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lunes, 27 de octubre de 2008

Salve Dios
mi cuerpo estructurado en el caer de sus piernas,
al lamer sus llagas
y saciar el hambre de mis senos,
al intercambiar mis pezones
por sus clavos.

Salve Dios
la incapacidad de mis sueños
al no evitar sobre la cruz
mis orgasmos.

Dale Dios
Misericordia a mi alma,
no a mi corteza,
para separar al amor de la concupiscencia
sin evitar que el segundo Adán
yerre en la humedad de mi garganta
al tragar mi salvación
y sentenciarlo.

Sálvame Dios
de lo que soy
de lo que no soy
de lo que fui
al clavarme en su cruz
y llevarlo al pecado.

Salve Dios
la caída,
su caída entre mis manos.

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