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miércoles, 27 de agosto de 2008

Del Poemario Infinitos dispersos (Alforja, 2001)

Variaciones Sobre La Madrugada

Es el sereno de las seis de la mañana. Las estrellas han dejado de estrellar sus puntitos blancos sobre los charcos, y dejan que los crucen las motocicletas cargadas con el periódico de tinta fresca recién sacado de las imprentas. Es el sereno de los amantes que se agitan desnudos en sus lechos igual que las golondrinas en sus nidos; algunos, tal vez, navegan por el incierto derrotero del deseo. Es el sereno de los autobuses humeantes y los trailers cuyo sonido atrae a la memoria el de los tablones de madera cayendo uno tras otro sobre el aserrín que provoca la sierra eléctrica de las madererías, o tal vez, quizá, por el mismo sereno esos camiones y trailers pasan por las calles como murmurando, como ronroneando, para vigilar por la propia virtud de su sonido, a los cientos de párpados cerrados que sueñan con sus propias galaxias, donde hay mundos llenos de ríos, de caribúes y de tigres, o donde Nueva York, el Cairo, París y la ciudad de México quedan del otro lado de ese mismo río de peces multicolores. Es el sereno de luz enamorada, que comienza su bajada a las comarcas y deja que se disipen los ateridos fantasmas que pueblan nuestro mundo. Es el sereno de los vasos sobre la mesa en la que ayer se discutió y se bebió. Es el sereno de las piezas de ajedrez que esperan quietecitas en su caja, el sereno del periódico que fue leído ayer por la mañana.
Pronto habrá que levantarse a reinventar el mundo y sus rutinas, pronto los pequeños ruidos volverán a ser la vorágine en la que nos movemos todos los días, pronto habrá que bañarse, poner el café y leer ese periódico que ya viene en camino; salir del sueño como un barco de su astillero y hacerse a la mar.
Pronto, ya es hora.

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