su extrañeza. Es norma de modestia reconocer que lo que se ignora es un misterio, no un absurdo. Por el contrario, la psiquiatría, la única y verdadera forclusión, sella de antemano y para siempre las puertas del manicomio: el saber de la locura como algo que no existe, ya que la palabra esquizofrenia no es sino una denegación simbólica, aquello que Lacan llamara forclusión o exclusión definitiva del campo del lenguaje. Por el contrario, cuando se afirma que el loco es un ser humano, se está diciendo que nada de lo humano es extraño, y que el hombre no es exterior al hombre…el género humano no soporta demasiada verdad. Que el arte nos salve de aquélla, que la palabra nos esconda, que muramos dormidos en el agujero del sueño.”[9]

Leopoldo María Panero, murió dormido cerca de la media noche: fallo multiorgánico. Muchos años de dolor, de medicamento psiquiátrico, de cigarro, coca-cola y un cuerpo mortificado.

Para qué despertar si afuera me espera
Otra vez el hombre miserable
Prefiero ver dormido cómo mueren los ojos
Y cómo se desnudan las claras doncellas
Esclavas de la nada
De la nada que brilla con pie desnudo en el silencio…[10]

Panero fue un piel roja hospitalizado como en una reserva de pieles rojas en Dakota del sur. Gozaba de régimen abierto para salir y entrar, con algunas reglas; al parecer, lo trataban bien en general. ¿Qué hacer con la locura? Aunque siempre detestó el sitio siempre regresó. No podía sobrevivir en sociedad. Nunca pudo estar mucho tiempo fuera, de inmediato se metía en problemas. Sus conocidos más cercanos hablan de él como una persona dócil, tierna, obediente. Un paciente tranquilo; solitario se le veía pasear por los cafés y librerías de Palma de Mallorca. Recibió abundantes visitas y generosamente aceptó hacer entrevistas y participar en varios proyectos literarios y artísticos en conjunto.

Su obra es una poética del desamor, la animalidad, la locura y sus efectos: el vacío, la violencia, el odio, el terror, el cuerpo en fragmentos hinchado en sus orificios, con sus fluidos desbordados, el excremento, la orina, la saliva, el semen. Su lenguaje era el de la destrucción, el sin sentido, el neologismo, la repetición, el collage. En el ritmo de su escritura podemos ver la forma de su cuerpo, la dimensión de su ser. Fue poseído por Lacan y su teoría de la forclusión y por Freud, Jung, Ferenzcy, Deleuze -por mencionar algunos de los más importantes- y los hacía converger, soportar su conjetura del mal entre contradicciones y analogías. “La teoría lacaniana de la forclusión es lo que más claramente explica este interdicho: aquel hombre que se halla fuera del cogito devenido ley imperativo no es capaz ya para siempre de sentido o de razón, y no es un hombre. El neurótico sí, es “medio-hombre” y puede hacer como Torrebruno, el papel de payaso en la comedia psicoanalítica –la <>- buscando en vano acceder a un signo todopoderoso…Ningún delirio tiene más estructura que la de la esperanza, la de <> como apunta Lacan…”[11]

Con Panero se experimenta una sensación fugaz de comprender qué es la locura. Fugaz porque enseguida se oscurece su escritura en un tejido intertextual complejo, abundante, repetitivo y caótico de gran riqueza filosófica e imaginativa. Por unos instantes, la verdad sobre la condición humana y su tragedia aprehendemos. Es un espejo metafórico donde todos tienen su retrato:

“Todo hombre es en sí un continente, no una isla. El deseo del hombre es deseo del otro. Por ello cuando alguien cae caemos todos con él. Por ello ninguna tragedia es concebible en solitario, llovida del cielo. Es más, la soledad es imposible: está poblada de fantasmas… Y viceversa, de mi tragedia tu oscuridad emana. No eres un hombre, estás marcado por la oscuridad. Por no haberte arriesgado a perder el sentido, he aquí que careces de él.”[12]

El canto maldito de Panero no perecerá con su muerte, viene de milenarios cuervos y nuevos herederos de estos cantos vomitan nuevos versos. Irrumpe su voz ahora y trae la gracia y la luz al Golem.




LA GRAN URUK QUEMA LOS CUERPOS
Por Pablo Vargas Ángeles

Todo es abrumador, la gran Uruk quema los cuerpos, las gargantas de los seres son fuego.
Me arden estas piernas y me pesan, me arde la garganta.

Quisiera desaparecer, dejar la tierra, dejar la vida.
Mal se come, se duerme, se vive aquí en Uruk.

¿Qué trabajo y qué amor?
La paz y la contemplación no son de Uruk.

Tal vez está cerca un incendio devastador o tal vez Uruk estará aquí dos mil,
cuatro mil, seis mil años más como un infierno glorioso.

No veremos el derrumbe de Uruk.

¿Quién vive en Uruk milenaria y sin gobierno?
Prostitutas, ricos, esquizofrénicos,
sicarios, enamorados, narcisistas, pobres,
enajenados, revolucionarios, abandonados,
psicoanalistas y poetas.

¿Y de qué pueden escribir los poetas de Uruk?
En algún tiempo, fueron guías de los hombres,
ahora los poetas viven en su isla
en una larguísima ausencia
y ahí están bien porque no tienen nada qué decir.

Uruk fue un error y los poetas se la pasan vomitando.




ANAGNÓRISIS 23
Por Pablo Vargas Ángeles

Alicia tendida y lejana en su estado de coma
sintió a Benigno entrar y quedarse.

(Otro amante en otra habitación
incrédulo ya de las palabras
se repite:
“no hay nada más triste que el amor roto que aún vive”.)

La bella durmiente del hospital
“El bosque”,
despertó tiempo después;
no por un beso azulado de príncipe,
sino por la cogida de Benigno,
el enfermero, que tiempo después,
roto de amor,
decidió colgarse del techo en su celda.

La bella durmiente del hospital
“El bosque”,
despertó tiempo después,
con dos vidas a costa de una muerte.

Nacido en Naucalpan, Estado de México en 1974, Pablo Vargas Ángeles es poeta y psicoanalista, formación de la que se ha servido para robustecer la creación de oscuros personajes poéticos que describe con una exactitud reveladora. Su ejercicio intelectual lo ha llevado hacia los insondables territorios que vinculan al psicoanálisis con la creación poética. Fue productor y locutor del programa de radio universitario de poesía “Esfera y malabares”, de la universidad intercontinental, y su obra ha sido difundida en revistas literarias y en antologías de poesía joven de México. Ha publicado individualmente: "El humor del día" (Editorial Antinomia, México 1996), y en colaboración: "Espacios Materiales" (Angelito Editor, México 2000). Y en 2002 fue antologado en el libro conmemorativo del “Cuarto Maratón de Poesía” (Editado por el Ayuntamiento de Toluca y la casa de cultura TunAstral, del Estado de México).

El espíritu narrativo y antipoético de su obra, largamente trabajado bajo las generosas influencias de poetas como: Nicanor Parra, Cesare Pavese, Jacques Prévert, Carlos Drummond de Andrade, Leopoldo M. Panero, Fernando Pessoa y Vicente Aleixandre, entre otros, hace de quien se asoma a sus páginas un lector-espectador de imágenes que parecieran haberse redactado a 24 cuadros por segundo. Como en el cine, Pablo Vargas oscurece nuestro entorno y proyecta su visión de otra vida que también es propia; como en el cine, nos hace poner un ojo en la pantalla y otro en la breve luz que indica la salida, sin que podamos distinguir cuál de ambas realidades está más cerca de nosotros.




[1] Paz, Octavio, El arco y la lira, FCE, México, 1998, p. 53.
[2] . Fernández, J. Benito, El contorno del abismo, Vida y leyenda de Leopoldo María Panero, Tusquets, España, 1999, p. 98.
[3] Ibíd. p. 99.
[4] Panero, Leopoldo María, Aviso a los civilizados, Libertarias, España, 1990, p. 26.
[5] http://www.lavanguardia.com/cultura/20140306/54402850239/luis-antonio-de-villena-panero-era-una-persona-que-buscaba-la-muerte.html
[6] Panero, Leopoldo María, Poesía completa (1970-2000), Visor, España, 2000, p. 64.
[7] Panero, Aviso a…, op. cit. p. 22.
[8] Panero, Leopoldo María, Y la luz no es nuestra, Libertarias, España, 1993, p. 15
[9] Ibíd. p. 19.
[10] Panero, Leopoldo María, con Félix Caballero, Presentación del superhombre, Valdemar, España, 2005, p. 27.
[11] Panero, Aviso a…, op. cit . p. 55.
[12] Panero, Y la luz…, op. cit. p. 15.