Hay que asentarlo, estamos frente a una época mediocre en
que priva la indiferencia y la mezcla de cinismo y prepotencia. Predomina el
servilismo, acomodarse, dejar que la mierda inunde todo y aprovecharse para
sacar una tajada más del pastel.
Las presentes generaciones apenas estaban naciendo cuando
se instaló el modelo neoliberal, por lo tanto carecen de referentes históricos.
Lo primero que es necesario explicar son los fenómenos más
salientes del México contemporáneo: la pérdida creciente de la soberanía; el
fracaso de una transición democrática; la corrupción desatada por un pluralismo
político que no alcanzó a reorganizar el Estado; los abismos de la desigualdad
que vuelven imposible la vigencia del Estado de Derecho y constituyen el
principal fermento de la violencia y la causa eficiente de la marginación; y
desde luego la debacle de una izquierda corrupta, conservadora, obsesionada por
mantener sus pequeños privilegios frente a la sociedad, intereses que la han
conducido hacia la derechización en su alianza con el poder.
La fuerza del porvenir, los jóvenes y claramente hay que
expresarlo, las condiciones lamentables de la población juvenil son el
resultado de casi 30 años de erosión social, decretados por decisiones que han
desterrado el concepto mismo de desarrollo. Los jóvenes padecen los daños de
políticas esencialmente injustas y discriminatorias. Se ha condenado a las
nuevas generaciones a vivir en crisis permanente y se les ha privado de un horizonte
claro de realización.
La mitad de la población tiene 26 años o menos. Los jóvenes
entre 15 y 20 años suman 29 millones 700 mil habitantes. El 47% de ellos
trabaja, 27% estudia y el restante 26% ni estudia ni trabaja. La cuarta parte
de los jóvenes sufre inseguridad alimentaria y el 82% vive en pobreza, mientras
que 5 millones de menores de edad viven en pobreza extrema.
El promedio de escolaridad de los jóvenes mexicanos es de
10 años, mientras que el 94.1% de aspirantes a la UNAM son rechazados. Según
datos de la OIT,
el 53% de los desempleados en México son jóvenes entre 14 y 29 años. El 40% de
los que tienen trabajo ganan menos de 2 salarios mínimos y el promedio de
ingreso mensual de los egresados de maestría y doctorado es de 9 mil 272 pesos
(ANUIES).
Las posibilidades de conducta delictiva en los jóvenes son
muy altas. Cada día se encarcela a 85 menores en México.
La población carcelaria juvenil es del 45%; más de la mitad
provenientes de familias con niveles muy altos de pobreza.
Dos tercios de las personas detenidas por narcotráfico son
jóvenes entre 17 y 25 años. Es en suma el modelo económico quien criminaliza a
la juventud.
“La mayoría de las víctimas de la violencia y no pocos de
sus actores son jóvenes de clases modestas que encuentran en la delincuencia
opciones inmediatas para obtener satisfactores efímeros”.
Los jóvenes entienden que las políticas económica y laboral
debieran enfrentar la precarización del trabajo y la ínfima movilidad social, a
fin de privilegiar el desarrollo individual y colectivo sobre el interés de la
acumulación y la ganancia. Las reformas estructurales que se han adoptado
carecen decididamente de enfoques que atiendan los problemas de la juventud.
Los menores de 30 años encarnan formas diversas de indignación
frente a un modelo de relaciones que los borra de la modernidad. En amplios
segmentos ejercen la protesta, las redes sociales son su medio natural de
expresión, pero exigen un cambio en la política de comunicaciones, tanto como
en la creación de un clima de convivencia justo, incluyente y solidario para
nuestro país.
La obligación de los adultos es obviamente luchar por la
reintegración del tejido social, pero también alentar a los jóvenes para que
ellos asuman la conducción de sus propias luchas y se conviertan en los mejores
aliados de la promoción de un Estado de bienestar. De otro modo, el peligro de
una ruptura catastrófica entre generaciones amenaza el futuro inmediato del
país.
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