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Todos los textos son propiedad de sus autores, quienes tienen todos los derechos sobre ellos (¿o será al revés?) y han decidido libremente publicarlos aquí para la difusión pública sin fines de lucro. *Este proyecto está basado, en sus orígenes, en la idea de Dulce Chiang y Alicia Quiñones



domingo, 31 de julio de 2022

DIVAGACIONES SOBRE CINE POESÍA Y PINTURA

     A MIS COMPAÑEROS DE LA ESCUELA DE ESCRITORES DE LA SOGEM ENTRE 1998-2002

Desde hace tiempo he sospechado que el lugar que ha desempeñado el cine en el siglo XX, desde un punto de vista sociológico, fue el mismo que desempeñó en el XIX la novela, así como el teatro en el siglo XVI y tal vez en este siglo XXI sean las nuevas tecnologías virtuales y el internet. Dejo en un segundo plano a la televisión pero no a  la radio;  me parece que su campo de acción  de la tele  pertenece a tiempos y a duraciones más efímeras (aunque en su flamazo se nos vayan los días y semanas en las grandes ciudades: eso pienso de la televisión: el imperio de lo más efímero, el reino de la desmemoria y con un poder enorme, que dicta órdenes a diestra y a muy siniestra) y no de gran impacto en la sociedad,  a pesar de que en México se ve mucha televisión y la radio ha tenido y tiene, el honroso prestigio y nobleza de comunicar precisamente a las comunidades más alejadas de las grandes urbes o megalópolis del planeta. La radio comunica a ranchos, pequeñas haciendas, pueblos de playas semi vírgenes y da cuenta de los hechos locales política y culturalmente informando el latir de esas comunidades, que hay más de las que es de suponer. En un país como México, en que desde los tiempos en que terminó la Revolución se habla de que las ciudades han superado a la sociedad campesina y que debemos ingresar a la modernidad en términos de legitimidad de gobierno, democracia sin cortapisas y un definitivo alto a la corrupción, nos hemos dado cuenta de que estamos condenados a que esas ideas sigan viniendo sin cesar, siempre prometedoras, siempre inalcanzables, siempre esperanzadas. Así lo vio Vasconcelos cuando tuvo que empezar desde cero la tarea educativa del país. No importaba que la gente no leyera si es que acaso sabía: era preciso penetrar con los clásicos griegos por todos los rincones del país: Aristóteles, Píndaro, Homero. Ya después se cotejarían los resultados: lo importante era darle a México un pasado de dimensión internacional. ¿Se acuerdan del ensayo Diálogo entre Filosofía y Poesía? Por ahí va la idea: que el cine mexicano volviera a estar en diálogo con la literatura nacional; corriendo al paralelo, vamos es posible, en 2018 ya somos potencia cultural.

            Me he referido al latir de las comunidades y lo hago ahora también de las grandes urbes: en los años cincuenta del siglo pasado ese latir estaba perfectamente empatado entre cine y literatura en México, no en balde es llamada la “época de oro” de nuestro cine. Por ejemplo, las películas del guionista Alejandro Galindo estaban basadas en reminiscencias de textos fundamentales de ésa época: El laberinto de la soledad, La región más transparente, El perfil del hombre y la cultura en México, etcétera. Entre las luminarias de nuestras letras (Octavio Paz, Samuel Ramos o Carlos Fuentes) había un debate muy importante sobre la identidad nacional que Galindo, con un enorme colmillo y conocimiento de las tretas cinematográficas, plasmó en películas como Los hermanos de hierro. Y creo que esto tuvo y tiene mayor impacto en las sociedades y que definen mejor el sentir de una época a decir que lo que nos define es la televisión de aquí pal’ real. Por ejemplo, en la actualidad, películas como Sexo, pudor y lágrimas, Amores perros, La perdición de los hombres o  Y tu mamá también... y en un lugar no menor aunque de menos alcance de las grandes masas, novelas como La piel del cielo, de Elena Poniatowska, galardonada con el premio internacional de novela, Alfaguara 2001, El otro amor de su vida de Héctor Manjarrez, la multi mencionada En busca de Klingsor de Jorge Volpi o Diablo Guardián de Xavier Velasco (Premio Alfaguara 2003 como es sabido). Y así lo seguiré creyendo, ya que me niego a definir a nuestra sociedad por el número de partidos de fútbol que se ven en las cantinas de la ciudad de México.

            Vuelvo a mi sospecha: el cine deja atrás a la novela como hecho cultural que se inserta en el cotidiano histórico. Pero a su vez, el cine debe mucho a las grandes novelas del siglo XIX. Así lo vio Tolstoi en una enorme profecía citada por Fernando Savater en un hermoso y ya lejano  artículo titulado “La palabra imaginaria”: (revista         Intermedios,             marzo            de        1992):

“Ya veréis cómo este pequeño y ruidoso artefacto provisto de un manubrio revolucionará nuestra vida: la vida de los escritores. Es un ataque directo a los viejos métodos del arte literario. Tendremos que adaptarnos a lo sombrío de la pantalla y a la frialdad de la máquina. Serán necesarias nuevas formas de escribir”.

* * *

 

Las deudas del cine a la literatura y su relación son brillantemente exploradas por Savater. Pero yo me pregunto: ¿Y la poesía, y la pintura, la música? La música se ha revelado como una hermana casi gemela del cine, al nacer el cine sonoro y más adelante, el soundtrack, así que  entre la combinación de música y escenas sentimentaloides o emotivas en la pantalla, la gente las confunde con poesía o lo poético y cree que de un plumazo se pueden borrar a Baudelaire, Vallejo o Vicente Huidobro. Hablando en plata, es sabido que el cine es una bola de trucos que obligan al espectador a interesarse, a desbordarse y a entusiasmarse con una trama o unos personajes. En ese sentido, todo el cine que vemos es efectista, de acuerdo con lo que he venido manejando en estos textos. No hablo aquí de los grandes creadores de cine, como Orson Welles, Bergman, Kurosawa, Tarkovski, Kubrick o Buñuel. Sino el cine normal, norteamericano, hoolywoodesco, predigerido y de hecho mucho más disponible para el espectador de a pie: usted o yo. En esos terrenos, la poesía y la pintura casi no tienen nada qué hacer junto con el cine. Tal vez esta aparente lejanía se deba a que el pintor es un poeta por otros medios, es decir, que presenta un mundo estético acabado al igual que el poeta con sus palabras, se trata de una estética que no se conforma con re-presentar  al hombre o la naturaleza, como lo hacen la novela y el cine, sino que en realidad presentan ese otro mundo donde vivimos nosotros: el alma, la otredad en el yo o la ensoñación, tema brillantemente explorado por el francés Gaston Bachelard en su ensayo La poetica del espacio. Existen ciertas ideas psicoanalíticas que defienden al cine comparándolo con los sueños. “Soñamos como si viéramos una película”, parece ser la conclusión con la cual el psicoanálisis avala al cine y lo declara moralmente sano y recomendable. (No hay que olvidar que el psicoanálisis es una ética sofisticada) A los que así piensan y —sobre todo—: ahí se detienen, los remitiría  al espléndido cuento de Bertrand Russell Ajuste. Una Fuga para que descubran la pesadilla que tuvo el psicoanalista que intentó someter a diván a los grandes personajes de Shakespeare. ¿Qué pensaba Freud sobre lo que descubrió Lumiére? Por lo menos hasta donde yo tengo noticia no hay un texto freudiano amplio y contundente al respecto. Por tal motivo, creo que en ésta tónica (por lo menos la de ésta nota) Gaston Bachelard fue mejor detective: es la ensoñación el estado en el que verdaderamente el individuo se revela, dialoga y examina su propia vida, ya que la ensoñación tiene muchas más oportunidades que el sueño. Cuando se trata de penetrar en el interior de un personaje, el cine se vale de una nubecita (ahora este efecto está casi ya superado) u otros como planos-secuencia intermitentes que nos muestran un mundo onírico por acumulación, pero pintores y poetas saben que esto no basta para hacer poesía; poetas y pintores reflexionan, se inspiran (es decir, tienen visiones de la materia o sustrato poético sobre el cual trabajarán, lo cual es muy distinto a imaginar propiamente imágenes: el binomio imagen visual-imágen poética no existe) y no sólo sugieren, como lo hace el cine. El arte pictórico y poético expresan la fascinación y el vértigo de sentir o indagar en el alma propia, lo cual es una defensa preciosa de la subjetividad: poesía y pintura insinúan lo otro, el cine insinúa unos trucos. Aunque partimos del hecho de que ambos caminos seducen, (en el sentido de que en cualquier seducción hay algo de trampa y espejismo), en poesía y pintura la seducción nunca acaba: la prueba estriba en que un buen observador de cuadros o un buen lector nunca se cansan o se aburren de las buenas pinturas o los buenos poemas; en cambio, mirar la misma película más de una o dos veces resulta un tanto bruto. En fin, el cine tiene muchos grandes novelistas, en el sentido de la estructura narrativa, pero aún le faltan un Borges (ensayista), un Neruda (poeta) o un Salvador Dalí (pintor). El día en que esto se muestre, será gracias a que los hoy aprendices de cine habrán leído a Bachelard, la ensoñación se desnudará y así comprenderemos una vez más, que el cine puede y debe ser un arte, que al igual que todos los demás, necesita revolucionarse en contenidos y no sólo en aspectos puramente técnicos.


viernes, 29 de julio de 2022

Los griegos valientes de Chiapas


POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

El zapatismo moderno de Chiapas, como hasta en Italia se sabe, como lo sabe Saramago, Oliver Stone y, supongo, todos nuestros actores políticos, se ha complejizado entre muchas otras razones, para no ser lo que se dice, “una causa perdida”. A favor del zapatismo están todos los valores occidentales provenientes  de la modernidad, iniciada en la Revolución Francesa,  y si nos vamos más atrás, la verdadera modernidad está en Grecia, con el origen del  arte teatral, el invento democrático de la política  y el amor al conocimiento con la filosofía. El concepto neozapatista “mandar obedeciendo” no entra en contradicción con el invento político griego, luego entonces paradójicamente, quien tiene un retraso verdadero en el discurso, es el gobierno mexicano que se empeña en no entender que la solución del problema debe ser tomada con todos los referentes del panorama internacional, claro, pero si el problema es nativo, no es de los nativos, sino de los que olvidan el significado y el fervor humanista de la modernidad, sustituyéndolo con mentiras muy humanas, pero que también producen miseria, hambre y desolación a un sector muy importante de la población, que insiste en que la paz no debe ser sólo un referente diplomático que termina como semi-servidumbre al exterior, sino al interior como una necesidad, ananké, en griego, es decir, lo que está ahí, porque tiene que estar ahí y ser así. ¿A dónde irían los tojolabales, los tzotziles o los tseltales si se instauran las super carreteras del Plan Puebla-Panamá, los Mac’ Donalds o los JC Penney? ¿Tendrían Mercedes o Tsurus, calzarían Niké o comerían una Brontodoble? ¿No más bien la globalización antihumana de las potencias económicas mundiales tendría que reconocer que dichos indígenas tienen un modo de vida, cultura y visión con historia propia, historia que no es prestada de ayer ni de hace sólo 500 años, historia que como la de cualquier pueblo o región, debe ser respetada? Los gringos se ofuscan si el mundo no se les parece, los británicos les siguen, luego el gobierno español, como si fuera la época de Cristóbal Colón mandando todavía tropas a Irak, ¿eso es progreso? La luz de ese progreso alumbra tan alto o más, como actualmente es alto el edificio de Oklahoma o las torres gemelas de Nueva York, ¿Qué  les pasó a esos edificios tan altos? Se fueron a la chingada del planeta.

Un conmovedor artículo de Carlos Lenkersdorf aparecido en el suplemento mensual ojarasca del periódico  La jornada (junio 2003), “Las casas tojolabales nos interpelan”, regresa a los tojolabales la metáfora de la casa como expresión de la voluntad y el alma de los que la habitan, lo que en términos literarios el filósofo francés Gaston Bachelard utilizó para referirse a la casa primigenia como portal y pedestal de la ensoñación del ser humano: “las habitaciones internas” que descubre el adulto escritor, que  va recogiendo y reconociendo en la creación del texto, tienen como  remanente o correlación la casa o las casas donde hemos vivido, en ellas se guarda todo aquello que nuestro ser reclama como auténticamente propio, principalmente la ensoñación y los recuerdos, la infancia, pues, el primer gesto, los primeros aprendizajes, no están en la calle, la escuela o la intemperie, sino en la casa, lugar en el que fuimos depositados antes que en el mundo. La poética del espacio tiene esta frase brillante: “ciertamente la infancia tiene mayor tamaño que la realidad”. Cuyo aire de paradoja significa, volviendo a Lenkersdorf, que los tojolabales no quieren vivir en la casa grande o la casa del cacique o patrón porque en ella hay una hostilidad que viene de 500 años para acá: primero tuvo rostro español y católico, luego priísta y ahora francamente neoliberal. Por eso los tojolabales, decididamente griegos, decididamente universales, cumplen su propia ley “mandar obedeciendo” tomando las decisiones que atañen a la comunidad en la casa grande, la cual es, obvio, un edificio público.

            Cuando participé en la Caravana Mexicana Para Todos Todo, de diciembre a enero del 2002, en el municipio autónomo Moisés y Gandhi, los zapatistas nos recibieron y nos prestaron para pasar las noches en esa comunidad una casa al lado de “la casa grande”, lugar que posteriormente utilizaron los líderes de la comunidad para definir las respuestas a las preguntas que les planteamos: que opinaban sobre el PPP, la presencia de los militares, los priístas, etc. Debatieron toda la noche, mientras al lado nosotros dormíamos; yo me quedé dormido después de amenizarme el rato con un walkman y las ideas musicales de La Maldita Vecindad. Al día siguiente regresaron, bajaron de sus propias casas y nos dieron respuesta.

Para terminar, un comentario de orden estético, las casas de los tzeltales que yo conocí, eran ciertamente pequeñas, modestas, con suelo de tierra, un fogón, otros elementos de madera y las paredes eran de tablas alzadas unas junto a otras, pero que dejaban entrever rendijas por donde se colaba el viento, pero no lo suficiente para que se colara el viento neoliberal y tuviéramos que declarar que la vida era una penuria: todo era festín para nuestros anfitriones, una tasa de café o un par de tacos. Yo me decía: “indudablemente esta gente vive en condiciones de pobreza y marginación, pero si esas tablas están separadas lo suficiente para ver fuera, no es porque no les hayan alcanzado, sino porque forma parte de una cosmovisión: aquí está el hombre y su familia, su casa, sus animales, pero también comparten como compañero al viento, al sol, al arroyo, a la milpa… esto es mantener la dignidad a cualquier precio, o mejor dicho, a lo que no debe tener precio, porque ellos saben, sin tener que leer a Bachelard, que la casa es el origen, lo primigenio, la razón de una lucha que lleva 500 años.” La pintura que vi en un Aguascalientes decía: “podrán cortar todas las flores, pero nunca acabarán con la primavera”. Pero mejor ya me callo la boca porque luego me dicen que hago turismo revolucionario o uno que, más allá, me dijo: “te fuiste de vacaciones revolucionarias”.

  

LA INVOCACIÓN DE LA MUSA II POR MARCOS GARCÍA CABALLERO


A ELLA, QUE SABE COMO DISCURRO

 

Vistes de pantalón y blusa blanca,

Te veo sentada,

Murmurándome cosas a la distancia.

En algunas ocasiones, un fin de semana por ejemplo.

Quizá después de una comida en el centro de la ciudad.

Caminando con un agua de Jamaica en la mano

Comienzo a sentirte porque finalmente es inevitable.

Comienzan a correr entre nosotros

Las paletas de limón y la música

De Lacrimosa o So far away so close y poco a poco nos vamos

Saludando: tú con tu identidad en mi conciencia,

Y mi conciencia llena de tus ojos; de una forma tan brutal y tan

Hermosa que parece una despedida en medio del gentío,

Cuando todo comenzaría a reagruparse bello como

Cuando el Sol se pone.

Y así en la calle, con tu fuerza

Y tu energía te siento preguntándome cosas, es curioso ¿sabes?

Es como si lo entendiera todo o tal vez nada: Alegría pura y

El milagro ocurre, y sí porque es tu voz y tus ojos

Habitándome por completo.

Buscando ciertos elementos en mi pensamiento,

Tratando de encontrar el fondo de mi ser

Y entre la gente voy con el agua de Jamaica y tú

A 450 kilómetros de distancia…

Hacemos un duelo de espadas, y ya no sé si la fruta es naranja

O tal vez fresa, porque he vivido estos años con tanta guerra,

Que parece que entiendo que tu algún día o quizá yo, te pida

De rodillas que veas televisión, en vez de matrimonio.

 

jueves, 28 de julio de 2022

CUENTO DE NAVIDAD HISTÓRICO POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

Para empezar ahorrémonos los chismosos vocablos supuestamente novedosos  del grosero referente inicial “resulta que esto o lo otro”, y comencemos este aparatoso cuento navideño (como lo son todos los demás) a la manera de alguien ahondando hacia lo profundo de una alberca diáfana, como en el acto de quien busca rescatar una joya o un collar valioso extraviado  hace pocos segundos por su pareja; sólo que en este caso la joya se trata de  mi memoria particular y rescatémosla para que  luzca refulgente y, a través de ella, vislumbremos todo el cuadro de la cena de  Nochebuena del año 2010 de mi familia. Ahí son cerca de las diez y media de la noche y es el momento de dar los regalos a los niños. El abuelo materno, noventa y tres años cumplidos, habla y se involucra ya demasiado poco, persigue la conversación con los ojos medio cerrados y se enfurece demasiado azotando el bastón en la mesa del radio, su único contacto con el mundo porque además está casi ciego. Mi madre y mis tías ocupan desde hace cerca de nueve años el lugar de capitanas de abordo cuando la familia entera se reúne y esto, sobre todo, porque las cuatro tienen muy buen sazón. La sirvienta sólo se dedica a cuidar al abuelo y en sus ratos libres, a chismear con el novio y las vecinas. Mi tío político, de origen escocés, acaba de volver de Inglaterra con mis primas. Ha traído buenos regalos para todos desde Heatrow. Para mi abuelo, un par de botellas de genuino whisky escocés. Se me hace agua la boca de solo mirarlas. Una de mis tías se las lleva al sillón donde mi abuelo está empotrado y al abuelo le sale con una voz desmadejada y cavernosa el agradecimiento:

—Aah, gracias Jimmy, whisky Glenfiddich, es muy bueno…mmm…                           

Y vuelve a cerrarse en sí mismo y a cavilar meditaciones sobre mi abuela. Ella murió en 2005. Y como cada año desde entonces, todos resentimos su ausencia en éstas fechas. ¿Pero y quién entonces es el hombre fuerte de la casa? Ahora sí puedo decirte que “resulta” que ése papel lo ocupo yo como el primogénito de la familia y, entonces, para alejar el espectro de la ausencia triste de la abuela muerta, me apuro haciendo chistes a las primitas pequeñas y los otros chamacos  sobre sus regalos y recuerdo que una de mis tías me ha comentado hace un par de noches que compramos los preparativos para ahora mismo, que entre los antepasados de la familia se encontraba alguien que logró… pero ya leíste el título del relato. Entonces ahondemos más atrás, vayamos más allá de la memoria personal para llegar a la verdadera joya, e imaginemos otro aspecto para todo el inmenso territorio del Valle de México; no veremos edificios modernos ni multitudes ni nada que nos parezca un referente a la megalópolis monstruosa de la actual Ciudad de México.

            El referente exacto comienza en Francia, en París, en la Revolución Francesa y con la Toma de la Bastilla; quizá en esos albores de la modernidad (esa sí, que a no dudarlo, comenzó con ese magno hecho histórico) podamos ver las calles de París dejando atrás la vieja arquitectura gótica y dando paso a las novedosas construcciones de vidrio. Como se sabe, Charles Baudelaire, uno de los tres o cuatro  grandes poetas franceses del momento (y no hay que decir que tuvo y tiene todavía una influencia enorme en la literatura universal), paseaba por ahí con alguna de sus amantes planeando su obra cumbre: Las Flores del Mal. El poeta nació en 1821, pero la toma de la Bastilla fue antes. Mis antepasados por la parte materna se remontan al año 1790, cuando nació Laurent Duprée y formó luego su familia con La Bella Anita. La Señora Duprée estaba embarazada cuando fue separada de su marido, así que dadas las condiciones en Francia en aquella época, sabemos que Laurent Duprée nació en alguna cárcel hedionda como cañería.

            Es entonces cuando se anima la Nochebuena de la familia, porque mi tía, copa de vino en la mano e hijo pequeño restregándosele en los pantalones, nos tiene la semblanza nada menos que de ¡la genealogía de la familia! “¡Hey, presten atención a su tía!”, le grito a tanto mocoso y mocosa corriendo entre moños deshechos, regalos  y un árbol de Navidad verde con esferas rojas y azules que, ciertamente, no fue comprado en las faldas del Popocatépetl, como se acostumbraba cuando yo era niño y, supongo, los mayores defendían este abolengo que, intuyo, ya no es algo que propiamente me pertenece de facto: en mi niñez yo jugaba otro rol o era otra etapa  en esta familia, y para no desperdiciar ni un solo adjetivo sobre el niño que fui (no acostumbro hablar para nada de mi infancia, ni en lo personal ni en lo escrito), prefiero asistir completamente oídos abiertos a esta cena y llevarme la joya del relato. (Ojo eh: todo esto es solamente evitar el papelón de ser el hombre fuerte de la casa y estar, simultáneamente, en el desempleo desde hace un par de meses. Espero que Laurent Duprée me lo perdone hasta allá donde se encuentre.)

Dice mi tía: “De la cárcel llegaron a escapar debido a la amistad que la doncella desarrolló con el carcelero… Su padre y hermanos mayores huyeron en tanto a un convento, en donde permanecieron por varios años. Sus hermanos fueron pintores, aparentemente de la escuela de Delacroix. Una vez ya fuera de la cárcel, la Sra. Duprée e hijo se marcharon al pueblo y casa de la doncella, pueblo posiblemente localizado en un valle de los Alpes franceses.”

“Laurent creció como hombre del pueblo, estudió medicina, fue un hombre de ideas liberales que casó con una mujer del pueblo (plebeya) que era conocida como La Bella Anita. Fue menospreciado por sus hermanos por la vida sencilla que llevaba, particularmente por la elección de su esposa ya que sus hermanos siempre fueron conservadores y se sentían nobles y aristócratas. Como tantos otros en busca de nuevas oportunidades, Laurent y su esposa viajaron al nuevo mundo y llegaron a México, posiblemente hacia 1810 o más probablemente hasta alrededor de 1821 o poco después. (Ojo eh: ¡Pisaron tierra mexicana mientras Charles Baudelaire nacía y terminaba la Guerra de Independencia de México!). En este país ejerció su profesión, particularmente trabajó en la lucha contra el cólera, enfermedad que hacía estragos en el puerto de Veracruz durante los años veinte del siglo XIX. En México nació su descendencia que consistió sólo de mujeres; una de ellas llamada Celestine, se casó con un ingeniero de minas inglés recién acabado de arribar. Laurent, quién a la posteridad fue referido en la familia como Bon Papá, murió en Veracruz combatiendo el cólera.”

—Pero la historia no termina ahí ¿verdad? —digo mientras sostengo en mis piernas a su hija y termino de leerle un fragmento de un cuento de los Hermanos Grimm, de un grueso volumen de edición inglesa, que le tocó de regalo.

—No, claro —dice mi tía—, continúa nuestra descendencia con Marie Celestine Charlotte Duprée, que se casó con Henry Glennie.

“Los Glennie eran escoceses, dos de ellos vinieron a México: Henry Frederick y William, en tanto que otros se cuenta que fueron a África, a Camerún; todos eran ingenieros de minas. En su viaje a México su barco naufragó, así que los sobrevivientes subieron a las lanchas de salvamento. La lancha donde iban los Glennie tenía un agujero que al parecer estaba taponado, pero el tapón se perdió y entonces empezó a entrar el agua. El abuelo Glennie usó su sombrero y puso encima su rodilla y de esta forma lograron salvarse. Debido a este heroico incidente quedó mal de su pierna.”

“En México hicieron una excursión al Popocatépetl en 1827, la primera excursión reconocida[1] donde colectaron muestras de roca y tomaron mediciones barométricas para calcular su altura, (aproximadamente 5,450 metros sobre el nivel del mar) mismas que ni siquiera Humboldt había realizado, así como también se dedicaron a hacer otras observaciones de exploraciones a otras partes del territorio nacional.

 “Uno de los Glennie llamado Henry fue el que se casó con Celestine, la hija de Laurent Duprée y tuvieron tres hijas: Ana Carlota, Laura y Constanza. William debió haber tenido al menos un hijo de nombre Frederick que continuó con la tradición minera.”

“De Celestine Duprée, inglesa (escocesa por matrimonio), se cuenta una anécdota igualmente heroica. Cuando se alzó Leonardo Márquez, el Tigre de Tacubaya (1859), sus hombres quisieron asaltar la casa donde vivía la familia de Henry Glennie, estando éste presuntamente ausente (¿quizás trabajando en alguna mina?) y su mujer acabada de parir y con hijas jóvenes adolescentes (Ana Carlota de 17 años y Laura algo menor), Celestine Duprée escondió a sus hijas y en el momento de querer entrar los asaltantes, con una bandera inglesa en la mano se les enfrentó gritando: “¡Éste es territorio Inglés, si entran se atienen a las consecuencias!”, y era cierto, para ese tiempo su marido ya era cónsul. Los asaltantes titubearon pero finalmente se retiraron.

“Parece ser que después de este episodio ella murió alrededor de 1860 y después de ella su pequeña hija recién nacida llamada Constanza. Ana Carlota (nuestra lejana parienta) casó con un alemán: Diedrich Graue, con quien tuvo 10 varones y 2 mujeres, de ahí proviene nuestra parentela con los Graue, como el destacado Doctor Enrique Graue, director de la Facultad de Medicina de la UNAM.”

“Diedrich Graue  llegó a México como cónsul de Bélgica, hecho un tanto extraño ya que era alemán, procedente de Hamburgo. Él era comerciante y recordaba nuestra abuela (que fue su nieta) que era muy exigente en la atención que se le brindaba, particularmente en lo concerniente a los alimentos. Comía y cenaba de lo más formal y nunca permitía que se le repitieran las mismas viandas de una comida a  otra, sino que cada vez se le tenían que ofrecer platillos diferentes y variados. Con frecuencia había en casa vinos y productos de procedencia alemana. Era adinerado y seguramente gordo.”

“Ana Carlota —la adolescente que defendiera Celestine— era una mujer culta y desenvuelta para su época, nació el 6 de agosto de 1843, hablaba varios idiomas y viajó bastante, tal vez debido a quedar huérfana de madre en edad temprana. Su padre Glennie la envió a Inglaterra para que se educara y asistió a la Abadía de Westminster. De joven concurrió a los bailes de Maximiliano (llevados a cabo durante 1863 y 1867, tiempo que duró el imperio de Maximiliano) y muy probablemente ahí fue donde conoció a Diedrich Graue, cuando éste llegó como cónsul belga. Ana Carlota tuvo 10 hijos y 2 hijas. Una de las hijas fue Carlota Elizabeth, madre de mi abuela, la otra era una mujer con discapacidad intelectual, algo “retrasadita”, decía mi abuelita, llamada Tía Nenita. Entre las manías de esta tía, prueba de su “retraso mental” (¿autista quizás?), estaba que le gustaba guardar y atesorar retazos e hilos.” En este punto de la historia todos los varones presentes nos reímos incluido el abuelo y las niñas de la familia presumen sus talentos escolares: “Yo tengo 10 de promedio, ¿eh Mateo?” “Y yo soy la mejor de mi clase de gimnasia, eh?” Pero les digo que mejor escuchen porque esto es importante.

Para ese momento ya he logrado probar el Glenfiddich que Jimmy le ha regalado a mi abuelo, por lo cual a mi árbol genealógico ya puedo olerle la resina como a la de un pino de los Alpes Franceses y sólo pienso: “Qué cosa más curiosa,  hasta hace sólo seis años un descendiente de Bon Papá vestía con playeras de The Cure, U2 y Placebo.” Pero mi tía continúa con la historia: “La hija mayor de Ana Carlota fue Carlota Elizabeth, que nació en 1869, la cual casó con Julius Bacmeister-Poggenphol (1855 –1932), un hombre de carácter afable y de origen alemán, que llegó a México como contador de la casa Böker. Pertenecía a una familia numerosa, su madre -Luisa Poggenpohl- había tenido 7 hijos y según las leyes del Kaiser el séptimo podía merecer toda su educación a cargo del estado. No obstante su orgulloso padre -Lucas Bacmeister- no aceptó este beneficio. Cinco de sus hermanos fueron militares a excepción de él y su hermano Ludwig, que fue arquitecto o ingeniero, y con quien vino a asentarse a México.”

“Perteneció a una familia con un gran orgullo de sus orígenes, su árbol genealógico, reconstruido por los Bacmeister que permanecieron en Alemania, se remonta ¡a 1284!, siendo muchos de sus remotos integrantes abogados y reverendos protestantes. Fuera de Alemania, los Bacmeister se encuentran en Inglaterra y Estados Unidos, además de México. Julius Bacmeister tenía un defecto físico que le impidió seguir el camino de sus hermanos militares si hubiera querido (dicen que si quería) y esa limitante para ingresar al Ejército era que estaba ligeramente cojo. Esa cojera la adquirió debido a que en su juventud al patinar en un lago helado se le hundió el pie y quedó por mucho tiempo en el agua helada, hecho que produjo su cojera.”

“Carlota Elizabeth, decía mi abuela, era una mujer muy encerrada en su casa. Como fue prácticamente la única hija mujer ayudó mucho a su madre cuidando a sus hermanos, sobre todo porque su madre tenía muchos compromisos sociales y pese a que seguramente tenían servidumbre suficiente para apoyar en estas actividades. Creció en un ambiente de riqueza, con la presencia de una figura paternal autoritaria y tradicional, tomando responsabilidades que no le correspondían, pero siendo tal vez un tanto inútil en varios aspectos en los que su madre y padre se desenvolvían con soltura. A Carlota Elizabeth la llamaban Lilly. Tuvo ocho hijos. Las cuatro mujeres fueron Luisa, Ema, Elsa y Margarita (nuestra abuela: 14 enero 1897 - 18 mayo 1980), es decir, la tatarabuela mía: de Mateo Gargallo Castellanos el que cuenta este relato ¡¡para la pedantería remota!!). Ema murió a los 13 años de una lesión cardiaca, la cual adquirió siendo pequeña como consecuencia de haberse caído a un pozo, de donde afortunadamente pudo ser rescatada. Tenía un cabello largo muy hermoso que cortaron antes de enterrarla y dice mi abuela que en ocasión de exhumarla para el entierro de un familiar, el cabello le había vuelto a crecer, aunque ya no de su rubio color original, sino de un tono grisáceo-opaco.”

“Los cuatro hijos hombres fueron Lucas Heinrich, Julius Carlos, Wilhelm Walter Diedrich y Friedrich Georg. Este último murió de 2 años debido al parecer a haberse tragado un objeto que le impidió respirar bien, le hicieron traqueotomía pero no funcionó. Julius se dedicó a la música y trabajó en la estación de radio XLA; él se consideraba el más brillante intelectualmente hablando de la familia.”

 “Tenemos foto de Lilly de viejita (foto 4 generaciones: la tatarabuela, la bisabuela, mi abuela y mi mamá), tenía un aspecto totalmente Graue y con eso quiero decir que no era muy agraciada.” En ese momento todos vemos la foto escaneada que luce inolvidable, como nuestro tesoro de navidad.

A estas alturas la narración ya toca tiempos más cercanos, referentes a la unión de la abuela Margarita Bacmeister Graue, con el abuelo Manuel Ignacio Miranda Díaz.

 “El padre del abuelo Miranda, era abogado. No se sabe mucho de él o su familia, salvo su memorable muerte: en una ocasión, la última, al estarse rasurando en su casa de Tacubaya sucedió que una góndola se soltó y fue a incrustarse dentro de su casa, matándolo por unos vidrios del espejo en el que se veía al rasurarse, los cuáles se le incrustaron en el vientre.”

 “El abuelo Miranda le llevaba catorce  años a nuestra abuela, se conocieron en el trabajo que la abuela tenía de traductora en una revista geográfica similar al National Geographic que se llamaba El Mundo Ilustrado. Cuando se conocieron la abuela tendría entre 22 y 23 años  (se consideraba algo mayor a una mujer que a esa edad no se hubiera ya casado) y había perdido los valores más preciados para esas épocas: virginidad y juventud”.

“De cómo perdió su virginidad la abuela y sucedieron los hechos que la marcarían de por vida, es todo un enigma, aunque es algo que al parecer sucedió en sus 17 años. Una primera historia que me fue contada es que había sido por un joven cadete militar y que por andar con él, sin la tutela debida, quedó embarazada de un niño que al nacer le fue arrebatado y asignado a una empleada doméstica como si fuese suyo. La familia obligaba a la abuela recién parida a asistir a los bailes y compromisos sociales, cuando el bebé requería de su presencia simplemente para alimentarlo, de hecho iba “chorreando en leche”. El bebé murió y el cadete nunca regresó. Después resultó que esa historia no era válida y que la abuela fue violada, pero ¿por quién? ¿Por un familiar, como con más frecuencia sucede?, ¿quién sería? ¿un hermano? No creo, ¿primo, tío? A eso me inclino más, o tal vez fuera una amistad cercana consuetudinaria, el caso es que quedó embarazada y efectivamente el nene se perdió.”

“Sea como haya sido, en ese estado en el que quedó, habiendo perdido virginidad, con un embarazo ya en la historia de su cuerpo y siendo ya no una jovencita es que conoció al abuelo y la historia parcialmente se repitió, volvió a embarazarse, ahora de quien sería nuestra mamá, a sus 24 años. En algún momento pudo escapar con su bebita de su casa, donde la tenían poco menos que secuestrada o en estado de sitio por reincidente, e inició su vida con el abuelo a un lado, pero ausente. El nacimiento de otra hija, Elena, marca el establecimiento de este nuevo régimen de unión de larga duración, aunque sin casamiento, como lo atestiguan los subsecuentes alumbramientos de Nacho, Beatriz, Manuel, seguidos por los de Gabriela y Carolina, esta última a quien tuvo a  sus 47 años.

Del tiempo en que estuvo con su hija recién nacida en la casa paterna se tienen las anécdotas de que las hermanas no querían usar el mismo bacinal que ella porque quién sabe qué hubiese contraído de “el indio”, como le decían al abuelo, y como ésta seguramente otras humillaciones. En este tiempo tuvo una nutrida correspondencia con el abuelo, misma que rompió posteriormente cuando su estado de senectud avanzaba, incluso yo llegué a ver y medio leer algunas de ellas y cómo me arrepiento de no haber guardado algunas, ya que lo pude haber hecho.”

“Enfrentó las diversas adversidades que tuvo sin queja y buen ánimo, no tenía otra forma. Rompió con la familia: nada de contactos sociales con la sociedad germana o extranjera, renunció al propio idioma y a la religión presbiterana, pero no a partes de su educación germana, a la tradición doméstica y al orgullo aristocrático. Mantuvo casi sola a su familia, pues el abuelo prácticamente no contribuía más que con la transmisión de sus cromosomas. La manutención de su familia se hizo progresivamente más difícil conforme la prole crecía en tamaño y en número, con lo que se reducían las posibilidades de desarrollo de los mayores. Los trabajos que conseguía no eran muy bien remunerados, en parte por su falta de preparación y en parte por su estigma. Aunque tenía su carrera de educadora era en realidad imposible vivir de ella. Una persona que le ayudó a conseguir estos empleos fue Ludwig el marido de Luisa, su hermana. No obstante sus hermanas siempre fueron despreciativas hacia ella brindándole supuestamente ayuda con donaciones de objetos inservibles por desgastados y caducos y “cantando” siempre los apoyos que le hacían. Entre sus hermanos el que le brindó más comprensión y compañía fue Willy.”

“Al final del camino logró lo que quería: tener y llevar a buen término a sus hijos, que tuvieran una educación elemental y “casarlos bien”, sobre todo las mujeres, el que por poco se le escapa fue Manuel. Como es de esperar en familias con padre de personalidad dominante pero ausente, los varones fueron de más difícil crianza.”

“Y aquí estamos nosotros —dice mi tía— en Navidad del 2010, los hijos y nietos de sus hijos rememorando un poco de dónde venimos, admirando a nuestros maravillosos antepasados, cada uno con una historia a cual más interesante y admirándonos también de cómo pese a tener los mismos padres (o madre en específico en su caso), pueden los hijos salir con tan diversas inclinaciones, gustos y preferencias”.

Esta conversación duró hasta las dos de la madrugada. Por supuesto mis otras tías y mi madre también comentaban todo lo genealógico, Jimmy y yo bebíamos  Glenfiddich; los  chamacos, después del relajo que causaban,  fueron llevados a acostar y se volvió a comentar en la mesa temas de actualidad como la política, los libros o  la ciencia. Corrieron los vinos y las botanas de jamón serrano con queso chihuahua, el lomo y la ensalada con crema de nuez; el otro whisky Glenffidich  que sabía maravilloso y qué decir que también por parte de mi abuelo materno sé  de  grandes historias,  una en particular, en que en su juventud él y su pandilla de la preparatoria de San Ildefonso conocieron  a Diego Rivera en oscuras circunstancias de grillas políticas y una anécdota comunista entre todos ellos  la conjugué con los jóvenes personajes de los años noventa de una novela que ganaría el Premio Nacional “Salvador Gallardo Dávalos” de Narrativa Joven  y en verdad, la nochebuena  iba estupendamente hasta que mi abuelo preguntó desde el sillón:

—Oye Mateo  y a ver ¿cómo  va  el trabajo, a ver?

Y Yo le contesté: —mira, la verdad soy podador de árboles genealógicos.

—¿Podador de árboles genealógicos? ¿Y Cómo es eso?

Y dije: —Si sigues chingando vas a ver mi oficio: voy a meter todas esas medicinas que te mantienen con vida al horno de micro hondas y después las voy a rociar con el whisky que te trajo Jimmy y ya verás como sí soy podador de árboles genealógicos.

Entonces la Navidad del 2010 estalló… creo que hasta el niño dios del nacimiento se puso de espaldas y prefirió pasar sin ver… todo mundo a la mañana siguiente festejó sus regalos y yo, por querer pasar por el hombre fuerte de la casa ni me dieron nada por no respetar tan sagrada dinastía… así que salí temprano a buscar a mis amigos para tomar unos vinos y hablar de esa locura favorable para los versos que tenía el fulano de tal llamado Charles Baudelaire… total –me dije– ese güey sólo escribía versitos y nunca escaló un volcán para medirlo, pero al pensarlo, rectifiqué: “¿Entonces, si no es por él, por quién chingados voy a brindar con mis amigos?”

 

Al respecto de sus actividades, como bien señalan[2]  algunas fuentes, hubo varios ejemplos de mineros británicos asociados con empresarios mexicanos que tuvieron injerencia en la minería. Tal es el caso de William y Frederick Glennie, quienes llegaron a México contratados por la United Mexican para trabajar en Guanajuato; su integración fue casi inmediata conforme ampliaron sus intereses mineros y los relativos a las actividades científicas y recreativas de reconocimiento del territorio al escalar el Popocatépetl en 1827. Aún cuando la compañía fue perdiendo vigor, se establecieron en México vinculados activamente a la minería. Sus ligas con Inglaterra fueron de utilidad a ambas partes, ya que su conocimiento del país y los mexicanos era una ventaja para el gobierno británico, que nombró a Frederick como Cónsul General en 1853[3].

Esto aparece en el libro de Ward (pág. 9), donde los señalan como hombres de ciencia: “Aludo en particular a... y al Sr. Glennie, uno de los comisionados de la United Mexican Asociation, quien ha trabajado infatigablemente en sus investigaciones…. El señor Glennie posee una serie de observaciones, hechas por él mismo, que comprenden desde Oaxaca hasta Chihuahua y Guaymas”.

 

 

 

 

 



[1] Alma Parra, “La conquista del cráter, el diario de viaje de dos mineros británicos al Popocatépetl” Rev.Historias, INAH, n. 69, p. 133-141, 2008. Artículo en línea en: http://www.estudioshistoricos.inah.gob.mx/revistaHistorias/articulos/historias_69_133-142.pdf

[2] Alma Parra y Paolo Riguzzi, “Capitales, compañías y manías británicas en las minas mexicanas, 1824-1914” de. Rev. Historias, INAH, n. 71, p. 35-60, 2008. Artículo en línea en: (http://www.estudioshistoricos.inah.gob.mx/revistaHistorias/articulos/historias_71_35-60.pdf)

[3] The Annual Register, Londres, Wood fall & Kinder, 1854, p. 292.

martes, 26 de julio de 2022

OBSERVACIONES POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

1

El suicidio de Luis González de Alba es un golpe a la inteligencia mexicana. Recuerdo que sólo una vez lo conocí, una vez que fui a México en 1992 y mi padre me lo presentó en un bar que Luis había inaugurado a mitad de insurgentes. Estaba toda la generación del 68 esa ocasión (los vivos entonces). Nunca leí Los días y los años, publicado por ediciones Era, su libro clásico sobre el 68, pero siempre sentí respeto a su persona (ni siquiera me burlé nunca de su condición de homosexual), entiendo que éste factor lo tenía de bajada mentalmente. Mucha gente me decía que había perdido respeto POR SUS OPINIONES, y otros me dicen que les gustaba, en fin, que descanse en paz, y que en este país haya respeto a los homosexuales y muy por otro lado, que haya respeto a los escritores y a los periodistas, que desgraciadamente, mueren asesinados por todos lados.

2

Cuando Peña Nieto deje la presidencia de México, de refilón y para orgullo de todos los mexicanos, seguramente va a dar clases de literatura comparada en Oxford, enseñará a los jóvenes ingleses como crear novelas de largo aliento, donde la temática principal sea la política, por supuesto, toda la política y los conflictos fuertes que sólo fueron avizorados por ese tal Shaskespeare, Peña Nieto los volverá luz tremenda sobre los alumnos. Les enseñará, por ejemplo, qué se debe de hacer en un país cuando los maestros protesten, qué hacer cuando uno es sorprendido por periodistas con una multimillonaria Casa Blanca y se genera un escándalo terrible contra la figura Presidencial, también, cómo negociar con los susodichos padres de los 43 jóvenes desaparecidos en Ayotzinapa, que tanto andan moleste y moleste al gobierno, también, qué hacer en caso de que Donald Trump visite Inglaterra, ya que en México salimos airosos de esa terrible experiencia, en fin, si en Oxford saben de Literatura Comparada, entenderán de qué es lo que les trata este mensaje…

3

Después de leer varios libros de literatura mexicana reciente, me doy cuenta de algo muy simple: el exceso de creencia en la fatalidad, es decir: somos miserables, ignorantes, rateros, estúpidos, merecemos todos los infiernos y bla bla bla… Lo que sucede, creo, es que para los autores mexicanos también es muy difícil hacer un ejercicio de purificación personal y hacer el difícil desprendimiento, el desprendimiento de lo otro-obsceno de la realidad y crear obras que apuntaran hacia otras visiones. No necesito decir que sigue siendo muy rescatable la gente y nuestro País en su conjunto. No creo en escapismos ni en best-sellers tradicionales (ni tampoco, en La Invención de Morel parte II, o parte III), pero los autores jóvenes treintañeros deberían empezar a pensar, que es probable que ya haya pasado el juicio final.

4

Ahora que hace pocos días fue noticia la muerte del maestro Hugo Gutiérrez Vega, recuerdo claramente el año 2000, cuando en la Escuela de Escritores de la SOGEM él era uno de nuestros maestros más respetados, pero, al mismo tiempo que yo escuchaba su sobrada sabiduría, no sabía de modo real a quién tenía enfrente. Recuerdo que daba la clase de Poesía II, pero disertaba y discurría con elegancia de la poesía inglesa de los años 40’s, 50’s y 60’s (él fue diplomático en Inglaterra) y lo mismo nos contaba de su infancia y nos decía que de niño había conocido a Rafael Alberti, fue agradable escucharlo decir: “¿Así que usted es poeta señor Alberti?” y que Alberti que le contestó: “Sí joven, pero le prometo que no lo vuelvo a hacer.” También discurría y se extendía sobre la poesía de Chipre de mediados de siglo XX, sus incursiones en el teatro, así como de su amistad con Julieta Egurrola, ¡Cómo nos divertíamos y prácticamente nos arrullábamos con su palabra! Después, en el año 2006 volví a verlo en Aguascalientes, en la ceremonia de entrega del Premio de Poesía Aguascalientes a Dana Gelinas por su obra Dylan y las ballenas, ya que él fue uno de los jurados. Recuerdo haberme sentado al lado de José Vicente Anaya y de Eduardo Langagne, ahí también estaba José Ángel Leyva y Dana leyó un poema dedicado a los calzones de un futbolista de moda en el céntrico Teatro Morelos. Carcajada general. Pero el maestro nunca me olvidó: muchas veces, cuando en silencio me encontraba estudiando filosofía virtual, yo sabía que Hugo estaba conmigo, y me hacía señas de aprobación de mis esfuerzos filosóficos. Adiós Hugo, toda la SOGEM, todo un Fernando del Paso, como dijo hoy La Jornada, toda la vida cultural mexicana, el mismo periódico, te recordamos ahora como un verdadero grande, un fulgurante, y del mero Jalisco.

5

Cuando fuimos compañeros de trabajo, Lucía y yo fuimos muy unidos. Desde el tiempo de la capacitación para el conteo de Población 2005, que se llevó a cabo en noviembre, Lucía me había despertado cierta simpatía, pero no fue sino hasta los momentos de las horas extra con los cuestionarios, cuando realmente nos conocimos. Lo cual fue curioso ya que el trabajo lo llevábamos a cabo en una escuela primaria dentro de un salón desocupado que utilizamos como oficina; pero el personal del INEGI es bien recibido en casi cualquier lado, gracias a la gigantesca difusión que se le tiene qué dar a todo el proceso del levantamiento. Lucía y yo nos pasábamos las ocho horas del trabajo en ese salón de clases; a veces llegaban los entrevistadores a dejarnos su tambache de cuestionarios o se quedaban por un momento a rellenar sus propios formularios, pero en general se podía decir que el salón de la primaria era nuestra oficina exclusiva incluso cuando ya se iban los niños de la primaria a sus casas. Lucía y yo nos encontramos empatía: nos gustaban las mismas canciones, los mismos cantantes y a ella le interesó mi libro de poemas, así que se lo regalé. Conforme nos tuvimos más confianza, empezamos a llevar cosas al viejo salón para no morirnos de frío: algunas rebanadas de pastel, una cafetera eléctrica, y empecé a ver que ella me dejaba recados, como por ejemplo el siguiente: “¿Cómo te levantaste hoy Marcos? Espero que no llegues tarde… besos… te quiere: Lucía”. De que el trabajo era pesado seguro que lo era; había momentos en que entrábamos en momentos estresantes, dolores de cabeza, frío, etcétera. Supongo que por eso quieren al personal del INEGI: porque nos obligan a ser workahólicos. Un día Lucía dejó su escritorio y se sentó en mis piernas cuando ya nuestro coqueteo era evidente, pero concluyó que yo era uno de esos que, sólo dijo: “ya conozco a los de tu clase”. Eso me aguijoneó el ego, supongo que ella creía que yo era un pobre diablo, pero no dejé que la cosa pasara ahí y ahí muriera. Un día, cuando el stress estaba en su cenit, le dije: “vamos a desestresarnos a mi casa”. Acto seguido hicimos el acto y de ahí en adelante el stress se nos fue bajando poco a poco. Lástima que nuestro superior, echó a perder todos los formularios así que, puestos en, o más bien, montando caballos de hacienda, tuvimos que empacharnos con varios días extra. Así que a la hora de la comida, que era cuando nos íbamos a, aparte de comer, a desestresarnos, el último día le dije: “lástima que no volveremos a estar estresados, el asunto comienza a estresarme”.

6

A ti te nombro Ernesto Sábato. Ya que cuando volví a esta tierra desértica no había, en mi edad de Cristo, a nada a que aferrarse y entonces te busqué a tí, y releeí La resistencia y una bellísima edición de Sobre héroes y tumbas. Libros que no dan tregua los tuyos, libros que inician ciudades y provocan hecatombes personales. Y no sé por qué pero tú me escuchaste, tú comenzaste a prestarme atención, mientras los y las jóvenes de mi edad pasaban por mi casa pregonando que sí, que eran presumiblemente pudientes y ricos, pero que ya los dados estaban cargados y yo no tenía oportunidad y menos con el jodido vecino que me había tocado. Fue entonces que comprendí que tenía que serte fiel a como diera lugar. No me resigné, no me acostumbré a vivir, pedí una beca estatal para redactar una novela corta y tuve suerte ya que conseguí el favor de los jurados. Era diciembre de 2008 y tendría todo el año siguiente para trabajar en ese proyecto. Trabajé intensamente en esa novela, amor, desamor, mitomanía autobiográfica: una novela que funcionaba porque exageraba la gloria de ser joven y estar en la aventura del amor y los inicios de la vida intelectual. Y tú estabas ahí conmigo Ernesto Sabato, tú, cuando yo regresaba de un viaje a la playa al que nunca hubiera podido ir si no fuera por la beca, me recomendaste leer a Marx, y mi padre discutía contigo en mi conciencia y la mujer de la playa volvió a hacerme ver mi suerte, como la de la historia de la novela. Una suerte de bagaje cultural increíble en mi ser, pero no había oportunidades, no había trabajo, no había más que Ernesto Sábato y su mundo que estaba por terminar. Fue entonces que me cambié de casa, y en el imponente librero donde irían tus obras, cuando comencé a instalarme, poco a poco los libros volvieron a sus estantes, y tú volteaste a verme, y quise hacerte fuerte, yo sabía que estabas muriendo, quise retenerte, pero ya no aguantaste ubicarme en otro sitio y al momento de colocar tu obra yo vi primero como tu rostro se empequeñecía hasta parecer una pincelada de óleo y te fuiste y así supe que habías muerto, tal como al día siguiente La jornada me lo constató y supe de que la primavera entera estaba contigo, falleciste rodeado de pájaros y flores. Pájaros de todo el continente que iban a verte y darte ánimos. ¿no es obvio que los jóvenes de toda América Latina te querían?

7

LA TELEVISIÓN ES EL MAYOR DE LOS PODERES FÁCTICOS PORQUE CONTROLA TODO LO QUE HAY, CUANDO NO HAY TELEVISIÓN...

8

CADA VEZ QUE EL DIABLO LOS QUIERA CHINGAR Y QUE SE PONGA A ALEGAR, USTEDES SOLAMENTE LE DEBEN RESPONDER: "¡PUES PORQUE ASÍ ERES TÚ!"

9

La gente inteligente empieza comprando libros. La gente inteligente lee los libros que compra, al principio de su trayecto de lectura, la gente inteligente se siente de hecho ultra inteligente, y de hecho así es. Pero también pasan los años sobre la gente inteligente, la gente inteligente empieza a sentirse rara, y lo que pasa es que en realidad demasiada inteligencia es peligrosa, es inquietante, no cabe en ningún lado. Luego, poco a poco, la gente inteligente deja de comprar tantos libros, es entonces que la gente inteligente siente que por culpa de tanta inteligencia, puede ser que haya perdido amores, que quizá en un arrebato le dijo imbécil al jefe o superior de la empresa, de la oficina, cualquier cosa, cualquier acto o conducta que salió y costó carísimo. Es entonces cuando la gente inteligente siente que le debe al mundo su cuota de estupidez, nada pasa, pero la gente inteligente empieza a ver más televisión, empieza a olvidarse de los libros… esos libros, carajo, ¡Esas malditas historias! ¡Esos malditos autores que pusieron las bases de la civilización! Entonces, la gente inteligente se empieza a confundirse con la gente común y corriente… hasta que un buen día, esa gente, que fue tan inteligente comienza a preguntarse de dónde salió esa panza, de dónde salió toda esa basura mental que antes no creía, y envejece, toda la jodida gente común y corriente… ¿Qué que pasó? ¡Fernando del Paso se ganó el premio Cervantes, el máximo galardón a las letras en nuestra lengua! No tiene importancia, dice la gente común y corriente…

10

El otro día tuve un diálogo con un hijo de un vecino que no veía hace mucho tiempo y me dijo: “Hola, yo también estoy muy feliz de que Peter Higgs le hayan dado el premio Nobel de Física 2013 por haber elaborado en los años sesenta la teoría de lo que actualmente se conoce popularmente como “la partícula de Dios”, es decir, el Bossón de Higgs, supe además que alrededor de demostrar esta teoría trabajaron físicos de más de 10 países y me imagino que con esto, tú que estudias filosofía, le darás eminentemente la razón al realismo científico y no al idealismo que dice que los leptones o los quarqs son simplemente ficciones convenientes con las cuales trabajan los científicos ¿verdad? Sí, porque, sino, ¿de qué otra forma se explica el gasto millonario de haber construido el acelerador de partículas en la frontera entre Suiza y Francia? Bueno, te dejo, debes sentirte triste de que ya haya muerto Higgs, voy a comprar una Coca-cola, las tortillas, las donas bimbo y unos chicles clorets para lograr sonrisas fuertes”. Después de escuchar aquello, yo sólo pedí unos chicles para demostrar mis sonrisas fuertes: es una pena la muerte de Peter.

 

domingo, 24 de julio de 2022

GRINGO VIEJO POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

Ante el escritor Ambrose Bierce se abre el desierto, únicamente desierto atrás o adelante, se acerca una tormenta de polvo enorme en el desierto de Chihuahua, hombre entrado en años, viejo y él solo tiene qué enfrentar a la tormenta sin mayor arma que su caballo y una cantimplora casi vacía del vital líquido, entonces, agacha la cabeza, de pronto, la levanta de nuevo, toma el pomo del caballo y se dice: “Mi destino es mío”. Estamos en la mitad de la novela Gringo viejo de Carlos Fuentes, (Seix barral, biblioteca breve 1985 y 2000). El genio Bierce había profetizado con todo lo posible de profetizar (vgr: “ÉXITO, s. Especie particular de decepción”.), en su célebre Diccionario del Diablo, inclusive sobre el hecho de su misma muerte, que le parecía algo que debía ocurrir en México, según las cartas que dejó a sus amigos en 1913 antes de perderse definitivamente en el México revolucionario, por poner un ejemplo, para él caerse de una escalera y romperse la nuca, era algo “indigno” como forma de morir. “Ah —escribió en su última carta—, ser un gringo en México; eso es eutanasia.” La novela de Fuentes funciona y se defiende sola porque, como nadie sabe en realidad que fue de Bierce, se abre una parcela de ficción gigante y la especulación sobre su destino hace la suerte de homenaje póstumo y con el debido respeto a la genial figura, cual debe de ser. A pesar de que Carlos Fuentes es novelista del México urbano y moderno, su evocación revolucionaria triunfa por los dos personajes pivotes, Tomás Arroyo (el guerrero revolucionario, macho, misógino e iletrado pero lleno de odio y alcohol, una suerte de Pancho Villa camuflado, ya que en la actualidad se sabe que Villa leía desde muy joven, incluso que el primer libro que leyó fue Los tres mosqueteros) y la amante supuesta de Ambrose Bierce, Harriet, (la norteamericana que desea redimir a los niños mexicanos enseñándoles inglés en una escuela). A mi parecer es una novela excelente. Finalmente el drama al que se ven enfrentados los personajes lo puede ver desde hace ya mucho tiempo, desde 1987, creo, cualquiera que compre o rente la película del mismo nombre.


 

 

RECUERDO DE SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS. POR MARCOS GARCÍA CABALLERO...


En San Cristóbal de Las Casas, una ocasión que visité el año pasado (2014), tuve varias impresiones sobre el lugar que no quiero que pasen desapercibidas. En primer lugar lo que resalta es una constante mexicana: la mayoría de la población oriunda, sumida en una desesperada miseria que convive junto al turismo (algunas veces revolucionario) europeo y el nacional, con unos rasgos demasiado marcados de catolicismo combinado con el pasado indígena muy propio de la región. En serio: no tengo fotos de sus rostros porque en el mercado de San Cristóbal creen todavía que una fotografía les roba el alma. Tengo ya un texto sobre Chiapas y mi visita a las comunidades zapatistas aquí (Véase: “Los Griegos Valientes de Chiapas”) además de que salió publicado en un librito que se distribuyó en la Delegación Venustiano Carranza. Sin embargo, pienso yo, además de que ya ha pasado tiempo de ese texto (2002) la situación en Chiapas me parece que ha cambiado y para bien. Por ejemplo, ahora existe en San Cristóbal el primer hospital de Latinoamérica al cual pueden acceder los indígenas por ejemplo, pongamos por caso, un nacimiento, un parto. En este caso, así como en la cura de enfermedades de la región, la madre tiene la opción de parir asistida como sería la forma moderna en un hospital de La Ciudad de México, u optar por la manera de la tradición indígena. Del mismo modo, un viejo puede preferir que un brujo le cure una enfermedad respiratoria a consultar a un médico con cédula profesional. Éste solo hecho es un logro importantísimo pues respeta la tradición de los tojolabales o los tzeltales o cualquier otro grupo étnico de los de Chiapas. Y debemos de decir que éste tipo de avances se deben en parte, a la resistencia del EZLN, que mediante la presión al gobierno estatal y, con el mundo observándolos, ha logrado este tipo de avances.

En San Juan Chamula, una pequeña población cercana a San Cristóbal existe un fervor religioso muy singular: Observamos la iglesia, el guía nos hace indicaciones sobre las gorras, las cámaras, etc. Dentro de la iglesia observo unos retratos de Santos canonizados a los cuales nadie les reza. Lo que ocurre, nos explica el guía, es que hacia finales del siglo XIX, un rayo cayó en donde era originalmente la iglesia, y los indígenas, a pesar de que ya ha pasado más de un siglo, tienen a esos Santos “castigados”, y la razón es que no los protegieron del evento del rayo. San Martín es uno de los que recuerdo como Santos “castigados”. Por otra parte en las calles de San Cristóbal, deambula tristemente la miseria: recuerdo haberme sentado en un café y entre el paso de la gente, turistas, vendedores de artesanías, etc. Pasó un muchacho con una facha terrible y me dijo extendiendo la mano: “ayúdame… me estoy muriendo… ayúdame.” Le pedí al mesero que le diera un vaso de agua y le di 20 pesos, no creo haber podido hacer mucho por él, pero qué desgracia. Los restaurantes en la noche estaban a reventar, mientras querías dar cada bocado a la pizza italiana casera, ya te habían ofrecido como seis veces collares y postales, tejidos, vestidos, sombreros, etc. San Cristóbal tiene un aire a peligro y misterio. Cuenta Elena Poniatowska en su premiada novela Leonora, que Leonora Carrintong visitó San Cristóbal en los sesentas y que estuvo en el Cañón del Sumidero, por cierto, hablando de Cañones, Ezra Pound el enorme poeta, decía que la Poesía es, empleando la metáfora, lo que ocurre cuando desde la altura del Gran Cañón dejamos caer una pluma de ganso y la explosión que ocurre cuando llega hasta abajo: eso es la Poesía según Pound, pero no se equivoquen, actualmente se sabe perfectamente que El Sumidero es bastante más profundo que el gran cañón, el sumidero es de ¡un kilómetro! Y además es más largo. Oscurece temprano en San Cristóbal, como a las 6 y media ya está oscuro. Y otro día el guía de turistas nos llevó a Los Lagos de Montebello, que desgraciadamente, ya están saturados de anuncios de la cerveza Corona, me lleva la chingada, y otra vez la constante que no parece tener fin: la maldita miseria. Y pa colmo, los laguitos de Montebello sí están muy hermosos, pero ahí no se puede acampar ni nadar, ¿me creerían si les dijera que decía a cada rato: “¿Subcomanche Galeano, dónde andas?”  Como no lo encontré pongo aquí abajo la nueva cultura Ibérica en Chiapas:

 


 

Arriba éstas bellezas del País Vasco son el nuevo turismo revolucionario... yo ya pasé por ahí.

 

 


Ésto de arriba es a lo único que se le puede tomar fotos en el mercado de San Cristóbal, por cierto, el Aguardiente de Chiapas, el "Posh" sabor a canela es una delicia, trajimos una botellita por avión. Y claro, ¡QUE VIVA CHIAPAS!