A mediados de los ochenta del siglo pasado, una institución
estratégica para el desarrollo y la seguridad nacionales se trasladó desde la
capital federal a una capital de provincia: el INEGI se estableció en
Aguascalientes. La migración ha tenido todo tipo de consecuencias. Tarde o
temprano las tendría en las artes y las letras.
El
arribo de un buen número de escritores entre los empleados del Instituto,
ocupados en la redacción de publicaciones institucionales, encontró un primer
punto de contacto con la comunidad local a través del suplemento dominical El
Unicornio primero y de las revistas y series editoriales del
ICA después.
Más
tarde, la escolaridad y las habilidades de muchos abrieron otras formas que
llevaron el contacto inicial a la integración, como académicos universitarios o
profesionistas. Desde un principio la oriundez adquirió relevancia en la
literatura, para dar cuenta del desplazamiento geográfico en una gama de
registros que van del rechazo irracional a una aceptación prudente por parte de
los hidrocálidos.
Así,
en Aguascalientes apareció un nuevo tipo de habitante: el hidrochilango, hijo
de padres capitalinos nacidos o criados en la capital de provincia. Uno de
ellos se llama Marcos García Caballero (CDMX, 1973), un escritor que cuenta con
varios títulos publicados, como el poemario Infinitos
dispersos (Ediciones Alforja, 2001), la novela Edad
en el alba (ICA, Premio Nacional de Narrativa Joven Salvador
Gallardo Dávalos 2002) y su segunda novela Antes de todos
los partidos (edición del autor, 2008). En 2009 obtuvo una
beca del ICA para escribir la novela Vestigios de
cerro hermoso y publicó su primer libro de cuentos titulado Iconoclastas
y otros cuates (Editorial Torre Oscura).
En
2019 obtuvo un apoyo del PECDA para imprimir En búsqueda del
Rosetón de plata y otras narraciones. El libro está compuesto de
diez narraciones protagonizadas por el doble de Marcos García Caballero: el
estudiante de la Escuela de escritores de la SOGEM, Mateo Gargallo Castellanos.
Escritos en forma de crónica, los capítulos narran diferentes momentos en la
trayectoria literaria del protagonista, sin un orden cronológico. Esta ruptura
de la linealidad temporal se relaciona con la fragmentación espacial, inherente
a la migración del ejército de empleados y sus familias.
Además,
aunque abundan las pistas y referencias a lugares y momentos reales, hay
indicios de que los referentes también se encuentran en la imaginación y no
solo en eso que queda cuando cerramos un libro. Por ejemplo, la novela de
Mateo, El jardín del pulpo, se llama
igual que una canción de los Beatles y un cuento de Ringo Starr. Evidentemente,
se trata de una sustitución enfatizada por Mateo, al señalar el origen del
título.
Por
tanto, los textos aparecen como simulacros de autobiografía, pues en realidad
constituyen ficciones. En este juego, la verosimilitud juega un papel
primordial para que estos relatos funcionen como testimonios de una vida
verdaderamente vivida y no solo imaginada o deseada; los referentes reales
refuerzan el carácter testimonial de los escritos. Queda en el lector dar a las
historias un sentido más o menos literario o histórico. Lo importante está en
la unidad situacional del conjunto, lograda con la presencia constante de la
perspectiva del escritor, manifiesta el peso de la subjetividad concretada en
el punto de vista del narrador.
En
todo momento, Mateo muestra una aguda conciencia de su trabajo, especialmente
cuando busca publicar en las principales editoriales. También cuando participa
en concursos y sobre todo al obtener algún reconocimiento. Igualmente, convive
con otros escritores en bares y fiestas donde se bebe, se fuma y se tienen
relaciones sexuales con entusiasmo ejemplar.
Durante
los 22 años que abarcan las narraciones, de 1990 a 2012, el escritor se dedica
a escribir y promoverse, sobreviviendo con chambas mal pagadas y plagadas de
riesgos ─alcoholismo, tabaquismo, drogadicción─ alegremente asumidos; y a
seguir sus impulsos de escritor y de joven que entra en la madurez consciente
de su lugar ─o falta de lugar─ como escritor en un mundo al que nada le importa
la calidad de su suerte, ni la de nadie más.
Y
más que el desenlace de sus anécdotas, como la pérdida de su primera novela de
largo aliento en una computadora descompuesta o los premios obtenidos por sus
poemas y narraciones, parte del interés de los textos radica en la idea del
escritor que transmiten. En los ambientes donde se desenvuelve y sus
referencias culturales, especialmente las musicales y literarias. Trabajando
como disc-jockey, barman, promotor del voto para candidatos a puestos de
elección popular o empleado en un laboratorio fotográfico.
Pero
el interés de este libro también radica en la construcción de una realidad de
la que el escritor ha seleccionado algunos de sus rasgos más sórdidos. Y lo
consigue con un lenguaje que da cuenta de la hostilidad establecida donde
terminan las palabras y se hace la literatura.
Ricardo Esquer
Ricardo
Esquer (Cd. Obregón, Sonora, 1957). Poeta y ensayista. Ha publicado varios
títulos de poesía, como Estación (2012), Desatino (2002), Marchar (1996) y
Ostimuri (2021). Autor de la biografía Armonía perdurable: reposo de la luz.
Ladislao Juárez Ponce (2013), así como de la antología literaria
Aguascalientes, estancias y senderos: poesía, narrativa, ensayo y teatro
(1850-1991) (1993). Coautor del libro-objeto Tres miradas a lo posible (AAT,
2014) con fotografías de Francisco Pizaña y diseño de Montserrat Galindo.
Becario del FECA en 2011-2012 y en 1998-1999. Autor de los ensayos La cultura
arquitectónica de Aguascalientes (1989). Premio Salvador Gallardo Dávalos 1985
en poesía con Ir es nunca llegar. Mención honorífica en el Concurso de Poesía
de los Cuadernos del Caballo Verde 1980, de la Universidad Veracruzana, por De
los huesos para adentro. Actualmente es presidente y representante de la
asociación civil Artistas Asociados Trabajando.