Carl
Sagan Nació en Nueva York en 1934. A los 20 años se graduó en Física en la
Universidad de Chicago. Doctor en Astronomía y Astrofísica, fue profesor en
Harvard y en la Universidad de Cornell. Asimismo dirigió el Laboratorio de
Estudios Planetarios y fue fundador y Presidente de la Sociedad Planetaria.
Trabajó con la NASA y colaboró en las misiones de exploración espacial Mariner;
Pioneer, Viking, Voyager y Galileo. Entre los numerosos premios que recibió se
cuenta el Masursky de la Sociedad Americana Astronómica. Su labor docente e
investigadora se complementa con una prolífica obra de ensayo que le consagró
como uno de los mejores divulgadores científicos del mundo. Su libro Los Dragones de Edén: Especulaciones sobre la evolución de la
inteligencia humana fue galardonado con el premio Pulitzer en 1978 y en
1980 su popular serie televisiva Cosmos
obtuvo tres premios Emmy. Publicó una treintena de libros de divulgación. Murió
en 1996.
1.
Un
viejo chiste cuenta el caso de un conferenciante que, en un planetario, explica
a sus oyentes que al cabo de 5,000 millones de años el Sol se hinchará hasta
convertirse en una gigante roja, engullendo planetas como Mercurio y Venus, y
finalmente quizá también la Tierra. Tras la charla, un oyente inquieto le
aborda:
—Perdóneme doctor. ¿Dijo usted que el
Sol abrasará la Tierra dentro de cinco mil millones de años?
—Sí, más o menos.
—Gracias a Dios. Por un momento creí
que había dicho cinco millones.
2
A
menudo se cita la opinión de difunto entrenador Vince Lombardi, quien afirmó
que lo único que importa es ganar. George Allen, ex entrenador de los Pieles
Rojas de Washington, lo expresó de esta manera: “Perder equivale a morir”.
3
“Nuestra Galaxia”, solemos decir, aunque
desde luego no somos sus dueños. Está compuesta de gases, polvo y unos 400.000
millones de soles. Uno de éstos, situado en un oscuro brazo espiral, es el Sol,
la estrella local (hasta donde sabemos, anodina, vulgar, corriente). En su
viaje de 250 millones de años en torno al centro de la Vía Láctea, acompaña al
Sol todo un séquito de pequeños mundos. Algunos son planetas, otros, satélites,
asteroides o cometas. Los seres humanos somos una de las 50.000 millones de
especies que han prosperado y evolucionado en un pequeño planeta, el tercero a
partir del Sol, al que llamamos Tierra. Hemos enviado naves para reconocer
otros 70 mundos de nuestro sistema, y para penetrar en la atmósfera o posarse
en la superficie de cuatro: la Luna, Venus, Marte y Júpiter. […] La profecía es
un arte perdido. A pesar de nuestro “ansioso deseo de horadar la espesa
oscuridad del futuro”, para utilizar palabras de Charles Mckay, no demostramos
ser muy duchos en la materia. En ciencia, los descubrimientos más importantes
son a menudo los más inesperados, y no una simple extrapolación de lo que ya
sabemos. La razón es que la naturaleza es, de lejos, mucho más ingeniosa, sutil
y brillante que los seres humanos. No deja de ser estúpido, pues, tratar de
prever cuáles puedan ser los hallazgos más significativos en astronomía en las
próximas décadas, el bosquejo futuro de nuestro mito de creación.
4
En
algunos animales, un óvulo puede desarrollarse hasta convertirse en un adulto
sano sin la contribución de un espermatozoide. No sucede así, por lo que
sabemos, entre los seres humanos. Un espermatozoide y un óvulo no fecundado
comprenden conjuntamente toda la dotación genética de una persona. En ciertas
circunstancias, tras la fecundación pueden llegar a convertirse en un bebé. Sin
embargo, la mayoría de óvulos fecundados aborta de modo espontáneo. La
conclusión del desarrollo no está garantizada. Ni el espermatozoide ni el óvulo
aislados, como así tampoco el óvulo fecundado, pasan de ser un bebé o un adulto
potenciales. ¿Por qué, pues, no se considera asesinato destruir un
espermatozoide o un óvulo si uno y otro
son tan humanos como el óvulo fecundado producido por su unión, y en cambio sí
se considera asesinato destruir un óvulo fecundado, aunque sólo sea un bebé en
potencia?
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