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miércoles, 10 de febrero de 2010

SERGIO VICARIO

Antes del alba


Antes del alba
los hombres y las mujeres comían
mansamente pan de su sueño y esperaban
aquello que aturdía con lo dicho
que otros hombres, de otra parte,
de allende las grandes aguas
llegarían ya para aposentarse con ellos, para amansarse;
que emparentados con los dioses traían el trueno,
el animal como bestia de fuego y relincho,
las almas templadas con espada
y toda su piel era distinta, y sus ojos y su pelo.

Antes del alba se habían dejado las armas a la vera de la puerta,
los cantos de alabanza, los cántaros y vasijas,
el huehuetl, las sonajas, la concha y el caracol,
quedaron en el piso las prendas y las plumas de quetzal;
su arrogancia e hipocresía y la paz de sus recuerdos,
quedaron también, sobre piedras durmientes,
la fe, la creencia,
la mitología que narró el fin de una era.

En el lago, fue transmutada la imagen de la luna
perturbada se quebrantó como el propio
canto de un cenzontle tras el tajo de obsidiana,
y los cuerpos
ya inquietos por nuevas fiebres
ya como abono de su historia,
lacerados
tiñeron de ocre sal los caminos.
La ciudad toda sería humillada
y al cabo de otros años y centurias evocada
como una filigrana de esplendor y leyenda,
como una cicatriz de la conquista.

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