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viernes, 25 de febrero de 2011

LA INVENCIÓN DE LOS CONFINES (Cárcel y literatura) SERGIO VICARIO

Introducción


Cárcel y literatura son dos términos que se antojan irreconciliables, toda vez que el primero se utiliza para designar el lugar constituido para la detención de las personas y privarlas de su libertad, en tanto que el segundo, lo es para signar el conjunto de obras donde la experiencia humana, creativa, sensible, emotiva y racional se manifiesta a través de la palabra escrita; dicha experiencia depositada en un papel, en un libro, las más de las veces promueve o auspicia la libertad imaginativa y la riqueza cognoscitiva, que otra persona, a leer lo escrito, recibe.

El presente ensayo busca acercar al lector a una vertiente de la literatura que ha emergido tras las rejas; es aquella que con gran dificultad ha arrojado luz entre las sombras, reconocerla, quizá nos permita revalorar un oficio que acrecienta la sensibilidad humana.

Pese a la buena reputación que tienen hoy en día la mayoría de los escritores, esto no los exenta de sufrir atropellos y vejaciones, muchos son los casos de autores que han sufrido la amarga experiencia de una condena por intolerancia a sus ideas o actividades políticas. Producto de estas detenciones varios de ellos dejaron obra y es por eso que ahora contamos con una basta producción centrada en este tema. Aunque bien es cierto, también hubo autores que cayendo presos no tuvieron oportunidad de escribir acerca de esto.

Cárcel y literatura son dos aspectos que se contraponen, la cárcel coarta la libertad, en tanto que la palabra escrita libera el pensamiento. Atisbar hacia estos casos puede ayudarnos no sólo a comprender el valor de la palabra como ejercicio de liberación, catarsis, rebeldía, denuncia, expiación o condena; sino también el acto mismo de defender la vida y auspiciar el pensamiento aún en las peores condiciones. De fondo, el tema es la riqueza espiritual e ideológica que reverbera como un eco al interior de las frías celdas o mazmorras.

Sabemos que la detención de las personas ha ocurrido desde siempre, trataremos de remontarnos hacia sus orígenes, en una aproximación hipotética para observar cómo la actividad humana, en su proceso civilizatorio, ha ido también construyendo una historia plagada de injusticia e intolerancia en detrimento de sus semejantes; la búsqueda del poder y la constitución de los Estados no fue alcanzado sin que se vulnerara la condición de aquellos que se oponían: “ser escritor, disidente y homosexual (escribiera Reinaldo Arenas), eran tres de los peores pecados que uno podía cometer en la Isla de Cuba”, cuando, por supuesto, la contra revolución era o es perseguida como una peste ideológica.

En otro capítulo, daremos cuenta de los casos más significativos, tanto en nuestro país como en otras partes del mundo refiriendo aquellas obras, ahora consideradas riqueza de la historia literaria universal, hasta llegar a la fundación del PEN Club (Poetas, Editores y Novelistas), que si bien inició como una asociación de notables escritores, poco a poco se fue extendiendo y ramificando hasta crear una vertiente de escritores encarcelados, y luchando la asociación en contra de esta situación.

Es claro que a partir del siglo XX, la literatura carcelaria fue en aumento, diversas circunstancias propiciaron esto: nuevas terapias ocupacionales, grupos civiles de enseñanza interesados en promover la cultura tras las rejas, etc., pero sin que signifique que todas estas producciones son efectivamente representativas, es de notar que la escritura ha ido en aumento porque ha sido, como hemos dicho, un vehículo para gozar de un poco de libertad en aquellos ambientes de asfixia y abandono.

Las aportaciones del estudio de Michael Foucault en Vigilar y castigar, son también oportunas para este ensayo, toda vez que al conmutar el castigo corporal, es decir el escarnio, en penas purgatorias, el sistema carcelario pareciera que se legitima y con esto el derecho del Estado que tipifica los delitos y los condenas, sobre los individuos, en tanto no exista un modo de reinserción adecuado. Si bien Foucault apunta el cómo las ideas de Jeremías Bentley y su sistema panóptico para vigilar a los reos son aplicadas en casi todo el mundo, la detención arbitraria y el exterminio parecieron ser la tónica en la mayoría de sistemas carcelarios con regímenes autoritarios.

Al final de este ensayo, trataremos de resumir algunas ideas que se desprenden de este recorrido, no a modo de conclusión, sino como una apuesta a futuro para humanizar más nuestro deprimente sistema carcelario, aquí y en todo el mundo. Sobre todo hoy en día en que la violencia campea por doquier.



La Prisión…



La cárcel es el lugar para segregar a quienes por un delito o por una injusticia, se les ha condenado a padecer la falta de libertad y a vivir en cautiverio. Es el lugar de los tormentos y los horrores, reducto que auspicia la infamia y el desaliento; coto de la maldad donde sucumbe la autoestima, la individualidad y el humanismo, al menos, en la gran mayoría de los casos…

…la búsqueda, sus orígenes

En algún momento nuestros ancestros conocieron la risa y la violencia. Es ocioso preguntar qué habrá sido primero, si la risa o el homicidio, no obstante, si la risa es la negación del universo (como apuntara Octavio Paz), y por ésta, los seres se olvidan de formalismos y dan rienda suelta al humor; el homicidio en cambio, es la negación de la vida, incluso por la vida misma, porque sin duda el hombre ha tenido que matar y mata por su subsistencia. Pero, ¿qué decir cuando dio inicio a este acto y fue en detrimento de sus semejantes?



No podemos precisar cuándo comenzó, sabemos que tanto el humor como la ira son características inherentes a los seres humanos. Podemos suponer, acaso imaginar a un grupo de aquellas hordas ancestrales de sapiens que salieron temerosos de África para colonizar el mundo. Lentamente extenderse en todos los territorios posibles, multiplicarse. Podemos imaginar cómo recolectaban hierbas y frutos y cómo el hambre obligaba a alguno de ellos a quitarle a otro su posesión, pelear acaso. O imaginar su encuentro con otra horda; esta vez era para proteger al grupo familiar de los extraños, tan parecidos a ellos. Iniciar la huida o salir herido en una temprana batalla. Tal vez el hurto y el despojo fue lo primero, lo que antecedió al crimen, incluso podemos suponer que la supremacía de alguien que se apostaba como líder iniciaba algún combate, más aún, la necesidad de apareamiento cuando ya los afectos comenzaban a ser sensibles en el pequeño cerebro de este sujeto y despertaban los celos…


El desarrollo del lenguaje que experimentó el homo sapiens (antecesor de los cromagnones) fue decisivo para la transmisión de conocimiento que modificó su organización social y dio paso a una serie de innovaciones técnicas, con lo que se acercaba la hora en que habría de separar de su anclaje con la naturaleza y sus tiranas condiciones para su supervivencia, es decir, poco a poco ocurriría el dominio del hombre sobre ésta hasta que le permitiría constituir sociedades sedentarias. Para entonces, los grupos humanos ya se habían diseminado por todo el planeta, incluyendo el continente americano, último en poblarse. Hace doce mil años el hombre descubriría la agricultura en la antigua Mesopotamia, así también, por aquella región se encontrarían tablillas de arcilla y piedras con señales claras de escritura y en donde se asientan las primeras “bases legales” que habrían de buscar ordenar su vida.


La aparición de leyes o códigos de conducta es clara señal de que el hombre social había experimentado y conocido ya, la proclividad de sus semejantes hacia comportamientos nocivos que podían afectar la convivencia del grupo, por lo que requería de un ‘marco jurídico’ que regulara su convivencia. Hemos dicho que el robo fue entre sus primeras acciones en contra de sus semejantes, luego el combate, la batalla y el homicidio. También podemos apuntar que existió el maltrato, el sometimiento, el estupro, la esclavitud; que en suma, el hombre conocía de su propio peligro y su capacidad mortífera con las armas. Siete mil quinientos años antes de Cristo, Jericó ya era una ciudad amurallada ante la amenaza latente de otros pueblos. Las murallas, como las actuales fronteras, pretenden constituir un lugar protegido, y restringir el acceso a estos pueblos, ciudades, o países, como el caso de la gran muralla china que se inició su construcción en el siglo tres AC. Por cierto, la existencia de esta gran muralla da cuenta no sólo del portento y el desarrollo arquitectónico o de la estrategia militar considerada, sino de los confines establecidos para proteger un territorio, es reflejo materializado de la inseguridad humana ante sus enemigos, sus propios congéneres apartados.


Por otra parte, al desarrollarse las sociedades, se suscitan paralelamente otros hechos que dan cuenta del desarrollo cultural y religioso. Se narran historias acerca del origen y se extiende una mitología que da forma a las creencias espirituales, en ellas, comienzan a describirse situaciones que dan cuenta de las faltas cometidas por hombres y dioses en contra, incluso, de los propios dioses. Veamos dos ejemplos:

En la mitología griega, Prometeo, un Titán1 hijo de Eurimedonte con la ninfa Climene, y quién por su bondad transmitió sus conocimientos a los humanos, tuvo además la osadía de enfrentar a Zeus, robando el fuego del Olimpo para dársela a éstos. Su castigo fue quedar encadenado a las rocas del Cáucaso, y siendo sempiternamente devorado de sus entrañas por un buitre hasta que su hermano lo liberara.

En la Tradición Judeocristiana, observamos como en el génesis aparece el llamado pecado original Eva es tentada por la serpiente y acerca a Adán a probar del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal que Dios mismo había puesto ahí y les prohibió que tomaran. Al hacerlo, ambos fueron castigados y expulsados del Paraíso.

En uno de los pasajes anteriores encontramos el desafío y el hurto como práctica posible; la cólera del dios padre, y el castigo exageradamente cruel ante la falta, no había ningún código o ley sino tan sólo el criterio y juicio apasionado de Zeus. En el otro caso. La pareja original desobedece al mandato e igualmente son castigados. Desobedecen porque estaban dotados de una capacidad de elección, y deciden contraviniendo ese mandato de Dios, establecido en el Antiguo Testamento. Así ocurre, el ser humano se hace transgresor. La experiencia también se lo dijo, el padre ancestral daba un consejo o una indicación y el hijo no acataba, el líder de la horda indicaba que hacer y otro lo contravino, rebelándose a hacerlo. Conviene preguntarnos entonces, en qué momento o cómo fue que el ser humano recuperó para sí mismo la conciencia del mal, de aquello que le perjudica o le causa dolor y lo refirió en un tabú, una ley o una leyenda.



Variaciones más o menos, en casi todas las culturas con una mitología propia se da cuenta del origen de los hombres sus acciones, o de historias propias de los dioses. En muchas de éstas aparecen también sus faltas.

Una vez establecido un principio rector, en cualquier sociedad, fuese moral o cívico, trasgredir este principio se condena, ese es el delito. El crimen (del latín crimen) y el delito comienzan a tipificarse. Mientras que el crimen comúnmente implica el derramamiento de sangre el delito es de tipo genérico, varia de una sociedad a otra. Hay tantos delitos como establezca un Estado, sin duda, el mayor número de leyes es señal del grado de complejidad y deterioro en las relaciones de las personas que habitan estas sociedades. Cabe agregar que no siempre el hecho delictivo, su proclama o abolición, corresponde a un efectivo consenso social, de hecho, es el propio Estado el que se adjudica esta decisión, aun con eso, la búsqueda de una mejor legislación, ha sido empeño desde que el propio ser humano cobró conciencia y se horrorizó de su propia creación, de la pena de muerte y la tortura, de la segregación y la condena. Tal vez por ello, se fue dando poco a poco la invención de la cárcel, el confinamiento y la pena. Pero pasarían muchos siglos para que las cárceles y prisiones del mundo fuesen lugares más propios al sentido de lo humano, sin que esto signifique que las prisiones hoy en día, rehabiliten, a quienes desafortunadamente caen y sobreviven en ellas.

La organización social de las antiguas civilizaciones, como la sumeria, fenicia, siria, babilónica, hitita, egipcia, hindú, mongola, griega o romana, desarrollaron para su supervivencia, además del comercio y el avance técnico, un aparato de guerra que les permitió la expansión y el dominio, desde luego, la estructura era piramidal y en la punta estaba el jefe supremo, rey, emperador, faraón, monarca, mogul, etc., apoyado en las clases de mercaderes, sacerdotes y, por supuesto, guerreros y militares. Pero además, en la base social estaba el sujeto ordinario y los esclavos, como resultado de las conquistas iniciadas se capturaba a legiones enteras de seres humanos que se veían forzados a trabajar en las grandes empresas de estos pueblos, así, por ejemplo, las tumbas faraónicas emplearon a miles de hombres que se veían sometidos, a los designios de los poderosos, las cárceles entonces y en el antiguo Egipto, lo constituía un pueblo entero, habitantes en casas simples o campamentos y vigilados por guardias y en otro extremo, el desierto.



Si desde la antigüedad, el sometimiento de un ser humano por otro o de un pueblo entero por otro, implicaba la supresión de derechos, es claro que el ser humano se ha apoyado en la supremacía de la fuerza física o tecnológica para lograrlo, en el control de la misma y en un sistema de apartado y detención de los cautivos; así, el uso de cuerdas, cadenas, y enclaustramiento eran las prácticas habituales que debieron ser empleadas para el manejo de los prisioneros. De esta forma los hombres capturados padecían una forma primigenia del presidio, aún cuando no hubiesen cometido falta alguna. Era tan sólo por el hecho de ser conquistados, y ya se sabe, eran los varones quienes padecían el rudimentario presidio, por el uso de su fuerza, y las mujeres, ya eran comercializadas, esclavas o eliminadas. Pero su fuerza de trabajo era necesaria para la agricultura, la recolección, el cuidado del ganado y otras tareas. Los hombres también eran requeridos para la construcción, la guerra, el servicio doméstico, la carga, el transporte (cuando eran confinados a las galeras, como remeros), o eran capturados para pedir rescate o intercambio por ellos, hombres, mujeres y niños cuyo destino fue impuesto por sus opresores.



En los antecedentes a las obras sobre cárceles, una obra capital después del Tratado de los delitos y de las penas (1764), del italiano César Bonesano, Marques de Beccaria, ha sido un estudio sobre El estado de las prisiones en Inglaterra y Gales, que el inglés John Howard, publicaría en 1777. Ambos trabajos, dieron paso a una serie de reformas que fueron poco a poco cambiando la penosa situación que se vivía en las cárceles de aquellos años, particularmente la obra de Beccaria aportó una manera distinta de observar el trato de los prisioneros, en su mayoría condenados a la pena capital o el escarnio, a través de un espectáculo denigrante. Esto traería a consecuencia también la supresión de los suplicios en la mayoría de los estados europeos, y a la postre la mejoría de las leyes penales. No obstante estos cambios, las prisiones de hoy en día mantienen un estado de opresión y nuevas penurias, y en muchas de éstas no hay rehabilitación alguna de sus internos.

Sabemos que desde la antigüedad han existido los calabozos o los lugares de confinamiento, no así existía el derecho penitenciario que es muchos más reciente, escasos doscientos años. También sabemos que más que condenas impuestas de acuerdo a la gravedad de las faltas, muchas veces los prisioneros eran confinados literalmente a podrirse en las mazmorras y calabozos o lo que era de uso más corriente: el suplicio, la mutilación o la pena capital.

Mucho antes de lograr efectivos cambios en las prisiones del mundo, en varias de ellas se padeció y hubo el exterminio masivo de seres humanos. Bastaría asomarnos al tremendo testimonio de Alexander Soljenitsin, o de Valar Shalamov, acerca del Gulag en la extinta Unión Soviética, para dar cuenta de esto.










1 Mitología griega, Ángel María Garibay.- Edit. Porrúa



(continuará...)

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