El latido de miles de corazones se ha acelerado a las 14.20
en Madrid: el Coro de
los Esclavos del Nabucco, de Giuseppe Verdi, ha ascendido hacia el despejado cielo desde 1.200 voces reunidas
junto a la Plaza
de la
Independencia. Bajo la batuta del director Miguel Sanz, el
canto surgido de tantas gargantas ha esmaltado de emoción la luminosa jornada
de un Madrid casi primaveral, tras dos meses de incesantes lluvias.
Unos 40.000
madrileños, según los organizadores, respaldan con su presencia la variedad de
actos reivindicativos del sector
En los rostros de muchos asistentes, que escuchaban con
unción la vigorosa marcha, ha podido verse chispear algunas lágrimas. Aquello
era el grito razonado, pero sesgado de pasión, de una ciudadanía que siente la
cultura amenazada por el descuido y la desidia de las autoridades. “La dignidad
y la libertad están en juego”, ha alertado desde el estrado el músico Miguel
Ríos poco antes de comenzar el canto.
El concierto vocal —cinco minutos de honda palpitación—
culminaba con tan restallante broche la jornada de reivindicación cívica
desplegada por la mañana en Madrid entre las plazas de Colón, Cibeles y la Puerta de Alcalá. Más de 90
asociaciones artísticas, profesionales y vecinales, han convocado un evento
cultural de envergadura sin precedentes en Madrid, para responder a la crisis
del sector de la cultura. Los convocantes lo creen castigado no solo por los
recortes o los aumentos fiscales —como el 21 % del IVA para los espectáculos,
que ha caído como una losa sobre el cine y el teatro— sino también a
consecuencia del maltrato recibido de sucesivas Administraciones, mediante
“conductas desidiosas y presupuestos ridículos, que ponen la cultura pública en
España en trance de extinción”, aseguran.
Para exhibir la protesta, la Plataforma en Defensa
de la Cultura,
que reivindica un Congreso de la
Cultura y un Libro Blanco, ha dispuesto el magno evento: 40
baterías junto a la plaza de Colón, a las órdenes de Pepe Sánchez, baterista
con Henry Mancini, Barbra Streissand y Barry White— han inaugurado el evento en
sincronizada percusión, protagonizada también por cuatro niños. Ello ha dado
paso a una serie de actuaciones en ocho espacios dispuestos en el centro del
Paseo de Recoletos y hasta la plaza de Cibeles, repletos de público.
La instalación de tarimas y estrados había comenzado a las
tres de la mañana del domingo. Mil personas participaron gratuitamente en el
montaje profesional del evento. Otras tantas, pertenecientes al mundo escénico
y del espectáculo, se han desplegado luego por los ocho escenarios para ofrecer
en vivo actuaciones, mostrar sus saberes y explicar sus quejas. En estos
ámbitos, al paso del creciente público —los organizadores cifran la asistencia
en 40.000 personas— cabía escuchar orquestas de cámara, trompetistas de jazz,
danzas de la India,
actuaciones en directo —como la de Kiko Veneno— o ser invitado a reflexionar
con pancartas como la que rezaba la frase “Ninguna infancia sin música”.
El productor cinematográfico José Nolla, ha remarcado: “El
cine carece de apoyo alguno por parte de la televisión local, que prácticamente
no existe y no adquiere ni estimula ninguna producción”.
Un grupo de arqueólogos ha
enterrado simbólicamente la ley de Patrimonio de 1985 y ha denunciado que
el “legado histórico desconocido, el que permanece aún oculto en el subsuelo,
quedará en verdad sepultado por la nueva norma regional, que ignora la estatal
y excluye los estudios previos a las obras públicas”.
Mientras raperos desgranaban descarnadas rimas, artistas
plásticos urbanos —léase grafiteros— pintaban alfombras rojas con lemas como
“Por una cultura sin depredadores”.
Entre el público, rostros famosos, como Ian Gibson, Manuel
Vicent o Juan Imedio, que ha actuado de desenvuelto speaker. Antonio
Garrigues Walker, personalidad liberal, ha dado su opinión sobre el evento,
invitando a la reflexión: “Durante
la II Guerra
Mundial, le propusieron a sir Winston Churchill recortar el apoyo a la cultura.
El político respondió: ‘¿Quitarle el presupuesto a la cultura? Entonces,
¿para qué luchamos?”.
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