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lunes, 8 de agosto de 2022

SOBRE ÓSCAR DE LA BORBOLLA, POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

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Me refiero  cuando uno toma con verdad el llamado artístico, ese llamado que un artista hace por otro incipiente parafraseando la idea de Marlaux (esa idea del llamado al individuo para que actúe y entre en acción viene desde San Agustín, cuando, gracias a él, el cristianismo pudo ser pensado y así, nos dimos cuenta que el cristianismo es más cosas de las que suponíamos, en su monumental obra, La ciudad de Dios): al llamado de dedicarse inútilmente al trabajo que genera, paradójicamente, a las grandes autoridades de la Humanitas, las grandes autoridades del hombre en sustantivo abstracto como le gustaba a Don Miguel de Unamuno; al trabajo de producir obra literaria, filosófica, de arte plástico, etc. En mi caso, uno de los que me llamó para tan extravagante labor, -zapatero a tus zapapoemas, diría Efraín Huerta-, llamado que obviamente comienza por un reconocimiento de la enorme parcela de ignorancia que nos recubre cuando atravesamos esa “charca”, como decía Julio Cortázar que es la adolescencia, no fue alguien de carácter o fama descomunal como algunos de los citados arriba sino uno más reciente, mexicano para acabarla de amolar y sobre todo, aún vivo. Aunque su edad  será posterior a textos como éste debidamente aclarar, ya que en La vida de un muerto la solapa indica 1971 como fecha de su nacimiento, mientras que El amor es de clase su respectiva solapa indica 1965 y creo que Filosofía para inconformes (1996) habla de 1939, así que éste autor ucrónico, como el mismo se autodefine, está en la víspera de que su próximo libro anuncie que nació ayer, pero con su nuevo libro bajo el brazo y desde el útero, gritando leperadas o ucronías, posiblemente  como el diario de un feto que sabe que estudiará filosofía en la UNAM y hará su respectivo doctorado en la Universidad Complutense de Madrid; yo creo que a Óscar de la Borbolla le gustaría ser recordado así: cínico, humorista y con una tendencia filosófica para observar  la realidad que es propensa a la amargura pero que en su obra narrativa es desmentida por la corrosión que se desprende de su visión; Óscar sabe cabalgar entre géneros pero el estilo nunca lo pierde, Óscar pertenece a la clase de escritores enamorados de su propio estilo, es decir, su verdad como escritor está colocada inseparablemente con su estilo (una especie de fraseo filoso y pensamiento agudo que tiende a desenmascarar las convenciones sociales pero sin dejar de respetarlas) y ese estilo es, por mucho,  su mayor obra y su más decantado logro, pero si el estilo no lo pierde tal vez sí pierda temas o subtemas literarios más allá de los grandes temas: el amor, la soledad, la ambición de poder y la muerte. Digo que tal vez se pierdan subtemas en la obra de Óscar pero definitivamente lo que irá ganando a pulso son lectores, no los lectores culteranos, no los lectores snob, no los lectores-escritores, pero sí muchos más lectores, la masa amorfa que todos somos.

Así que el Óscar de la Borbolla de 1939  nació pesimista, pero el más reciente La vida de un muerto (1998), lo convierte en un irónico y mordaz observador del fenómeno del narcotráfico, el narco-erotismo, la narco-muerte y la narco-furia, que es, principalmente, un velo que recorre Óscar para mostrar las narco-aventuras, que pueden comenzar con alguien (el muerto, por ejemplo), que soñó de niño que de grande quería vengarse de su madre y terminó soñando que su muerte era buena, justo como a su madre le hubiera gustado, lo que nos acerca a una visión de la narco-virgen de Guadalupe de la cual echan mano éstos personajes cuando la cosa se pone dura, (recordemos que la palabra Guadalupe es una conformación del término árabe guada, que significa agua: Guadalajara española, Guadalquivir y Guadarrama el apellido tienen su origen ahí; y lupe, que viene del latín lupus; lobo, Guadalupe es río de lobos, lo cual no entra en contradicción con la forma de vivir de éstos personajes: cabalgan en un río de lobos y como son mexicanos, le rezan a la virgen de Guadalupe para que cuando sea el caso, los saque del apuro. Ésta etimología me la dijo José Vicente Anaya en una borrachera, así que no lo sé de cierto, pero lo supongo).

Recientemente editorial Nueva Imagen ha ido republicando sus libros primeros como Nada es para tanto y Todo está permitido, los ya mencionados y el volumen de Ucronías, Instrucciones para destruir la realidad (2003), que contiene artículos que salieron publicados por vez primera hace cerca de 35 años en el periódico Excélsior, donde se contaban historias acerca de cómo una estampida de lobos atacó en el metro a los viajeros, una estación de televisión que transmitía sus programas por telepatía y cosas por el estilo. Híper realidad, híper convención social llevada al absurdo, pero no el absurdo francés, sino el mexicano: la ucronía. Humor, sátira, ironía y pesimismo. Además del que para mi gusto es su mejor libro de cuentos: Asalto al infierno. Mención aparte merece su obra Las vocales malditas, que su primera publicación (anterior a la de Joaquín Mortiz, cuando Don Joaquín Díaz Canedo apostaba principalmente por los cuentistas-jóvenes-promesas  que hoy son maestros de literatura), salió en edición de autor y es un verdadero tour de force en el que Óscar escribió cinco cuentos cada uno hecho con sólo una vocal, de donde se desprenden fragmentos de una admirable y no casual contundencia como el caso de Los locos somos otro cosmos escrito con la vocal o:

 

“Los locos somos otro cosmos, otro horóscopo nos tocó, otro polvo nos formó los ojos, no somos como los osos, somos lo otro, lo no ortodoxo, no somos como vosotros: ontólogos”

 

¿Qué se puede decir después de leer textos como éste?: “¡Carajo, por qué no se me ocurrió a mí!” Las vocales malditas es un gran ejemplo de cómo la literatura, en su constante tanteo, logra dar en el blanco de las cosas llegando puntual a su cita con la odiosa y tétrica realidad, pero embelleciéndola o jodiendo al respetable, que como es tan respetable soltará unas cuantas carcajadas.

Recuerdo 1998, el año en que Óscar anunció a la generación XXIV de la Escuela de Escritores de la SOGEM, la aparición en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de La vida de un muerto. Inmediatamente giré instrucciones precisas a mi ángel de la guarda y a mi buena estrella para comprar el libro. Óscar ha venido ganándose a pulso al público joven que oscila entre los 18 y los 29 años y no sólo a ese público sino a todo aquél que se arriesga con los libros, como lo dice su autobiografía Ucrónica Un recuerdo no se le niega a nadie (1999) a llegar a reírse a solas, a contar con ese valor. La síntesis suprema. En filosofía para inconformes aparecen una larga tira de aforismos y todos ellos memorables, cito dos ejemplos:

 

“La realidad no nos enseña nada, pero nos obliga a aprender.”

 

“La imaginación nos hace inconformes, la memoria nos vuelve nostálgicos, la experiencia nos deja frustrados y la razón, cuando usamos a fondo la razón, nos revela ridículos.”

 

En éste día que termino de escribir este modesto homenaje a Óscar de la Borbolla, lo encuentro precisamente a él y le cuento de este texto y del premio Salvador Gallardo que me gané, le doy mi libro y se lo dedico adentro de la librería-cafetería Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo aquí en la ciudad de México, como es costumbre de Óscar irse a escribir entre los que juegan ajedrez y en uno de sus libros hasta se hace una mención fantástica  a alguno de los meseros de la cafetería. Me dice: “¡Qué bueno que te sacaste ese premio, es lo menos, así nos tienen estos hijos de la chingada!” ¿Qué se puede decir? Pues darle la razón: magister dixit y es menester llevar sus palabras: “como un tesoro ardiendo”. (O. Paz. Salamandra, 1962).

 

2

Pero para terminar éste breve homenaje, imposible olvidar su última entrega, La rebeldía de Pensar (Nueva Imagen, 2006), donde Óscar elabora una obra en la misma línea de Filosofía para inconformes pero más madura; se trata de construcción filosófica desde un punto de vista que sintetiza los logros filosóficos en la vía de un Eduardo Nicol, por ejemplo (que por cierto fue su maestro) pero nos invita a seguir pensando, para hacer exactamente lo contrario de lo que a su parecer, hacemos unos con los otros en la sociedad actual, es decir, tácitamente, nos invitamos a no pensar, a hacernos de la vista gorda… y contra esa mentalidad mandrilesca se ha opuesto siempre el inventor de la Ucronía. Simplemente por ser una obra que en ciertos momentos obliga al lector a Pensar —en el sentido que daba Ortega y Gasset a éste término, es decir, a contar con éste valor y este recurso exclusivamente humano, La Rebeldía de Pensar es una obra vigente, de actualidad y que pretende cuestionarte de forma honesta, con todas las tablas del oficio. Para pensar vitalmente y quitarte y desconfiar de tus creencias.

 

 

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