Es ya un lugar común recurrente decir que en México se
lee demasiado poco. Y, por otro lado, no faltan los entusiastas que buscan
demostrar lo contrario. Y no les falta razón: las ferias de libros abundan y se
expanden, y por ejemplo, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en su
año de 2012 contó con más de 700 mil visitantes y la venta total de libros sumó
la cifra de 38 millones de dólares. ¿No es esperanzador? Datos como estos
también los hay en abundancia en el periodismo escrito, que día con día, le
sigue gritando y sugiriendo al mexicano: “¡Qué tal si de una vez te pones a leer?”. Tal vez la
verdad respecto a la lectura en México no haya cambiado mucho: se lee poco,
pero efectivamente la tendencia está a favor de la lectura, y generacionalmente
también. Y no me refiero a que solamente
se lea literatura, sino todo tipo de
libros como manuales de cocina, atlas historiográficos, libros de divulgación
científica, etcétera. Pero el lugar común sigue sosteniendo su verdad: México
es un país de iletrados, consumidores de coca-cola, sabritas y grandes dosis
diarias de televisión junto al dinero gastado para el tiempo aire del celular.
No hace falta ser muy avezado para notar que la
literatura tiene muchos competidores en la actualidad. Cuando la gente tiene
tiempo libre, va al gymnasio, al hata-yoga, convive con los amigos, escucha
música, hace salidas al cine, utiliza los videojuegos, se distrae con internet, hojea el periódico y… ve televisión (en promedio
cada vivienda en México, posee 1.7 televisores, lo que representa casi 48
millones de aparatos en el país según datos de Consulta Mitovsky en su boletín
electrónico 522, marzo 2014). Y además de ésta competencia, la literatura tiene
que competir con la mala literatura:
los libros de autoayuda, desde brujería para encontrar al amor de tu vida,
hasta para hacerse multimillonario, los
cómics de mal gusto que apuntan a la degradación de la persona,
etcétera. Y aún más: la poesía compite con las revistas de todo tipo, las
novelas con las telenovelas, el ensayo contra la opinión de los miles de
expertos que se extienden en todos los campos, los cuentos literarios igual
contra todo eso y más, pero todo mundo en el fondo quiere seguir al tanto de
buenos cuentos que se pueden dar hasta en forma de anuncio comercial, o
abusivas réplicas de cuentos hechos tira cómica, además de esa literatura
tartamuda que es el Facebook y algo parecido la llamada blogósfera en la que se encuentra de todo, menos una obra maestra y
que se parece más al chillido del periódico mural infantil lleno de chismes y
auto referencias que algo parecido a una columna periodística seria.
Además somos el primer país en cuanto a la industria de
la pornografía y la trata de personas. (Por no hablar de los Grandes Problemas
Nacionales, entre los que poderosamente destaca la educación: sin educación
nadie se queda, el problema es ¿quién te va a educar? ¿el vendedor de drogas?
¿el compañero de juerga en el antro? ¿la televisión? ¿o el maestro o las
novelas de Carlos Fuentes?) Simplemente, si ésta situación se revirtiera y la
gente hubiera leído Pornografía de
Wiltold Gombrowicz, estaríamos echando las campanas al vuelo pues seríamos un
país de facinerosos y chismosos cursis, pero cultos, en el sentido extenso de
la palabra. Es curioso, pero mucha (la mayoría) de la gente no lee por la
flojera que le da ese sencillo acto de concentración del que no está probado
científicamente que mejore la inteligencia, sino que los expertos lo
recomiendan sencillamente por la felicidad y el placer que causa. (Aunque a la
larga se vuelva un asunto más complejo) Y también en contra de esa flojera han
existido respuestas como los audio-libros del FCE o la UNAM. De esa manera, yo
he sabido de gente que en un viaje de carretera, se aprende cuentos, fragmentos
de novelas y poemas de autores literarios de primera línea. ¿Pero para cuántos
alcanza éste beneficio? Un nuevo libro de un autor consagrado, digamos, como
Fernando Savater, alcanza 7 mil u 8 mil ejemplares y eso porque ya es
consagrado y seguramente venderá. Autores mexicanos, además de que el mercado
impone en nuestro país a autores españoles como Carlos Ruiz-Zafón (un
inelegible, para mi gusto), o autores norteamericanos o Murakami, entonces el
autor mexicano venderá 2 mil o 3 mil ejemplares… con mucha, mucha suerte y si
se acaban las existencias en bodega.
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