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sábado, 7 de noviembre de 2009

Anacando el idioma

*Texto publicado en El Finanaciero el 02/11/09
Estimado Marcos, no habí aentrado por estos ciberlugares últimamente.
No tengo un poemilla por ahí como me pides por ahora, pero te dejo este texto.
Y muchas gracias por seguir publicando acá.

Fija pule y da esplendor es el lema de la Real Academia de la Lengua. Con fija se entiende que las palabras se “congelan”, para que no entren “oficialmente” a la lengua vocablos que morirán tan pronto como surgieron: expresiones generacionales y cualquier cosa que atente contra la “integridad” de nuestro idioma. Hay, sin embargo, palabras que logran un arraigo muy pronto, e.g: jitomate (ji = rojo y tomatl). Las teorías de sustrato y superestrato dicen que una lengua “dominante” se impone, pero la lengua “vencida” se filtra en la vencedora. Esto le pasó al castellano cuando llegó a América.
Hace tiempo la hija de un amigo me decía que «la gente naca no sabe hablar». Se refería a cosas como la calor, comistes, en base a, jueron y muchas otras que pondrían a varios académicos los pelos de punta. Yo le decía que saber hablar es saber comunicar y, si esa “gente naca” lo lograba, entonces sabía hablar. Nunca me entendió que el no saber hablar ocurriría si el oyente no entendía el mensaje, como a veces le pasa a ella con mi amigo. La “gente bien” que ha estudiado en escuelas bilingües, encontrará normales los términos flashback, outlet o feeling; incorporándolos a su habla (siendo que para prácticamente todos esos préstamos existen palabras en español). Por otro lado la gente que no sabe inglés comienza a encontrar normales estos anglicismos, añadiendo, claro, algo propio; así snake se vuelve esneik. La postura de la hija de mi amigo es la misma que antes de ella tuvieron los que hablaron protorromance, y antes los que hablaron latín.
La historia de nuestra lengua es larga y podemos comenzar muy bien con algunos versos en latín de Catulo o de Virgilio, quienes ya escuchaban a la gente de su pueblo hablar barbaridades (y quizá ellos mismos decían una de vez en cuando). Sin embargo el latín estaba bien sostenido. Los diversos habitantes del gran imperio no tendrían mayor dificultad para comunicarse que la que puede tener hoy un yucateco con un argentino. Algunos hablaban “peor” o “mejor”, pero todos se comunicaban (igual que un naco puede hacerse entender por la hija de mi amigo). Lo curioso es que a este latín con variedades dialectales le podemos añadir dos factores: las lenguas de sustrato, diferentes en cada zona geográfica; y el tiempo que amalgama todo. Así, para desgracia de Catulo, la lengua en que él hacía versos y que tenía diez vocales, quedó “degradada” en la nuestra que sólo tiene cinco vocales. ¿Nosotros seremos unos nacos hablantes de latín?
Quien marca la norma en cuanto a las variaciones de la lengua, siempre es la clase menos educada. Simplemente porque son más y la norma se impone por el uso. Así es entendible que los reinos vecinos de Castilla dijeran que los castellanos eran unos nacos por decir jice en vez de fice (y más tarde peor aún: hice). O que los nacos de Castilla pronunciaban terriblemente mal puoerta, chorar, ollo y vello, para quedar en las naquísimas formas de puerta, llorar, ojo y viejo.Si hubiese habido académicos, seguramente habrían dicho que Castilla era el peor lugar donde se hablaba el romance. Sin embargo esa forma de hablar se impuso por la unión de Castilla-León y Aragón-Navarra, que comenzaron a expandirse como cuña del centro norte de la península, a todo el mundo; además de la visión de grandes como Alfonso X que “fijó” la lengua nueva en documentos, propiciando que se abandonara el latín para escribir lo que se escuchaba: el [hoy] español.
El español que pasó a América en muchas ocasiones no fue el más culto, aunque en América sí lo hubo, como nos lo demuestra la española Sor Juana. A Cortés, en su momento, le podían decir Fernán o Hernán (aun Gernán). En muchos pueblos hoy se sigue hablando como en épocas novohispanas, ellos han conservado la lengua en una de sus formas más antiguas (en que jueron era aceptado); mientras que los demás fueron “degradando” el idioma hasta tener lo que hablamos hoy.
Actualmente tenemos una lengua en constante evolución, llena de extranjerismos que, muchas veces, fueron introducidos cuando existía una palabra castellana para lo mismo, degradando, anacando, el idioma. Las personas que generalmente acusan a otras de hablar nacamente (siendo que seguramente son las que llevarán la pauta del cambio), son las que degradan y anacan el idioma insertando, no sólo palabras para las cuales existe una en español y que por ignorancia, conformismo y pereza no buscan; sino frases traducidas con errores sin el menor pudor y con la mayor impunidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

qué tal mi paco, bueno tu breve artículo sobre la lengua de taco.. aquí estoy con don marcos garcía caballero echando trago de vino y visitando hápax del cual creo que ya me habías invitado o era otra página.. el caso es que por aquí estaremos y mucha suerte con todo, pablo v..