En poesía, el inventor de un género, de un estilo, de un tono, el descubridor de una tierra desconocida, resulta -ya se sabe- más exhaustivo y eficaz que sus epígonos, que los muchos o pocos que sobre ese estilo o tono, sobre esa tierra desconocida, deberían saber más aún que el precursor y que, en realidad, continúan su obra con fácil confianza y más refinados instrumentos... Uno puede llegar a convertirse en epígono de sí mismo; ceder a la tentación de detenerse más de lo lícito para usufructuar del territorio ya conocido y conquistado.
De POETAS EN LA NOCHE DEL MUNDO
José Vicente Anaya
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