© ®

Todos los textos son propiedad de sus autores, quienes tienen todos los derechos sobre ellos (¿o será al revés?) y han decidido libremente publicarlos aquí para la difusión pública sin fines de lucro. *Este proyecto está basado, en sus orígenes, en la idea de Dulce Chiang y Alicia Quiñones



domingo, 27 de abril de 2008

Un lugar en medio de la luna

[fragmento]

I
Senderos de águilas y de serpientes,
montañas de agua, cristalina y diáfana,
ceñidas glaucamente por planicies
que se alzan ávidas al horizonte,
adonde el hálito de la mañana
guarece siempre su ser del calor.
Allí, columbra la zona lacustre:
colmado plexo de islas postizas,
hogar de reyes, quetzales y jade:
que riega el fértil suelo de maíz:
comida de oro de gente de bronce
que atisba el yelmo albo del volcán:
guardián eterno de mujer eterna
que besa cielos blancos, que más tarde,
florecen súbitos, pintando el valle
de rojos, gualdos, violetas y blancos
y verdes aves: quetzales y loros;
y azules aguas de ríos y de arroyos
que corren rápido a unirse al gran lago,
por donde vuelan cenzontles translúcidos
cantando el himno de Tenochtitlán.
Y ahí, parada en el Templo Mayor,
está la verde corona de plumas
y el ronco pecho del emperador,
que con oídos de vientos sutiles
escucha lenguas vinientes del mar,
de gente rubia con casas de palo
flotando cual hoja en agua de sal.
Antaño: Hombres de donde el sol nace,
sobre un madero a la deriva azul
-astilla rota en giros de ciclón-,
posaron pie seco en mojada arena:
moraron, uno en gracia y otro en pena,
en tierras mayas vecinas del sur.
Un hombre dellos defiende al vecino
Pues tiene hijos de mezcla imperial.
Madera errante bordea la península
y toca tierra en la zona Tampico
donde la sangre se sale a las barbas;
mas pronto fuego de pólvora roba
las vidas indias de héroes de guerra.
¡La Paz!
-Después de la muerte: forzosa-
Se otorgan 20 plañidos de madres:
todas bronceadas, con suaves contornos,
todas alegres, de herejes transfondos:
todas cambiadas por credos celosos.
Y fundan casas: la primer ciudad;
ciudad errante que escapa a las lluvias
-de nombre Villa Rica de la Vera Cruz-.
Y pies con polvo llegaron a ella
traído pronto del Valle Central.
Los pies traen oro con joyas y plumas,
también traen voces poéticas únicas.
No sabe oír las palabras el rubio:
presenta armas, prepara batalla.
La sabia y fuerte embajada se alista.
Sólo un suave seno turgente evita
las muertes: tiene por boca una flor,
en cada pétalo entiende un idioma
y en cada antípoda tiene una amor.

II
Presagios viejos, casi eternos, casi
-de varios cientos de tonalpohuallis[1]-;
solemnes cantan la vuelta del ave
-el ave víbora: serpiente alada-
que alguna noche abrasó, como el fénix,
su cuerpo entero: inmolación solar.
Los hombres, fútiles, apenas vivos
de inope fe, fe ciega, fe de pueblo
que grita júbilo, profecía hecha.
Engaño. España. Primera victoria.
España. Engaño. Contienen la flecha.
Engaño. España. La raza idolatra.
Guadaña en mano la muerte se alista.
Se signa un pacto de guerra y maltrato:
los totonacas se alían al barbado
y Moctezuma se entera en el acto.
Algunos hombres de barba española
se cansan del rubio, jefe hasta ahora,
y arman motín: ceguera del oro.
El jefe los mata a todos, y al rubio
que celos, desdeños y mal sembró
le tala los pies cual pena ejemplar...
—o—

[1] Periodos del calendario azteca de 260 días.

sábado, 12 de abril de 2008

En honor al Lagarto

Vocación de incertidumbre, la vida todavía llamea
más allá de los bosques,
donde nuestro encuentro puede ser fugaz y donde
cada quién vislumbrará su destino patinando bajo otras pestañas.
Clarividencia, sed del ámbar, pupilas de noche y animales que huyen
en rebaños.
Quizá de cada quién, lo más mío es éste
pequeño frasco que manipulo a ciegas
para adentrarme en los valles del poema.
Es la única salida, y la ilusión no viaja en tranvía,
sino en el sonido que delata la espesura del ser,
la penúltima frase de la conciencia
que se dicta a sí misma su propia autoridad,
su propia invención moral
y su determinación, quizá para no dejarse raptar
en este mundo donde todo es perdido y fulminado,
seremos secuestradores del verbo, espías de dios
y vendremos a arrullar a nuevas damas, únicamente,
Efraín, salvados por el ángel negro del poema, y sus alas.

Poema estilo los de Eduardo Casar

Tus hombros son dos espumas afiladas
a la orilla de una cabaña,
tu sonrisa es la paz vertical
de una corriente marítima que se alegra
al mirarse en otras pupilas,
tu voz es el fuego de una porcelana
que cae interminablemente en el eclipse
de un suspiro, donde contemplo
tu destino y sé de tu sonrisa de nuevo,
por un mástil que cae como la sombra de un olvido.
Es entonces cuando te retengo en mi memoria,
como esa escalera que subo mientras
tu bajas para encontrarnos en lo ajeno,
lo más propio, lo más precioso, la determinación;
como un oasis en medio
de la ciudad, para mirarnos, caminar y mirarnos,
desayunar y mirarnos,
vestirnos y mirarnos,
ir al cine y mirarnos, platicar de la película y mirarnos;
entonces, nos miraremos profundamente,
como si cada quien estuviera en diferente siglo,
en diferente calle, en diferente nombre, en diferente identidad,
hasta que de tanto mirarnos, tus cejas se parecerán a mis cejas,
tu boca a la mía, hasta que seamos entre tú y yo,
una sola sonrisa que no se despide.