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martes, 3 de noviembre de 2015

LA INERCIA DEL MONSTRUO... VIOLENCIAS



Por Sergio Vicario
Para Evelyn Careta, Tlazothtiani y Miguel Ponce

El aliento del monstruo expele hiel, segrega amargura y dolor punzante. Su resuello emponzoña el pensamiento, es un vaho gélido que amedrenta el pensamiento, hiriéndolo. Similar al maltrato del cuerpo para volverlo carne tumefacta y sangre en putrefacción.
Es fétido, sí, pero no es sino el cúmulo de sus violencias. Con un tufo que enardece la calma; las ganas de mandar en un ¡Carajo!, la indigna condición humana.
Más sin embargo un cadáver, una criatura de escasos tres o cuatro años, un niño postrado en la playa. Se dice que es sirio… ¡Cómo si fuera de otro planeta!, ¡Carajo! Un niño yacente -sin pretenderlo- pone en entredicho nuestro modo de actuar en la existencia, por si no lo sabíamos. Que hacemos lo necesario para exterminar la vida. Es la violencia en nuestra cultura.
La violencia por causa de la guerra es el pelaje de la fiera. La guerra resulta de la codicia, de los fundamentalismos, de la sinrazón a cambio de balas. De nuevo esta tierra se convulsa, de nuevo miles se manifiestan a favor de la vida, pero otros patean y meten zancadillas, otros cierran sus puertas, otros refieren que ya hay mucho más violencia en su tierra, y sí, es verdad. A diario la bestia excreta esquirlas y eructa pólvora.
Mas la violencia de la que hablo son los ojos encendidos, los puños encrespados, la rabia en las palabras ofensivas, los recelos y reclamos. Es el engreimiento, la calumnia y difamación, los resabios de la ira y el temor. Andar maldiciendo, despreciar, negar las cosas.
Es por el infame atrevimiento de maltratar niños, arrojándolos, despojándolos, condenándolos a ser esclavos o lo que es peor: negarles el derecho a su risa y su propia existencia.
La violencia de la que hablo es la del Estado, la de la impunidad y el abuso, del maltrato. Es la violencia cotidiana disfrazada de frases felices y buenos deseos. Es la violencia mediática que aporta una andanada de sandeces y escarnio televisivo, la violencia de endilgar razonamientos cobardes en detrimento de otro.
La violencia que cito, sabe a plástico, se cocina en una lata, en una cuchara, se inhala, se fuma, se bebe, se roba o se ofrece el cuerpo para seguir alimentando la sed maldita.
Acaso, la violencia de seguir asesinando animales como trofeos a la estulticia; la increíble violencia de derribar vestigios de la historia, templos y necrópolis, iglesias o de arrasar selvas y forestas.
¿Tiene caso hablar del silencioso actuar de los mercados?, sigilosos, voraces, oligárquicos… de la violencia que se ejerce desde el poder, en la discrecionalidad del gasto, en el derroche justificado en aras del pueblo enajenado.
Luego existe una cultura de la o las violencias: en el modo de enaltecer la guerra y el crimen organizado, la mítica vida del narco, en el orgullo de ser proxeneta o sicario, en el culto a las armas y hasta en la forma de escribir acerca de ello, lo que hago.
Coexistimos con la o las violencias; es el aire enrarecido y el secreto deseo de encontrar otra forma de ser en nuestra diaria existencia. Imposible no experimentarlas, no desear que no ocurrieran. Pero ahí están, inútil espantarse con las noticias. Doquiera amanece un muertito, uno más.
Mas esa es nuestra condición andar así por esta tierra y sin embargo… hay necios que celebran la vida, niños jugando con la belleza, pinturas que hermosean la tarde y el traje de una linda persona. Hay oraciones en medio de la nada, susurros en noches de desconsuelo que tejen la pasión y el amor entre dos egoísmos. Música donde hubo dolor, hay memorias vivas que recuerdan nuestra fragilidad y engreimiento: no somos nada… Hay seres que nos esperan y otros que se alejan y duelen, como no se quisiera, en la misma alma. Hay, noches de plenilunio, y una vastedad que no termino de recorrerla. También, por qué no, hay un silencio pensante en la Poesía.
Mares y valles: tierras que se cultivan, personas que hacen su trabajo y confían. Hay, después de todo, una oportunidad de ser aquí, en este día, en esta tarde, de noche, de mañana, una oportunidad de ser por la vida.
Hay familias que se congregan. Historias que se escriben, intensamente y acaban. Como el vuelo de las aves que cruzan por el cielo y desaparecen.

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