© ®

Todos los textos son propiedad de sus autores, quienes tienen todos los derechos sobre ellos (¿o será al revés?) y han decidido libremente publicarlos aquí para la difusión pública sin fines de lucro. *Este proyecto está basado, en sus orígenes, en la idea de Dulce Chiang y Alicia Quiñones



lunes, 1 de agosto de 2022

SOBRE LA PLÁSTICA TAMAULIPECA POR MARCOS GARCÍA CABALLERO...TODOS ÉSTOS TEXTOS SON CORRECCIONES DEL AÑO 2021

                                                            A LUIS ENRIQUE QUE JUNTÓ SUFICIENTE DINERO PARA                                                                                                            CONSTRUIR SU SEGUNDO PISO                                                                                                          EN LA COLONIA TACUBA, CDMX.

Casi cualquier ciudad importante del centro del país (Aguascalientes, San Luis Potosí, Zacatecas, Guadalajara, Querétaro o Morelia) están relativamente  a la misma distancia de Ciudad Victoria que del Distrito Federal (consulte usted su Guía Roji o su Altas o la aplicación Google Maps para entender la evidencia de la palabra “relativamente”). Además, el hecho irrecusable es que donde los pintores y todos los demás artistas tienen qué probarse a sí mismos de una u otra forma, es presentando sus trabajos primero en la ciudad de México y luego, si su suerte no los defrauda, vendrán los festivales o las exposiciones en E. U. y Europa y esta suerte de peregrinación o talento peregrino (dicho sea sin detrimento de nadie), se debe inequívocamente al centralismo de este país, que hace que el trabajo artístico también tenga su Meca, o su mini Meca, más bien, en el sentido de las oportunidades de desarrollo personal y profesional, pero la realidad  es que la Ciudad de México es una megalópolis en términos de explosión demográfica, cuestión ésta que no atañe sino a nuestro atraso histórico en aspectos democráticos, económicos y educativos. Por tal motivo, los habitantes de dichas ciudades tienen mayor oportunidad de ver la creación tamaulipeca en la exposición “Plástica tamaulipeca contemporánea” que durará hasta el 10 de septiembre de 2003 en el Centro Médico siglo XXI de la ciudad de México, que, por ejemplo, visitando Ciudad Victoria o Tampico. Tampico tiene fama de ser ciudad fea y hay cierta verdad en eso, “huele a petróleo” como dice Taibo II en su noveleta De paso; el Distrito Federal tiene la fama de ser la peor de las ciudades mexicanas y también hay  verdad en esa afirmación, “el pinche monstruo no se deja narrar” (para seguir parafraseando a Taibo), pero como también hay verdad en decir que es la ciudad que más expresiones artísticas abreva,  éste texto puede leerse como una invitación no para mostrar la histeria o  demencia de esta ciudad, sino para mostrar que la realidad artística del país, debe ser el leitmotiv de visitar, recorrer y aprovechar lo que la ciudad de México puede ofrecer si se le analiza con simpatía. Tarea difícil si las hay, pero como el arte también implica dificultad, también hay que analizarlo con simpatía para demostrar que la simpatía viene siendo la mejor de las ciudades posibles y por supuesto, el mejor derrotero de la creación. Así puede leerse el poema de Sergio Mondragón titulado “Color y forma de lo que dura” dedicado al pintor José Reyes Meza, con el que se inicia la exposición de artistas tamaulipecos en el Centro Médico siglo XXI:

 

            “En los altares de muertos de tus pinturas,

            en tus pinceles embadurnados

            canta todo lo que somos, todo

            lo que quisiéramos ser;

            grita todo lo que estas tierras tienen vivo

            bajo sus mataduras, todo lo que ha encontrado refugio

            en tus colores, en la paleta de diablo que pulsas

            como un Stradivarius.”

 

En este fragmento, comparar al pintor con un creador diabólico con  Stradivarius es lo novedoso del poema, si partimos de que lo auténticamente novedoso, lo más inesperado, es lo mismo que se ha manifestado desde sus orígenes. Mondragón, (el legendario creador de la revista El Corno Emplumado en los años 60’s) compara la pintura bucólica de José Reyes Meza con el carácter campirano de los antiguos juglares y trovadores que recorrían los pueblos despertando la fascinación del público, cosa que siempre ha sido, una de las manifestaciones del diablo para entrometerse en los asuntos humanos.  Roguemos entonces, porque los cuadros de  Reyes Meza no salgan del recinto e inicien actividades satánicas. Parar el tráfico en avenida Cuauhtémoc, por ejemplo, o algo todavía más atroz.

            Del resto de los expositores, cabe destacar la obra de Aníbal Hernández, en especial el cuadro “El azar pasea por el bosque”; título que por sí solo ya es una hermosa declaración estética,  pero los que enseñorean  la exposición, a mi parecer, son los artistas Pedro Banda y Gloria Tijerina, ambos con propuestas novedosas en el sentido de lo original, del origen, de lo novedoso y sorprendente que resulta constatar que el mundo sigue con su parcela de orden y desorden. Sobre la obra de Pedro Banda escribe Berta Taracena:

 

“…el color ha cobrado poder en el lenguaje de Banda. La fuerza de los acordes cromáticos, la gran maestría con que armonizan… han ido haciendo de Banda un pintor auténtico… genuino representante del expresionismo.”

 

Si en su ensayo (muy lúcido, que duda cabe) Los hijos del limo, Octavio Paz declaró que las vanguardias artísticas habían muerto, dicha afirmación propicia la polémica en vez de clausurarla, ya que a pesar de tan anunciada muerte, podemos afirmar que la obra narrativa de, por  ejemplo, Carlos Fuentes, representa la vanguardia sin proponérselo, ya que las vanguardias significan ante todo radicalidad de significados, no el hecho de tener etiqueta de nombradía,  así que es probable que ya se estén generando movimientos de vanguardia muy importantes actualmente: en Fuentes, desde La región más transparente, Las buenas conciencias, Gringo viejo (ésta última,  Diana o la cazadora solitaria y  La silla del águila son sus mejores obras, para mi gusto) contienen esa radicalidad significativa en el sentido de lo original, de la palabra que origina; obras que hablan de una poética inmensa que versa sobre los temas centrales de la literatura: el amor pasional, la soledad, la ambición de poder (donde entra la novela histórica) y la muerte.

            Este sentido de la originalidad acompaña la obra de Pedro Banda y Gloria Tijerina; en el primero, por ejemplo el hermoso cuadro “El alfarero de Tula Tamaulipas”, de forma expresionista, de manera que el expresionismo tuvo como razón de existir a principios del XX — y es lo que Pedro Banda reivindica—, el hecho de brotar de una irracionalidad psicológica y metafísica que podemos denominar simplemente como energía  y exaltación (un vir, en griego, de donde proviene la palabra virtud: la fuerza y la excelencia), y la virtud es para verla más tiempo del que amerita, precisamente porque nunca está de más: colores zumbones, objetos representados más por el color que por el espacio físico del cuadro, esta pintura retoma la “alegría sensible” de la que hablaban los primeros pintores expresionistas. Pedro Banda nos transmite ese “espacio sensible” en sus cuadros, en los que los temas hablan de la sorpresa de la cotidianidad y las costumbres, y si bien  representan actividades sencillas, de cualquier manera sería un error calificar su obra como “provinciana” y no sólo por el númen despectivo  de la palabra, sino porque su veta expresionista captura el interés, (es decir lo que hay entre dos) en este caso, pintor y modelo o tema, de manera que no hay sublimación como dice la psicología  de cajón, sino una dignidad desafiante, precisamente porque nos introduce en el espacio afectivo del cuadro. Si el futurismo pregonaba que “habrá más en el futuro”, el expresionismo sostiene “hay más en el presente”; en el aquí y el ahora “hay esto y hay que asumirlo”, de ahí la estética desafiante de la pintura expresionista.

 En el caso de Gloria Tijerina, de su serie “De noches creativas”, destacan las figuras Tótem No. 005 (cerámica, madera y cuerdas de algodón, 1997) y Tótem No. 003 (del mismo año). La utilización de los tótems  proviene de las antiguas culturas de América  en la región  del norte de México y sur de Estados Unidos (aunque no sólo de América: Freud en su espléndido ensayo Tótem y tabú sostiene su origen australiano, pero me parece que es debido a que los titanes del pensamiento austriaco de la época —1913— gracias a su bendito etnocentrismo, no volteaban mucho los ojos hacia lo que ocurría en sitios fuera de su interés, o fuera de sus dominios, mejor dicho).  Dicho culto,  cuya palabra completa para designarlo es ototeman, proviene de la combinación de dos cultos: el animismo —es el poder del alma de los muertos— y el culto a los animales. El culto totémico de América, al igual que a su modo lo hicieron las viejas culturas africanas, pretendía superar el conflicto de los hijos e  hijas al iniciarse en la participación de la comunidad, para resolver el conflicto de identificarse totalmente con lo que representa el reino del padre (el trabajo y la toma de decisiones sobre los problemas de la comunidad, principalmente) o la identificación con el reino de la madre (la crianza y la educación de los hijos y las actividades domésticas), dicho conflicto es universal y trasciende la historia de las culturas particulares, ya que tarde o temprano, los hijos deben enfrentarlo. De el deseo de salir airoso de este conflicto, el análisis freudiano determina que el hijo o hija, desea (Freud siempre insistirá en esta palabra), comerse al animal muerto o al familiar muerto para tomar fuerza en su lucha por crecer. De éste enfrentamiento podríamos deducir una condición trágica de la existencia de carácter inmanente, concerniente a las pasiones de la razón y las de la irracionalidad (¿Se acuerdan del ensayo Diálogo entre filosofía y poesía?). Luego se retorna a lo cotidiano, pero armado de una fuerza conciente que ha descubierto el sustrato y lo que detenta la cotidianidad; fuerza basada en la memoria del peligro de la ambigüedad contra la cual se luchó y sin duda, ahí es donde se forja y donde reincide el carácter personal, cuando el carácter, como decía Nietzsche, es una experiencia que vuelve. Pero para éste tema, mejor volvamos hasta los griegos, que como ya casi todo lo que hemos dicho después, ya lo sabían: metron ariston (todo en su justo sitio y medida: me refiero, obviamente, a la cotidianidad), ellos lo recorrieron: nada más imaginemos a los padres de la conciencia humana, como por ejemplo Esquilo, Platón o Aristóteles, llegando a esa suprema conclusión. Pero lo que interesa no son las conclusiones rápidas que vedan el desarrollo del propio pensar, sino el trayecto mismo: lejos de un auténtico parricidio, Esquilo, Platón y Aristóteles todavía siguen tocando las campanas de los revolucionarios estilo marxismo con mariguana. Precisamente por significar esta dualidad, el tótem es receptáculo de magia, representante de lo sagrado y trascendente, de la travesía iniciática, de ahí que el comentador de las figuras  indique que: “la interpretación de la obra de Tijerina corre por cuenta del visitante”. El encanto ha comenzado, la obra marca la pauta de nuestras interpretaciones y nuestros esbozos de respuesta.

 

No hay comentarios: