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Todos los textos son propiedad de sus autores, quienes tienen todos los derechos sobre ellos (¿o será al revés?) y han decidido libremente publicarlos aquí para la difusión pública sin fines de lucro. *Este proyecto está basado, en sus orígenes, en la idea de Dulce Chiang y Alicia Quiñones



miércoles, 20 de septiembre de 2023

EL AUTOLLAMADO BAR SOUL DE LA COLONIA CONDESA" CUENTO SEIS ROSETÓN DE PLATA POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

SEIS

El Autollamado “BAR SOUL” de la Colonia Condesa.

En el verano  del 2004, por los tiempos que di por terminada la versión final de El Jardín del Pulpo, regresaba una noche de ir al cine Latino, me quité la chamarra, abrí el correo electrónico y me encontré con esto:

¿Quieres leer en público?

Grupo 4m

y

 

(Tamaulipas 47, Col. Condesa)

Te invitan a que participes en la sesión a micrófono abierto el próximo miércoles 17 de agosto a las 8:30 pm. ¿Cómo ves? Las cervezas, al igual que todos los miércoles, al dos por uno por si a la hora de la hora te abandona el valor.  Además, habrá cazadores de talento y, como siempre, serpentinas y mucha diversión. El único requisito es que tus escritos no rebasen las tres  cuartillas.

Hasta entonces

 

Todos los ex alumnos de SOGEM estábamos invitados, aunque no todos interesados: muchos de ellos ya trabajaban en la Sociedad o yo qué sé. Yo acababa de participar en una encuesta del INEGI sobre la violencia urbana en los hogares y para eso me había metido en las colonias más siniestras de La Capirucha para preguntarle a la gente si había sufrido actos violentos en el último año; la verdad era una encuesta que parecía salida de la antología del humor negro de André Bretón. La mayoría me habían azotado la puerta en la cara pensando que yo era policía, algunas de esas colonias  ni sabía que existían. Por tanto, leer en público, tomarme unas chelas con los cuates, más aparte lo tentador de los supuestos “cazadores de talento”, se antojaba sensacional. Se corrió la voz del evento, además el dueño del BAR SOUL era Joserra, un egresado de SOGEM que había ganado el concurso Juan Rulfo de novela con un título llamado Novelita de amor y poco piano varios años atrás. Me imagino que todos nos sentíamos genios desconocidos y minusvalorados; la verdad pobrecitos de nosotros:  peor para la literatura. Probablemente la mayoría eran desconocidos sin genio: ciertamente yo ya tenía premios qué presumir pero ¿era genio-genio total y absolutamente  just like that? De aquí en adelante todo conducía a  un aparatoso monólogo que sólo podía terminar en un definitivo quizás, quizás... y nada más. Además, me preguntaba ¿quién va a buscar  un pinche genio en tres puñeteras cuartillas?

            —Los cazadores de talentos están en todas partes, en las presentaciones de libros, además leen manuscritos dejados por escritores anónimos en las editoriales grandes como Alfaguara ¿A poco no sabías Mateo? —Me dijo en un café-bar uno de varios amigos.

            —Órales no sabía —dije incrédulo después de un trago de cerveza.

            —Esa es la verdadera razón de ser de éste evento y de otros muchos, además de las ganancias del bar, por supuesto.

            —Es que para participar debemos hacer un cadáver exquisito pero bien logrado, además un performance —dijo una amiga.

            —Jovenazo, otra chela para mí de favor —le dije al mesero.

El que nos estaba animando a los dos saludó a unos amigos que se sentaron en otra mesa y continuó: —Mira Mateo, le hacemos así como dice ella, llenamos todo el bar, leemos incluso desde el segundo piso, cada quien en un lugar diferente, no nos sentamos y nada más leemos a lo pendejo, porque tenemos qué robar cámara pal grupo 4m, porque van a filmar.

—¿Oye? —Le dije— pus más fácil vas a la oficina del cazador de talentos y le pides trabajo en la inmortalidad ¿no?

—No seas payaso, esto me lo dijo Joserra, él ya sabe.

—Si no es mucho pedir yo quiero una inmortalidad que dure cien años, por  eso que dicen que no hay mal que dure cien años ¿no? A lo mejor la inmortalidad también es latosa y redundante.

Mi amiga se echó a reír, pero el otro hablaba como si por ello le estuvieran pagando: —Quiero ver sus cadáveres exquisitos en dos días aquí en éste mismo café, luego hablamos del performance.

—Gracias por la chela— Le dije al mesero.

—Ándale Mateo, acábate la chela y vámonos —dijo mi amiga.

—Oye sí, claro pero espérate, ¿Cómo quieres el performance? ¿Así como dice él? Cuéntame.

—Ya los dejo señores, Susy, ahí te lo encargo, no dejes que tome mucho.

—Claro Rober, luego nos vemos.

Lo vimos alejarse entre la gente de la calle en la colonia Roma y con las chelas me dieron ganas de ligarme a Susy.

—Qué ángel se suicidó en tus ojos, qué pájaro negro navega por tu sangre… qué bonitos ojos tienes Susy, y qué labios, no te gustaría…

Hizo cara de ternura pero cuando le tomé una mano dijo: —¡Hay con el poeta…! ¿Oyes Mateo? Tú estás bien pedo, no vayas a hacer algo de lo que te arrepientas en dos días.

—Nada te quitará esa belleza…

Se incomodó y dijo:

—O.k. ya vámonos yo pago, tú paga lo de Rober.

—O.k. Susy, ahí muere, ya.

Y me fui caminando a mi casa pensando que el cadáver exquisito me lo aventaba en tres patadas y me encomendé a los cazadores de talento mientras tanto. Tomé un taxi que me dejara cerca de San Cosme y en el taxi venía pensando en mi cadáver exquisito, dándole vuelta y vuelta, pero por la cerveza me quedé dormido en el taxi, el taxista venía diciéndome: “despierta mai… despierta mai.” Quién sabe cómo diablos pero su sexto taxi-sentido le atinó: estábamos en la calle en la que yo siempre me bajaba para caminar a mi casa. Pagué y me fui. Pensé que el cadáver exquisito sólo necesitaba transcribirlo.

Nos vimos los tres en el mismo café-bar dos días después.

—Excelente —decía Rober.

Armamos el cadáver exquisito de tal manera que todos leyéramos unos fragmentos sincronizados con otros y así quedó la cosa. Para el próximo miércoles ya teníamos bien claro que los cazadores de talento nos iban a llamar, sí señor, chance y ésta vez sí me hacían  caso los de Alfaguara.

Para antes de llegar al BAR SOUL me quedé de ver con una amiga con la cual quería entrar en materia, era de una generación debajo de la mía y la belleza protuberante de sus piernas me parecía salido de un poema épico o mítico. Llegó al SOUL con una minifalda, una blusa azul y el pelo negro alborotado le hacía lucir más esos ojos intensos.  Nos quedamos en la puerta, todavía no era muy noche pero chispeaban gotas, los integrantes de 4m nos saludaban y se movilizaban de un lado para otro, se sentía ya cierto nervio por la expectativa del momento. Pero mi amiga no podía creer que ya había acabado una segunda novela. “Ya ves —le dije— el final del texto se me ocurrió en las oficinas del INEGI”. “¿Por qué?” Me preguntó. “No pus es que ahí llega cada personaje que o te inspiras y escribes o te sales a encuestar y te azotan la puerta en la cara”. “¿Y eso?” “No sé, supongo que será alguna licencia  de alguno de mis heterónimos poéticos.” “¿Cómo Fernando Pessoa?” “Ei, ya merito, es más, a lo mejor tengo más heterónimos que Pessoa.” Dije fanfarroneando como si por la gracia literaria pudiera conquistarla.  “Pues sí tienes potencial Mateo, ya dos novelas y una premiada, no cualquiera…” “No y espérate que hoy van a llegar cazadores de talento…” “¿Noooo?” “Te lo juro, eso dice la invitación.” “¿Cazadores de talento? ¿O sea como los que buscan genios desconocidos?” Pasó un camión de televisa como los que normalmente filman comerciales en la Condesa y le dije: “Mira, ahí va el carro de los cazadores de talentos… no vamos a caber,  ja.” Y mi amiga también se puso a reír.

            Cuando Susy y Rober llegaron, yo ya estaba adentro del bar en un sillón muy cool de la parte de abajo platicando con mi amiga al calor de unas vikis y el bar estaba lleno de sogemitas he invitados y colados. Joserra, en calidad de anfitrión, dijo unas palabras al  micrófono y dio comienzo la tanda de lecturas. Todo el rato mi amiga y yo estábamos diciendo: “mira, ese es tal”, “ese de allá es por cuál y la de allá es fulana”. Y “Oye y entre tantos fulanos ¿dónde andarán los cazadores de talentos?” Y mi amiga: “Vienen disfrazados.” Había una cámara de 4m postrada en la barra del bar con un tripié al lado de las botellas y las lecturas se sucedían en el centro del bar hacia unos dos metros de distancia de la cámara. Yo escuchaba puras sandeces literarias del tipo:

            “Debería convertirme en una loba, para protegerte en mi manada cuando el relámpago de medianoche te haga darte cuenta que es momento de volver a la suavidad de mi lengua y mis colmillos.”

            “Tus ojos dicen que sí, seduces a las transeúntes con tu Paz, con tu pobre Octavio Paz, pero desconoces quien es el verdadero enigma que constituyo y por medio del cual, en medio de la noche me escuchas murmurándote: “escribe”… escribe…”

            Ya después de un rato empezó a sonar en las bocinas música fondeando las participaciones. ¿Por qué será, como dice Élmer Mendoza, que cuando se juntan los escritores siempre hay como una especie de aire de Alemania? Cada una y cada uno concediendo mirarte desde el Reichstag y cuando sales de tus 15 minutos de expresión personal siempre te bombardean los aliados. Por eso yo había dicho a la mera hora: “Si esto va a contar con cazadores de talento, mejor mando el cadáver exquisito a la chingada y leo mi poema que ganó el premio al mejor poema dedicado a la ciudad de México por el periódico Ciudad Capital”. Así que cuando dijeron mi nombre y me tocó leer, leí con mucha rabia lo siguiente:

Declaración de odio II

a Efraín Huerta el            Lagarto

                                                                                              in memoriam

                       

Ciudad espejo de ausencias,

                        oscuro cacto construido de miradas,

                        desolada blancura al amanecer

                        como crepúsculo que viaja

                        sin dejar aterrizar un solo dardo,

                        noche de incendio, tramado como ramajes

                        sobre crestas de alces solitarios,

                        colmillo o flor sin un vestigio de flor

                        en sus vestigios,

                        vientre de demonios, ciudad, aquelarre

                        de  putas, holgazanes y nuestros padres de familia,

                        banquete y holocausto de nuestras efímeras catarsis,

                        tu ley es la bufanda de cristal,

                        la lengua de cocodrilo anestesiada,

                        fluye tu dormir y tu concepto de justicia

                        sobre los rostros bien seguros de su machete y su dolor.

                        Mi estreno por tus grutas es siempre un repaso de conciencia,

                        un desfilar de cordilleras y mausoleos,

                        una sonda que arrojo sobre mis palabras y mi sombra.

                                    Mis palabras y mi sombra,

                        mi huracán y mi dentadura, o en otras palabras

                        ciudad llevo tu risa y tú mis lágrimas,

                        en este oscuro tren abrevan la zancadilla del vecino,

                        el contrabandista  y el cancerbero del político.

                        La noche se rasura los párpados para mirar su fuego

                        en sus propias obsidianas, su corral de obscenidades,

                        su tatuaje de concha, su cabellera triste de gran estrella,

                        su sexo enlutado, su orgía como respuesta a la poesía.

                        Los poetas nos ahorcamos de los ojos, para manar

                        por nuestra herida el clamor del hambre.

                        Nada sabemos del cadalso de tus propuestas, ciudad,

                        pero sí algo de tu huida diaria y tu tropiezo, aunque

                        la poesía no es pedestal de las condenas, tú apuñalas,

                        nosotros solamente afilamos.

                        Asómate a tu charco, ciudad, ahógate en sangre,

                        dilata tus pupilas en las lianas del  paisaje,

                        saca a pasear por un instante a tus turistas para que se duelan  

                        de tu miseria, cosecha mis panteras,

                        alarga tus sombras calcinadas,

                        inclínate derribando porcelanas, descuélgate de tus persianas,

                        cae en el deslave sin porqué de tu progreso.

                        Déjame por un instante en soledad para besar tus manos,

                        levanta mi sonrisa, déjame llevarte como un bebé en brazos

                        por el sendero de mis madrugadas.

                        Deja tu desorden en mis cabellos,

                        deja tu vergüenza, pon en palabras lo incomunicable,

                        lo que palpo, se revierte y se deshace,

                        regresa a ti misma solo después

                        de tu fama, de tu clandestinidad y sus secuelas,

                        aterriza en tus trincheras inundadas,

                        déjame viajar como gota de cera 

                        sobre tus pómulos, tus orejas y tus labios.

 

Me aplaudieron, basta decir eso. Pero todo terminó como el canto de los merolicos y los  borrachos antes de la hora del fusilamiento  colectivo, así que nos fuimos desde antes.

            —¿Y los cazadores de talento te vieron? —Me preguntó mi amiga cuando nos salimos.

            —Se escondieron ahí mira —dije cuando caminábamos en la calle.

            —¿En dónde?

            —Ahí ahí los estás viendo.

            Mi amiga no entendía el chiste.

            —¿Dónde?

            Yo miraba y señalaba con los ojos su escote rebosante y fabuloso.

Después le dije que yo quería cazar a los cazadores de talento que había encontrado ahí mismo, donde ella había señalado con los ojos, y ella hizo la enigmática sonrisa de la Lolita coqueta y poco después se fue. Desde niño debería uno saber que ni siquiera con un manifiesto literario se puede conquistar a la niña de tus sueños, en esos casos, la literatura estorba y lo único que ayuda es el peyorativo: “ya es un escritor famoso”. En boca de otros u otras. Con ese sí, podrá caer más de una.

  

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