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Todos los textos son propiedad de sus autores, quienes tienen todos los derechos sobre ellos (¿o será al revés?) y han decidido libremente publicarlos aquí para la difusión pública sin fines de lucro. *Este proyecto está basado, en sus orígenes, en la idea de Dulce Chiang y Alicia Quiñones



miércoles, 7 de noviembre de 2018

OTRO CUENTO, COLABORACIÓN DE ANILÚ HERNÁNDEZ


MELANIE

Era la tercera vez que salía así de un hospital. De nuevo tenía la sensación de que le habían quitado algo. Al principio fue extraño pero, qué más daba, en realidad era un peso que ya no estaba dispuesta a cargar.
     “Los del  ChIildprotectioncustody  harán su trabajo. Es mejor así. ¿Qué haría yo con un bebé en las calles? Ahora lo importante es encontrar una dosis”. Después de atravesar más de un kilómetro de vegetación, al fin llegó al campamento. El Chilango fumaba sentado junto a la traila. Melanie se aproximó y percibió, junto con el olor del tabaco,  el olor putrefacto,  el zumbido de las moscas. Desde que ella se fue, nadie había sacado la basura. El Chilango volteó apenas con una sonrisa, pero sus ojos no escondían el deseo. Se lanzó sobre ella y comenzó a quitarle la ropa. Se metieron a la traila y cerraron la puerta de un azotón. Después del encuentro, desnudos sobre las sábanas, ella le pidió la dosis:
     No hay morritadijo él con dulzura mientras le besaba el cuello— yo ya no tengo nada de eso, estoy limpio.
    — Entonces voy a tener que ir con quien sí me dé.
    Ya sabes que tú puedes hacer lo que te dé la gana, la dosis es la dosis. Nomás con cuidado.

Semanas después, llegaron los dos mexicanos. Traían de todo, desde hierba hasta lo propio para usar la jeringa:
Es raza aventadamurmuraban en el campamentosi los agarran les meten mínimo cinco años de cárcel y luego los deportan. Ya se empezaron a mover de este lado de la línea fronteriza, a uno le dicen el Querétaro y a otro el Sinaloa.
Melanie los ubicó de inmediato. Los hijos que el gobierno le había quitado eran de  mexicanos. Tenía un gusto especial por ellos. Esa misma noche, cuando los del campamento se juntaron alrededor del fuego, ella provocó las miradas con el buen manejo del bodylanguage. Hizo que el Querétaro le extendiera  “la chalupa” para que ella también pudiera inhalar. El Sinaloa no podía dejar de mirarla; adivinó la sangre india que tanto lo prendía debajo de las ropas ajustadas.
    Me llamo Mélaniela escuchó decirlos senos redondos lucían apretados bajo el escote, el tatuaje en uno de ellossoy nativa de la región Yákima.
Sin pensarlo, el Sinaloa le alargó la pipa. Su única adicción era la hierba, pero ¿Cómo no sacar el mejor producto para compartir con esos labios y esa cabellera negra?  Cuando ella la recibió, le hizo una caricia furtiva en la mano. Él imaginó que la tomaba por las caderas, por unos segundos se perdió en la oscuridad de esos ojos.
Después de la intoxicación, Mélanie y los dos mexicanos amanecieron en la misma traila. A partir de esa noche se hicieron cómplices: asaltos a mano armada, robos a almacenes y vehículos de carga, venta de drogas. Los dos hombres admiraban el valor de la yákima, pensaban que aunque su atuendo era el de cualquier norteamericana, conservaba su herencia salvaje. La mujer viajaba de la cama del Sinaloa a la del Querétaro sin problema. Los mexicanos acordaron que eran las aventuras que se vivían del otro lado:
    Ni hablar, así es estodecía el Querétaro¿ O , te aguitas compa? le preguntaba al Sinaloa imitando su forma de hablar.
    Para nada, Querétaro. Así es acá y lo que aquí pasa, aquí se queda.
    El buen trabajo en equipo se refleja; cada vez hay más dinero y se puede surtir mercancía de mejor calidad. De seguir así, pronto se podrán buscar los conectes para poner el laboratorio.
    Cuando Mélanie desaparecía, ya sabían que estaba en operación, conocían los rumores sobre ella y el Chilango, pero eso había quedado atrás. Ahora, su belleza era la mejor arma para el bizne: envolvía a los dealers, los hacía enfrentarse, conseguía lo que buscaba y al final salía ilesa.  El Chilango la conocía, sabía que la muerte la acompañaba, por eso desapareció por unos meses, poseía el cálculo justo para saber cuándo volver.
    Después de un tiempo, el Sinaloa no hacía más que alucinar la forma cómo ella lo montaba, cómo se movía, cómo empuñaba el arma sin miedo cuando había que jalarle y tirar a matar. Aprendió a compartir el cristal y el shotcon ella. De pronto se dio cuenta de que el pecho le ardía al oler en ella el hedor del Querétaro:
¿Qué onda compa?le dijo un díaEstás entrao con nosotros. No creas que no me doy cuenta que nos hechas por delante a ver si nos chingan primero. Tres partes iguales no se me hace justo. La india y yo le damos la cara a la muerte y tú nomás llegas y, presta.
    Se acordó así desde el principio, dijeron que ustedes manejaban mejor la fusca y que yo llegaba luego para arreglarme con las partes. Para mí la hacemos bien  juntos, güey. Ahora que si es por la Mélanie, quedamos en que nada de clavarse,  nomás lo que es el rato y ya. Ah, y el bizne, claro.
¿Así de poquitos güevos, compa?
    No es eso. Lo que pasa es que no tiene caso rifarse por una vieja que es de todos.
    Me estás calentando la cabeza compa. Fíjese lo que dice cabrón, que no se habla así de una hembragruñó el Sinaloa, la mano en el arma.
    Yo hasta aquí lleguédijo el Querétaro, haciendo caso omiso de la provocaciónprefiero seguir solo.
    Cómo quierasdijo el Sinaloa, contento en el fondo porque ya no tenía que compartir a la india. Pero Mélanie jugaba con el sexo mientras hacía los conectes y el Sinaloa no tardó en darse cuenta. Un día, bajo el efecto de los estupefacientes, le ganó la rabia y arremetió contra ella.
    Pensé que teníamos un acuerdo susurraba la india yákima con el rostro bañado en sangre. Pero el bizne era el bizne y la dosis igual. No podía quedarse sola hasta que volviera el Chilango.
    Los habitantes del campamento una vez más se reunieron alrededor de la fogata. Sacaron de todo. En la madrugada, el exceso de substancias los llevaba a la locura. Esa noche, el afroamericano pateó al güero que descansaba en la bolsa de dormir. Cuando este al fin logró desenredarse y salir de ella, encontró a Mélanie tirada bajo un árbol, semidesnuda y lidiando con el mal viaje.
¿Quién fue el son of a bitch que me pateó?preguntó el güero con el puñal en la mano.
Mélanie, llena de cicatrices y con una sonrisa demente, respondió:
    El Sinaloa.

    Al otro día, los dueños de la gasolinera a varios kilómetros de ahí, declararon ante la policía que sí habían visto a una joven yákima. Se había subido a una traila en cuya cabina viajaba un solo hombre de rasgos latinos y cabello negro.En cuanto a ella, las únicas señas particulares que alcanzaron a identificar fueron dos: su corta estatura y  su belleza exuberante.

ANILU HERNÁNDEZ BASTIDA
Nació en México D.F. Estudio la carrera de Mercadotecnia en la Universidad del Valle de México y posteriormente Creación Literaria en la Escuela de la Sociedad General de Escritores de México, donde publicó en la antología Paso al frente de la generación XXXII. Posteriormente publicó en antologías tales como Tintas del Lerma y Ecos del Nido por parte del CONARTCUA en Acámbaro, Gto. Poetizó la exposición plástica Andar de fruto y tierra del pintor guanajuatense Héctor Hernández Jurado. Impartió talleres literarios experimentales para los habitantes de la Col. Río Blanco. Presidió el primer taller literario del Museo Local de Acámbaro Guanajuato, del cual es resultado la antología Laboratorio de Letras. Ha participado en las presentaciones de los libros de autores de distintos estados de la república tales como Marcos García Caballero, ganador del premio Nacional Salvador Gallardo Dávalos y Caleb Olvera, en Acámbaro, Gto, Iván Montenegro y David García.
Fue seleccionada por el Fondo para las letras Guanajuatenses en la categoría de cuento para participar en el seminario de cuento del autor Marcial Fernández. Actualmente gestiona la publicación del libro terminado dentro del mismo y es becaria del Instituto Mexicano de Cultura del Estado de Michoacán para la creación de obra literaria en la categoría de Novela.


domingo, 9 de septiembre de 2018

De qué hablamos cuando hablamos de Poesía, (POR SERGIO VICARIO)


a Saùl Ibargoyen
Sergio Vicario

Vicario, me comentaba Saúl mientras salíamos de la Biblioteca México, ¿de qué hablamos cuando hablamos de poesía; de poesía medieval, de poesía italiana, española; hablamos de poesía sánscrita, de poesía uruguaya o de la India? ¿Hablamos de la poesía actual, contemporánea, de los modernistas, hablamos de la poesía de Netzahualcóyotl o de la de Sor Juana, durante la colonia? ¿De la poesía erótica, del cuerpo, existencial, abstracta, de la poética de la ensoñación? ¿De qué hablamos? Es tan vasto el universo poético, que sólo mirarás una parte (y se sigue expandiendo), nada más. Ni toda tu vida te permitirá conocer toda la poesía escrita, pero está bien, va con el ser humano, y si este desaparece, no habría más poesía.
Recuerdo – me dijo- un día tuve la oportunidad de ir a Egipto y navegué por las aguas milenarias del Nilo, por curiosidad metí mi mano en el río y sentí la corriente. Pensé: ¡cuánto tiempo ha transcurrido!, todo cambia y es igual.
Años más tarde, en mayo de 2012, a propósito de un libro “Crepúsculo inmediato” que le entregué para su gentil prólogo, y escribió:
El volumen que ofrece ahora Sergio Vicario hace referencia de modo central y explícitamente, a un asunto que, desde la antigüedad, los poetas han incluido en sus repertorios históricos; casi diríamos desde la primera invención de la escritura que tuvo lugar en la cultura Sumeria, asentada en lo que hoy es el destrozado Irak. O sea, son varios miles de años a lo largo de los cuales se produjo ese invento revolucionario, con el sostén de piezas de diversa hechura y luego tablillas de barro. El poema de Gilgamesh (héroe primero local, luego regional y finalmente arquetípico), se describe la batalla entre Gilgamesh y su amigo Enkidu contra Khumbaba, el monstruo que vigila el bosque de los cedros en el actual Líbano.
Gran acto bélico pleno de simbolismo; siglos más tarde se escribe el poema babilónico de la creación, en que Marduk, el de los 50 nombres, derrota a sus enemigos en una trágica pelea cósmica. Recordemos ahora al Ramayana y la lucha de los incontables monos, aliados de Rama. Por supuesto como obviar la Ilíada y la Odisea, la Araucana de Ercilla, el Martìn Fierro de Josè Hernàndez y tantos pasajes de la literatura sagrada-judeo-cristiana-islámica.
Por lo tanto, en estos tiempos de abundantes conflictos entre Estados y naciones, muchas veces en sitios alejados de las sedes de los gobiernos capitalistas que los promueven, es natural que haya surgido una respuesta metafórica (continental y extra continental), es decir poética, frente a tanta destrucción que se percibe en el mundo globalizado.
Al poeta que jugara futbol, un hombre esbelto de gran cultura y lucidez, generoso; un hombre lastimado por el o los gobiernos autoritarios; crítico del capitalismo, a él, sólo puedo decirle, Gracias Saúl. Nada más.