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viernes, 7 de septiembre de 2007

Cadenas...

Arrastro con mi mano
la otra mano de un cadáver
y sabemos ambos
(él desde la muerte profunda como el sueño
y yo desde la ilusión),
que no es vida o muerte lo que compartimos.
Con la igualdad cósmica
que él grita desde su pesadilla
y yo desde el agujero de mi sombra con sombrero
que pulula sola en la avenida,
hemos venido a dar aquí juntos
para certificar que la fantasía
es el abrevadero de la conciencia humana
atorada en el deseo:
la muerte y su reverso: voz, respuesta o alegría.
Quizá...
Mas lo arrastro y no me canso, me conduelo.
Su mano que rodea a la mía lo delata,
quizá él en vida perteneció a mi tierra,
lloró, bebió y amó al parecer igual que yo, pero yo no lo conozco.
Estoy obligado a no mirarlo.
Quizá es mi hermano, mi padre o el viejo
que soldaba fierros a la vuelta de la esquina,
cuando el sol resplandecía en las aceras y el olor a comida y carbón atraía a las familias a sentarse en los comederos
dispuestos por toda la calle, inconmensurable.
La mano de éste cadáver pesa poco,
soy yo el que con mis pasos me voy perdiendo,
no sé si por locura, orfandad o miedo,
pero aquél recuerdo lejano de mi calle y aquél viejo,
un beso de mi ex novia,
la galaxia que dibujaba en el pizarrón mi maestro,
o el cuento desmadrado que todavía no acabo,
me hacen dudar si arrastro o soy yo el arrastrado.

Marcos García Caballero

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