a Lawrence Ferlinghetti
El sol se apacigua un poco, bosteza.
Como si fuera un enamorado cansado que se despìde
mientras que la tarde se abate celosa, abajo,
la presencia en movimiento de los caminantes
teje en su paseo el diálogo amistoso;
como es el de las familias en su anhelado descanso.
De entre los que caminan, una pareja de ancianos,
juegan a tomarse de la mano y se detienen risueños
para la foto del recuerdo,
y qué importa si les quedan pocos años,
o si solitarios refrendan su cariño.
El tan, tan, metálico suena desde otra parte,
es la llamada melancólica y antigua de una iglesia,
que cede su voz al murmullo inagotable del agua, interminable
salpica la risa de los niños, luego son ellos los que ríen
y avientan una pelota que tiene atadas unas tiras de estaño,
cual colorido cometa que viaja para caer en sus manos.
¡Ah!, que viento tan plácido es éste,
se puede respirar bien y musitar sin mayor dolor alguna pena,
y mirar cómo la vida sucede apasible, sin tropiezos;
es la marcha de la vendedora de globos que se antojan
ser frutos de un árbol de luz,
o el pregón del vendedor de lagartos de esponja
que juegan con el color confundidos en el alambre.
Algunas palomas urreán como si estuvieran seguras
y enamoradas de su destino,
a ratos vuelan o dan de brincos señoreando la fuente
y sobre la estatua: las piedras son su dominio,
y pueden cagarrutear libremente la figura del marqués.
A veces, juegan a espantarse cuando las persigue una criatura,
o si no, inflamadas en su pecho caminan, bamboleándose
orgullosas detrás de una garbanza.
Nada parece inquietarlas, ni a ellas
ni a las buenas personas que están en la plaza.
Porque tienen que ser buenas.
No importa, si calles más allá, al fondo
y del otro lado del Atlántico,
se aprovisionan para una batalla.
SERGIO VICARIO (México, D.F. 1965) PUBLICÓ SU PRIMER LIBRO DE POESÍA, BARÍTONO DE LUZ (año 2000 TIERRA ADENTRO), ADEMÁS ES CUENTISTA Y PROMOTOR CULTURAL.
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