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Todos los textos son propiedad de sus autores, quienes tienen todos los derechos sobre ellos (¿o será al revés?) y han decidido libremente publicarlos aquí para la difusión pública sin fines de lucro. *Este proyecto está basado, en sus orígenes, en la idea de Dulce Chiang y Alicia Quiñones



martes, 27 de junio de 2023

ME HICIERON COMENTARIO DEL ROSETÓN DE PLATA, SE LOS COMPARTO Y ESPERO QUE TAMBIÉN LEAN REVISTA LITERARIA MONOLITO

 

A mediados de los ochenta del siglo pasado, una institución estratégica para el desarrollo y la seguridad nacionales se trasladó desde la capital federal a una capital de provincia: el INEGI se estableció en Aguascalientes. La migración ha tenido todo tipo de consecuencias. Tarde o temprano las tendría en las artes y las letras.

El arribo de un buen número de escritores entre los empleados del Instituto, ocupados en la redacción de publicaciones institucionales, encontró un primer punto de contacto con la comunidad local a través del suplemento dominical El Unicornio primero y de las revistas y series editoriales del ICA después.

Más tarde, la escolaridad y las habilidades de muchos abrieron otras formas que llevaron el contacto inicial a la integración, como académicos universitarios o profesionistas. Desde un principio la oriundez adquirió relevancia en la literatura, para dar cuenta del desplazamiento geográfico en una gama de registros que van del rechazo irracional a una aceptación prudente por parte de los hidrocálidos.

Así, en Aguascalientes apareció un nuevo tipo de habitante: el hidrochilango, hijo de padres capitalinos nacidos o criados en la capital de provincia. Uno de ellos se llama Marcos García Caballero (CDMX, 1973), un escritor que cuenta con varios títulos publicados, como el poemario Infinitos dispersos (Ediciones Alforja, 2001), la novela Edad en el alba (ICA, Premio Nacional de Narrativa Joven Salvador Gallardo Dávalos 2002) y su segunda novela Antes de todos los partidos (edición del autor, 2008). En 2009 obtuvo una beca del ICA para escribir la novela Vestigios de cerro hermoso y publicó su primer libro de cuentos titulado Iconoclastas y otros cuates (Editorial Torre Oscura). 

En 2019 obtuvo un apoyo del PECDA para imprimir En búsqueda del Rosetón de plata y otras narraciones. El libro está compuesto de diez narraciones protagonizadas por el doble de Marcos García Caballero: el estudiante de la Escuela de escritores de la SOGEM, Mateo Gargallo Castellanos. Escritos en forma de crónica, los capítulos narran diferentes momentos en la trayectoria literaria del protagonista, sin un orden cronológico. Esta ruptura de la linealidad temporal se relaciona con la fragmentación espacial, inherente a la migración del ejército de empleados y sus familias. 

Además, aunque abundan las pistas y referencias a lugares y momentos reales, hay indicios de que los referentes también se encuentran en la imaginación y no solo en eso que queda cuando cerramos un libro. Por ejemplo, la novela de Mateo, El jardín del pulpo, se llama igual que una canción de los Beatles y un cuento de Ringo Starr. Evidentemente, se trata de una sustitución enfatizada por Mateo, al señalar el origen del título.

Por tanto, los textos aparecen como simulacros de autobiografía, pues en realidad constituyen ficciones. En este juego, la verosimilitud juega un papel primordial para que estos relatos funcionen como testimonios de una vida verdaderamente vivida y no solo imaginada o deseada; los referentes reales refuerzan el carácter testimonial de los escritos. Queda en el lector dar a las historias un sentido más o menos literario o histórico. Lo importante está en la unidad situacional del conjunto, lograda con la presencia constante de la perspectiva del escritor, manifiesta el peso de la subjetividad concretada en el punto de vista del narrador.

En todo momento, Mateo muestra una aguda conciencia de su trabajo, especialmente cuando busca publicar en las principales editoriales. También cuando participa en concursos y sobre todo al obtener algún reconocimiento. Igualmente, convive con otros escritores en bares y fiestas donde se bebe, se fuma y se tienen relaciones sexuales con entusiasmo ejemplar.

Durante los 22 años que abarcan las narraciones, de 1990 a 2012, el escritor se dedica a escribir y promoverse, sobreviviendo con chambas mal pagadas y plagadas de riesgos ─alcoholismo, tabaquismo, drogadicción─ alegremente asumidos; y a seguir sus impulsos de escritor y de joven que entra en la madurez consciente de su lugar ─o falta de lugar─ como escritor en un mundo al que nada le importa la calidad de su suerte, ni la de nadie más.

Y más que el desenlace de sus anécdotas, como la pérdida de su primera novela de largo aliento en una computadora descompuesta o los premios obtenidos por sus poemas y narraciones, parte del interés de los textos radica en la idea del escritor que transmiten. En los ambientes donde se desenvuelve y sus referencias culturales, especialmente las musicales y literarias. Trabajando como disc-jockey, barman, promotor del voto para candidatos a puestos de elección popular o empleado en un laboratorio fotográfico.

Pero el interés de este libro también radica en la construcción de una realidad de la que el escritor ha seleccionado algunos de sus rasgos más sórdidos. Y lo consigue con un lenguaje que da cuenta de la hostilidad establecida donde terminan las palabras y se hace la literatura.

Ricardo Esquer

Ricardo Esquer (Cd. Obregón, Sonora, 1957). Poeta y ensayista. Ha publicado varios títulos de poesía, como Estación (2012), Desatino (2002), Marchar (1996) y Ostimuri (2021). Autor de la biografía Armonía perdurable: reposo de la luz. Ladislao Juárez Ponce (2013), así como de la antología literaria Aguascalientes, estancias y senderos: poesía, narrativa, ensayo y teatro (1850-1991) (1993). Coautor del libro-objeto Tres miradas a lo posible (AAT, 2014) con fotografías de Francisco Pizaña y diseño de Montserrat Galindo. Becario del FECA en 2011-2012 y en 1998-1999. Autor de los ensayos La cultura arquitectónica de Aguascalientes (1989). Premio Salvador Gallardo Dávalos 1985 en poesía con Ir es nunca llegar. Mención honorífica en el Concurso de Poesía de los Cuadernos del Caballo Verde 1980, de la Universidad Veracruzana, por De los huesos para adentro. Actualmente es presidente y representante de la asociación civil Artistas Asociados Trabajando.

 

 

lunes, 19 de junio de 2023

LA GRAN NOVELA LATINOAMERICANA DE CARLOS FUENTES

 


APENAS AYER TERMINÉ DE LEER ÉSTE LIBRO INCREÍBLE DE FUENTES, FIRMADO COMO TERMINADO DE ESCRIBIR EN ROMA EN JULIO DE 2011, LA MERA VERDAD LO TIENEN QUÉ LEER. EL ENSAYO HABLA DESDE LOS TIEMPOS DE BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO HASTA LA ACTUALIDAD DE "LA GUERRA DE GALIO", DE AGUILAR CAMÍN, BLANCO NOCTURNO DE RICARDO PIGLIA, (ÉSE TAMBIÉN LO LEÍ HACE POCAS SEMANAS) Y ALGUNOS OTROS MÁS COMO "EL TESTIGO" DE JUAN VILLORO PUBLICADO EN 2005, FÍJATE QUE ÉSE ÚLTIMO NO ME GUSTÓ LO DEJÉ A LA MITAD, PERO ME DA GUSTO FUENTES CUANDO DICE: ADEMÁS PUDE HABLAR DE MUCHOS OTROS LIBROS LATINOAMERICANOS PERO "!QUÉ CHINGADOS! COMO MÉXICO NO HAY DOS!" JA, RECUERDO TAMBIÉN QUE EN 2011 EMPECÉ A TRABAJAR EN FILOSOFÍA POR CHIHUAHUA EN UN DEPTO DE LA CALLE ACUEDUCTO DE AGS, Y FUENTES EN SUS ÚLTIMOS AÑOS TENÍA CONMIGO UNA RELACIÓN DE AMOR Y ODIO, QUE OBVIO ES ENTENDIBLE PORQUE QUERÍAMOS QUE EL MAESTRO NOS DEDICARA MÁS TIEMPO DEL QUE EL MAESTRO DISPONÍA, LO ENTIENDO, TODA LA MEMORIA CON CARLOS FUENTES!!

sábado, 17 de junio de 2023

COMENTARIO FILOSÓFICO SOBRE RELIGIÓN Y ATEÍSMO POR MARCOS GARCÍA CABALLERO..

 

Ante la pregunta ¿Se encuentra en crisis la religión?, cabe una respuesta doble, es decir, tanto afirmativa como negativa. Efectivamente, desde que Nietzsche hizo la famosa afirmación “Dios ha muerto”, la Religión ha pasado por diversas crisis y son los propios jerarcas de la iglesia y sus teóricos los que no dejan de estar preocupados por lo que se detecta como vientos agitados que han afectado los cimientos de la Iglesia y la Religión. Como lo afirma Torres Queiruga en su libro “Creo en Dios Padre” “el ateísmo moderno es la consecuencia de un choque entre dos mundos culturales: el antiguo y el moderno”, siendo el moderno el resultado de la “Ilustración”, que arrancó con el Renacimiento y sigue hasta nuestros días, operándose un cambio de paradigma que no pudo ser asimilado por la vieja cristiandad, constituyéndose en una de las principales fuentes del ateísmo. En síntesis, es un proceso que ya lleva siglos operando, con el concurso de la ciencia, la tecnología y los modernos descubrimientos, alejando a las personas de la religión y llevándolas al ateísmo, dice Torres Queiruga.

 

Por otra parte puede también afirmarse que la religión no se encuentra en crisis, y que a pesar de la enorme sacudida que ha significado ese cambio de paradigma que señala Torres Queiruga, se constata que una amplia parte de la población no ha abandonado las filas de la religión y sigue siendo creyente. Ante el asombro de pensadores como Fernando Savater, que en su libro “La vida eterna”, confiesa que le parece un tanto inaudito que en pleno siglo XXI tantos hombres continúen creyendo “en lo imposibe e improbable”, sin embargo así es y el atractivo que representa la religión para numerosas personas, no ha decaído y continúa.

 

Reconocemos que la religión contiene preguntas esenciales de la vida, mismas que la filosofía ha retomado, como dice Savater (“La vida eterna”), al afirmar, junto con el filósofo Luc Ferry, que “A la pregunta ritual qué es la filosofía, desearía resumir que es un intento de plantear y asumir las cuestiones religiosas de un modo no religioso o incluso antirreligioso”. Desde luego que toda persona con un mínimo de inquietud ante la vida se ha preguntado y cuestionado seriamente sobre la existencia o no de Dios, su relación con el Universo, etc. Todas las personas independientemente de si son creyentes o no mantienen un cierto nivel de espiritualidad debido a que estas preguntas se las lleva cada quien en su reflexión de por vida. Debido a lo anterior, podemos afirmar que la religión, nos guste o no, es un tema de permanente actualidad y que hay que resolver en forma personal y respetar a las conclusiones a que cada persona llegue, ya que es la elección libre que cada persona toma ante preguntas profundamente existenciales.

Efectivamente en el centro de la vigencia de la religión se encuentran estas preguntas existenciales que acertadamente Juan Alfaro (jesuita) señala en su libro “De la cuestión del hombre a la de Dios”, y que son entre otras: de dónde vengo?, a dónde voy? y cuál es el sentido de la vida? La religión ofrece respuestas que calman y proporcionan la tranquilidad de tener una trascendencia o permanencia después de la muerte, y dar un sentido a la existencia.

En forma personal, considero que entre los dos posibles respuestas de considerar a la religión en crisis o no, me inclino por pensar en que sí se encuentra en crisis o al menos en un gran cambio, ya que es evidente que la religiosidad de las personas, de acuerdo a estándares, referidos para el cristianismo, hasta antes del siglo XIX en Europa, se ha diluido y se discute libremente temas antes prohibidos, aunque es verdad que para los fundamentalismos religiosos como el islam, eso todavía desafortunadamente no sucede.

Para esto se necesita de un ambiente de libertad, de abandono al viejo autoritarismo que imperó en el campo de la religión. A pesar de lo anterior, y de toda la renovación que la religión pueda admitir que ha traído la Ilustración (Torres Queiruga), es necesario hacer notar que sigue conservándose a la Fe como un elemento fundamental y necesario en el sistema de creencias que constituye la religión. Para quienes defendemos la necesidad de no abdicar al uso de la razón y pensamos, junto a Savater, que la Fe es un “suicidio intelectual” queda claro que la llamada “Ilustración”, nos ha dejado valiosas herramientas intelectuales que nos permiten alejarnos del campo de la creencia y sin embargo estar dispuestos a abordar los mismos problemas filosóficos centrales que toca la religión, pero sin la religión misma.

 

El debate entre religión y ateísmo es uno singularmente desigual. La primera viene investida de respetabilidad, pompa y circunstancia, y, al igual que Dios, suele ser escrita con mayúscula y en tono reverencial. En cambio la palabra ateo o ateísmo, según una encuesta citada en el documental “The Unbelievers”, es considerada por la mayor parte de la población, tan oprobiosa o más que pedófilo o violador. Desde luego para muchos políticos, declararse “ateo” sería el fin de su carrera y haría que la gente desconfiara profundamente de él. Sin embargo, afirma el documental, en realidad muchas personas en la actualidad en sus actitudes cotidianas, distan mucho de lo que se consideraba un devoto creyente anteriormente, aunque sigan considerándose dentro de las filas de la religión.

 

 

EL MAR Y LOS DELFINES POR JULIO MORALES


Ernesto despertó sudando, miró el rostro junto a él y sintió alivio. Antonia, su mujer, estaba despierta y extendía la mano para tocar la suya, le habló; su voz amodorrada parecía salir de la colcha que le cubría el mentón. Sintió su aliento de mitad de la noche, le pareció amargo, no le importó; le gustaba hablar con ella si despertaban repentinamente de un mal sueño. Gordo, estabas gritando, dijo ella; me despertaste, qué soñabas.

Ernesto se talló el ojo izquierdo con la mano. Su cuerpo iba reparándose de la angustia, su respiración se volvió menos rápida. Bostezó. Soñé que te habías muerto, dijo. Estaba frente a una tumba, era tuya; te habían sepultado apenas. Te ponía unas orquídeas junto a la lápida, estoy seguro de que era tuya, decía tu nombre. Había un enterrador, otras lápidas, un auto fúnebre, gente. Todo parecía real, aunque en el fondo sabía que era un sueño. Me quedaba paralizado frente al lugar donde te habían sepultado, la gente comenzaba a irse; la última era tu prima Catita. Me pedía que me fuera con ella en el coche, le respondía que no y me quedaba ahí. Cuando todos se habían ido, me acostaba sobre la tierra que te cubría. Empezaba a oscurecer, quería verte aunque fuera un momento. Pensé que daría cualquier cosa aunque sólo te viera unos minutos. Fue entonces que grité, un momento, aunque sea un momento. Y desperté.

            Pobre, dijo ella, lo abrazó y comenzó a reír disimuladamente. ¿De qué te ríes?, reclamó él. De que te veías chistoso diciendo un momento, aunque sea un momento, te movías mucho, me pegaste con tu codo, contestó Antonia. No dejes que me duerma, pidió apenado. Amor, contestó, era un sueño y yo estoy aquí contigo, ¿quieres un vaso de leche? No esperó respuesta, se levantó para dirigirse a la cocina, iba descalza. Él gritó: Ponte las pantuflas. Pero no lo escuchó, o no quiso hacerlo.

La casa era pequeña y para llegar a la cocina sólo era necesaria una docena de pasos. Ernesto miró el techo. Mañana va a ser domingo, pensó. A través de la ventana sobre su cabeza podía ver las estrellas, si quería. Las cortinas eran blancas y tenían figuras de flores. El techo despedía olor a pintura fresca. La colcha era de rayas azules, al final de las rayas se levantaban los pies de Ernesto. Frente a él estaba el mueble de la televisión. El ropero se los había regalado la madre de Antonia; bajo él nacía la alfombra que habían comprado recientemente en una tienda de saldos. Antonia regresó con dos vasos de leche llenos casi hasta el borde, se sentó en la orilla de la cama y le entregó a su esposo lo prometido.

Cuando terminó de beber, ella lo abrazó y le dijo: Duérmete, yo estoy contigo, si veo que tienes pesadillas te despierto. Te amo Antonia, quiero que lo sepas, le dijo con tono grave, el que usaba para decir las cosas en serio.

            Cerró los ojos, soñó con delfines que saltaban alrededor de un barco. El mar se comía la mitad del sol. Ernesto a veces era un delfín y a veces parte del mar. Sintió que las olas le empujaban la aleta izquierda. Una y otra vez su cuerpo se mecía con el empellón del agua. De pronto, las olas se desplegaron para abrir el paso a una voz que lo llamaba: Despierte, no son horas, señor, despierte. Ante sus ojos se levantaba una lápida con el nombre de su esposa, junto a él, el enterrador todavía lo zarandeaba del brazo izquierdo.

Antonia pertenecía a la tierra. Ahora tenía un horario restringido. Ernesto salió del panteón, pensando en la manera más fácil de regresar a su casa.

 

 

EL OJO Y EL AGUA: EJES SIMBÓLICOS DE ENSAYO DE LA CEGUERA DE JOSÉ SARAMAGO


POR GABRIELA BAYONA.

 

Ensayo sobre la ceguera es una novela que permite una lectura alegórica inmediata. El lector sabe que Saramago está contando una historia para decir otra cosa; principalmente, para mostrar la hipocresía de los valores y las instituciones que el sistema de poder y la sociedad pregonan como “humanos” o “humanitarios” con más persistencia: la solidaridad, la generosidad, el altruismo, la amistad, la “cientificidad”, etc. etc.

 

 

Saramago elige jugar con la posibilidad de una epidemia incontenible de ceguera, “ensayar” —de ahí el título de su obra— lo que tal circunstancia desencadenaría en una sociedad cualquiera, entre cualquier grupo de individuos —tal vez por eso ni los personajes de esta novela, ni el país ni la ciudad en los que se desarrolla la misma, tienen nombre—. El autor recalca esta indeterminación espacial e individual aunque, por los objetos y la descripción de ciertos lugares, sabemos sin lugar a dudas que el relato transcurre en nuestra época; que, en cierto sentido, Ensayo sobre la ceguera es una especie de espejo donde nos reflejamos todos. La novela nos plantea la ceguera blanca como una forma de juego de “qué pasaría si...”; funciona como atisbo de un mundo posible en el que todos nos quedáramos ciegos.

 

La heroína de la narración, la mujer del médico, es el único personaje que conserva la vista; a través de ella —y de quienes después conformarán su grupo— presenciamos la paulatina deshumanización, la progresiva suciedad maloliente, el descenso a los infiernos.

 

La mujer del médico, además de servirnos y servirle a los demás personajes de “ojo”, aparece asociada con el agua en varios pasajes de la novela. El ensayo El agua y los sueños del crítico literario Gastón Bachelard resulta muy útil para comprender desde una perspectiva simbólica el papel protagónico que ella desempeña en el texto.

 

La primera vez que la mujer del médico se relaciona con el líquido en la novela es representativa de la función de la que ella será responsable: la limpieza. El ladrón ha sufrido una herida en la pierna por querer propasarse con la chica de las gafas. La mujer del médico primero sonríe ante la situación, pero luego ve “que la herida presentaba mal aspecto, la sangre corría por la pierna del desgraciado, y no tenían agua oxigenada, ni mercromina, ni vendas, ni gasas, ni desinfectante alguno, nada.” (Saramago, 98: 64) Esta preocupación la hará decir: “Ahora lo que hay que hacer es lavar la herida, hacer la cura,” (Saramago, 98: 64). Así que los ciegos, capitaneados por ella, van a la cocina. El agua que lavará la herida es descrita de la siguiente manera:

 

Al principio vino sucia el agua y hubo que esperar a que se aclarase. Estaba templada y turbia, como si llevara mucho tiempo estancada en la cañería, pero el herido la recibió con un suspiro de alivio. (Saramago 98, 65)

 

A pesar de la curación improvisada, esta herida hubiera llevado al ladrón a una muerte segura —de no ser porque los soldados lo matan antes—. De alguna manera, el agua turbia provoca la infección en la pierna. Bachelard explica, en el capítulo de su libro denominado “Pureza y purificación. La moral del agua”, que el agua impura como símbolo tiene una nocividad polivalente:

 

Si para el espíritu consciente es aceptada como un simple símbolo del mal, como un símbolo externo, para el (...) inconsciente, el agua impura es un receptáculo del mal, un receptáculo abierto a todos los males; es una sustancia del mal. (Bachelard, 78: 211-212)

 

 

 

Podríamos aventurarnos a decir que Saramago “castiga” al ladrón. Aún cuando la mujer del médico es un personaje que tiene el poder de la visión y, por lo tanto, será la encargada de lavar y salvar a los demás en muchos sentidos, este poder no alcanza para luchar contra el agua mala.

 

El ejercicio de la limpieza es también una forma de purificación. Después de que los “ciegos malvados” violan a las mujeres, la esposa del médico se da a la tarea de lavarlas.

 

Quería un cubo o algo que sirviera como tal, quería llenarlo de agua, aunque fétida, aunque podrida, quería lavar a la ciega de los insomnios, limpiarle la sangre propia y la mocada ajena, entregarla purificada a la tierra, si algún sentido tiene aún hablar de purezas de cuerpo en este manicomio en el que vivimos, que las del alma, ya se sabe, no hay quien pueda alcanzarlas. (Saramago, 98: 211-212; las cursivas son mías.)

 

Aunque el narrador afirme que la limpieza no toca el alma, es un poco eso lo que la mujer del médico desea: los ciegos malvados las han dejado más que sucias. El personaje sufre una transformación después de esta vivencia. Se convierte en la mano vengadora y asesina al líder de sus violadores. De nueva cuenta, ejerce un papel purificador.

 

La mujer del médico se vuelve también más dura, más valiente; acepta que ve ante todos los ciegos. Su influencia da pie a la lucha abierta contra los ciegos malvados, pero también a que otra mujer tenga el valor para desencadenar el incendio que los sacará del encierro. El fuego también es un elemento que limpia.

 

Sobre las llamas, los escombros, los muertos y los sobrevivientes cae la primera lluvia que narra el relato. Esta lluvia acompaña a la mujer del médico y su grupo hasta el centro de la ciudad, donde encuentran refugio cuando escampa. Vuelve a llover cuando la mujer camina por las calles con las bolsas llenas de comida, cuando se pierde. La lluvia le trae de regalo al perro de las lágrimas, que la acompañará a partir de ese momento y que salpicará a los ciegos de su grupo:

 

Agua bendita de la más eficaz, bajada directamente del cielo, aquella rociada ayudó a las piedras a transformarse en personas, mientras la mujer del médico participaba de la metamorfosis abriendo una tras otra las bolsas de plástico. (Saramago, 98: 269-270)

 

Bachelard afirma que hasta en la gota, el agua ejerce su poder depurativo:

 

Mediante la purificación se participa en una fuerza fecunda, renovadora, polivalente. La mejor prueba de este íntimo poder es que se mantiene en cada gota de líquido. Son innumerables los textos en los que la purificación aparece como una simple aspersión. (Bachelard, 78: 216)

 

El rociado de agua de lluvia les devuelve el ánimo a los personajes, pero todavía no han pasado por las purificaciones subsiguientes que les devolverán la vista.

 

Los ciegos y la vidente continúan por el trayecto que los llevará al paraíso: la casa del médico y su mujer. Es ahí donde beberán su primer vaso de agua pura en mucho tiempo:

 

Aquí tienes agua, bebe lentamente, lentamente, saboréala, un vaso de agua es una maravilla, (...) Dónde la has encontrado, es agua de lluvia, preguntó el marido, No, es de la cisterna, Y no teníamos un garrafón de agua cuando nos fuimos, preguntó él de nuevo, la mujer exclamó, Sí, es verdad, cómo no se me había ocurrido, (...) no bebas más, esto se lo decía al niño, vamos todos a beber agua pura. Se llevó esta vez el candil y fue a la cocina, volvió con la garrafa, la luz entraba por el plástico y hacía centellear la joya que tenía dentro. Colocó el recipiente en la mesa, fue a por vasos, los mejores que tenían, de cristal finísimo, luego, lentamente, como si estuviese oficiando un rito, los llenó. Al fin, dijo, Bebamos. (...) Cuando posaron los vasos, la chica de las gafas oscuras y el viejo de la venda negra estaban llorando. (Saramago, 98: 315-316)

 

 

 

Las palabras con las que se describe el agua son “maravilla”, “joya”; el agua es una luz preciosa, un don sublime que hace brotar las lágrimas. El agua pura es algo fuera de ese mundo caído, al igual que la limpieza de la casa en la que están —lo último que hizo la mujer del médico antes de salir a tomar la ambulancia fue lavar los platos—. De acuerdo con Bachelard el agua límpida es una fuerza que “irradia pureza” (Bachelard, 78: 218).

 

La purificación definitiva la reciben esa misma noche con la tercer lluvia. Esta lluvia es “como una inmensa y rumorosa escoba” (Saramago, 98: 317) que barrerá con la impureza de las ropas, de los cuerpos... y del alma. La mujer del médico lo dice: “que no pare esta lluvia, murmuraba mientras buscaba en la cocina jabón, detergentes, estropajos, todo lo que sirviese para limpiar un poco esta suciedad insoportable del alma” (Saramago, 98: 317). Las demás mujeres también se despiertan, son las que lavarán las ropas y los zapatos de todos, las primeras en bañarse. Luego, los hombres.

 

Este baño re-humanizará por completo a los personajes y, con el tiempo, recuperarán la vista. Bachelard explica:

 

Uno de los caracteres que debemos relacionar con el sueño de purificación sugerido por el agua límpida es el sueño de renovación sugerido por un agua fresca. Nos sumergimos en el agua para renacer renovados. (Bachelard, 78: 220)

 

El agua es identificada en muchos mitos como un elemento femenino por excelencia; Saramago lo lleva más allá: la purificación por agua en esta novela tiene además que ver con escobas, jabones, estropajos, elementos domésticos asociados con la labor del ama de casa tradicional. La mujer del médico encarna estos valores.

 

El gran misterio de la novela no radica en la peste en sí —Saramago parece señalar los motivos de la ceguera en el egoísmo y la mezquindad que reinan en su mundo (y en el nuestro)—, sino en los ojos inmunes de la mujer del médico.

 

¿Por qué un mundo de ciegos? Para un testigo que ve. Y este testigo no es necesariamente Saramago, ni la mujer del médico, sino el lector mismo.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

BACHELARD, Gaston. El agua y los sueños. Ensayo sobre la imaginación de la materia. FCE, México, 1978. (Breviarios, 279)

 

SARAMAGO, José. Ensayo sobre a ceguera. Alfaguara, México, 1998.