Lo que
albergo yo mismo por el término filosofía
POR Marcos
García Caballero
Intentar
definir verazmente (¿por última o por primera?) vez qué es la filosofía es
tarea que por lo visto, hasta al eminente Guiles Deleuze termina por dejarlo
agotado. Sin embargo, no creo ni en sueños que la única tarea del filósofo sea
la de acuñar conceptos, someterlos a prueba de fuego y, paulatinamente, seguir
inventando conceptos y amontonarlos unos sobre otros. En ese sentido, comparto
la visión de Fernando Savater cuando en su Diccionario
Filosófico, deja claro que también hay una parte terapéutica de la
filosofía cuyo espacio de acción es introducir la crítica y penetrar con el
pensamiento ahí donde el fanatismo se ha asentado y a ese fanatismo no se le
combate con conceptos sino con argumentos.
Para
definir a la filosofía se puede recurrir al camino histórico, recordando al
primero de todos los filósofos, Tales de Mileto quien, sin ningún instrumento más
que la observación, logró predecir un eclipse en el año 585 a. C. En nuestro
tipo de estudio, que no es por vía de la historia de la filosofía sino que
parte más bien de su “problematicidad” y, por ende, que trata sobre el qué
podemos hacer con ella, tenemos que señalar en primer término que la filosofía
no tiene nada que ver con el pensamiento religioso, en primer lugar, porque lo
que en el hombre religioso opera como la fe, en el filósofo es la soledad del
pensamiento que busca ver y comprender más o menos todo tipo de fenómenos y no
únicamente los que atañen a la individualidad. (Entiéndanse aquí las filosofías
individualistas tipo Schopenhauer y Niezstche). El verdadero sueño de la
filosofía es comprenderlo casi todo o todo, propiamente hablando.
El
primer problema que se nos plantea desarrollar en éste ensayo es, precisamente
¿Cómo hacer una introducción a la filosofía? Y según vimos por el primer
trabajo, esto es ya casi como quien dice, una falacia, ya que el hecho de una
introducción a la Filosofía presupone que uno no sabe de antemano nada de
filosofía, lo cual es falso, ya que aunque no posea el estudiante de Filosofía
un bagaje cultural notable, por supuesto que lo que lo orienta (como a
cualquier persona) es un modo de pensar y eso es ya filosofía, lo queramos o
no. Ser hombre significa ya mismo, filosofar, relacionar unas ideas con otras,
elegir una acción entre varias, tomar cierta decisión y esto es ya filosofar
nos guste, lo comprendamos o no. Y esto es porque la filosofía ya desde hace
siglos fue el cimiento de la civilización que conocemos y de alguna manera u
otra se nos pone de manifiesto ese “tamiz” filosófico en la pintura, la literatura,
la música popular (que gusta mucho de filosofar, aunque no lo parezca) y demás
expresiones como la radio, la televisión (cuyas bases, al igual que las bases
de las computadoras, descansan en la lógica aristotélica), no digamos ya sus contenidos,
donde, por cierto, todos resultan ser eminentes filósofos y opinan de todo con
gran autoridad, aún sin haber abierto si acaso un libro en la vida. Y esto
ocurre con las más variadas expresiones de la filosofía como: la ética, la
teoría del conocimiento, la metafísica, la cosmología o la lógica.
Volviendo
al punto de que ser hombre significa ya filosofar, me parece interesante
resaltar de aquél texto que, si bien podemos comportarnos de un modo no
filosófico, esto quizá sea porque la esencial forma del filosofar quizá esté dormida en nosotros, pero de la carrera
Universitaria de Filosofía, se espera que ella despierte en el alumno su
vocación filosófica y he ahí otro punto importante: El mero recuento de lo
leído en filosofía podría incluso estorbar
la labor de la intensa reflexión filosófica: como quien dice, nada nos asegura
brillantes pensamientos filosóficos más que una combinación de talento, el
estudio tenaz y tal vez la suerte.
De lo
que se trata el asunto a entender es que lo que la mente debe estar produciendo
durante todo el tiempo, son pensamientos dentro del orden filosófico, ya sea
para cuestionar, historizar, dar clases o acuñar conceptos como diría Deleuze y
que para eso estamos aquí, en la Carrera de Filosofía.
Respecto
a la diferenciación entre Ciencia y Filosofía, hay que insistir en dos modos:
históricamente, la ciencia brotó de la Filosofía y en el sentido actual, la
ciencia se basa en la especialización de ciertos estudios (Biología, Física,
Matemáticas, etcétera), mientras que la Filosofía, aún las divergencias entre
las filosofías individualistas como las de Schopenhauer o Niezstche, o las que
han pretendido sistematizar los conocimientos filosóficos como fue de Descartes
a Hegel o Marx, tenemos que decir que la filosofía intenta apretar el Todo
concerniente a lo humano y de ello hacer su objeto de estudio, por tal motivo
es igual de filósofo un Niezstche que un Kant y, a menudo, quizá en lo futuro
encontremos correspondencias entre filosofías aparentemente disímiles.
Con el
texto de Russell guardo mayor simpatía que con el de Deleuze: es un filósofo
que por su carácter, el tipo de persona y actividades que desarrolló en su
vida, se me presenta inmediatamente como un amigo intelectual. A su lado,
Deleuze me parece que no lo alcanza en estatura.
Para
Russell, las creencias comunes tienen tres defectos importantes: 1.-están muy
seguras de sí mismas. 2.- son vagas y 3.- son contradictorias. Analizar el
sistema de creencias imperante en la sociedad que fuere, es tarea primordial del
filósofo, como hace Russell. Según él, el hábito del pensamiento exacto y el no
alejarse demasiado de la lógica son implementos básicos del filósofo preparado,
aunque sea ésta siempre una cuestión de grado. En consecuencia, la filosofía es
siempre perfectible y por ello mismo, la verdad será cosa cada vez más lejana
en el pasado o en el cielo o, como afirmó María Zambrano: “La entera verdad,
como la entera razón, ya no son de este mundo.”
Russell
pone ejemplos: 1.-considérense árboles, sillas o mesas. El ingenuo sentido
común las pasa como tales a pesar de que a la observación no son nunca
idénticos tales objetos a dos personas diferentes. Si admitimos que quizá lo
que vemos no corresponde con la realidad, inmediatamente —aclara Russell—, nos
diremos: “sí, pero es que ahí hay una determinada masa de protones y electrones
que conforman una mancha de color.” Y entonces diremos con Russell: “¿qué
quiere decir con están ahí?” El científico (como cualquier persona) dirá que
estos objetos producen una luminosidad x que altera el nervio óptico, llegan al
cerebro y entonces uno los toma como tales árboles, mesas o sillas. Pero el
científico nunca ha visto por demás un nervio óptico ni mucho menos un cerebro
y he ahí que a pesar de éste error lógico se toman éstas cosas como tales
experiencias psicológicas. Para Russell, he ahí un punto donde la meticulosidad
o la indagación precisa destruye la certeza.
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