Siempre soñé tus labios en los míos,
encontrándose trémulos y calurosos,
inciertos del sabor de la otra piel.
También soñé tus manos en las mías,
desnudándose ávidas y presurosas,
buscando el calor de nuestros cuerpos.
Después oí ese leve jadeo,
ése que imagino haces
en las pausas de tus besos.
Y desperté en la mar:
aferrado a la corriente de un madero
como a tu cintura,
yendo tras la muerte que me has dado.
*Este poema lo había publicado en Hápax poético con anterioridad, sin embargo lo publico de nuevo por motivo de secuencia.
Mérida 02/08
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