Nuestras heridas tenían labios
y en el abrazo, el beso
derramó la sangre,
la sangre veneno,
la misma sangre rojo coctel
hecha a base de años
y años de tristeza.
En la noche el abrazo,
tuve la sensación de ser muy pequeños,
de la mano ante el mundo
y su cortina negra que no quiere abrirse.
Mamá quiere hacerse cachitos, dijo,
y hacerse el relleno de ese hueco que llevamos dentro.
Bien dijiste, nadie comprende si no lo ha vivido
y es que papá nos rasgó la carne
y quedamos desnudos,
huérfanos en nuestro propio mundo.
La soledad punza, mija,
Y el hambre se nos hace miedo.
Llorar, llorar, llorar.
¿Acaso habrá de deslavarse la palabra que entró con sangre?
Te pensaba ajena,
y eres más carne, más sangre y más alma
de lo que jamás hubiera pensado.
Amar es de ciegos
y nacimos con los ojos cerrados,
quizá mamá los vendó para ayudarnos a negar,
pero el tiempo es su enemigo
y hoy habla mamá por teléfono
para tranquilizar sus nervios.
Mira mi espina dorsal, es de viejo.
Mira tu hígado, está enfermo.
Anoche el abrazo y te derramaste toda,
eran las goteras de un intruso que usó un paraguas
para picotearte el esqueleto.
Anoche el abrazo y reuní al mundo
para envolvernos y sentir alivio,
pero se nos quebró la fuerza
y tuvimos que volver a recordarlo.
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lunes, 24 de noviembre de 2008
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1 comentario:
Bueno, bueno, habrá qué ver. ëste es el típico poema que por lo visto en lña editorial de hápax, puede ser "publicable".
Muy bien.
MGC.
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