Sobre la mesa de centro de mi departamento
Hay dos vasos con vino rojo, una botella de Cabernet
un disco de John Lee Hooker y otro de Fleetwood Mac.
También obras de Russell, entre ellas, Por qué no soy cristiano,
Un libro de Guillermo Cabrera Infante, una tasa,
unos cigarros delicados y un cenicero.
Es sábado por la tarde, una tarde cualquiera del año 2016
En el sofocante verano de Aguascalientes.
Espero a mi novia, esperando que ella también,
se deshaga de una vez de
los abogados de su exmarido, que no quieren soltarle ni
un centavo.
Por fin suena mi teléfono, viene en coche para acá;
al llegar se alegra del vino y se queja del sistema de
justicia en cuanto a divorcios se refiere: “¡Puedes
entender
al hijo de la chingada! ¡No
Quiere pagar pensión alimenticia de nuestras hijas!
¡Puta Madre! ¡Marcos, si no te tuviera a ti no sabría qué
hacer!”
Y me besa.
Le cuento que por fin editorial Planeta accedió a revisar
mi novela.
¿Por qué no me haces un poema de amor? Me pregunta.
Lo siento Renatita chula, —le digo— los poemas de amor se
han ido
para siempre.
“¿Pero me quieres verdad?” Me río y le digo que sigamos
bebiendo.
Tengo hasta para otra botella y John Lee Hooker canta
mejor desde
Ultratumba que cuando vivía.
Nos estamos besando como desesperados,
ella me desabrocha la bragueta y yo me paro y me bajo los
pantos,
quedándome en calzones, ella mete su mano y saca mi pene
erecto
que la saluda como en un día de Haloween en Francia,
pero celebrado en Hot Waters City o Aguas-ardientes.
Seguimos bebiendo, ella empieza a masturbarme y me
fascina
tanto que prolongo el éxtasis lo más posible.
Afuera el viento comienza a anunciar la noche y los
del sistema de justicia y los de editorial Planeta se nos
quedan viendo mientras
seguimos bebiendo, seguro, pero no entienden nada.
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