Romeo
Se resiste a tomarlo. La última ilusión mantiene en vida a la amada. De nuevo la razón le muestra su verdad en el alma. Su mano, a aquél frasco, de mortal impulso lo lleva a sus labios. Estertores, quejidos, espasmos. La boca musita apenas tenores quejas que las manos intentan ahogar en gritos ahítos de silencio.
Su cuerpo se contrae y sus ojos nublan el cielo raso, y entre estertores y espasmos, comienza una lágrima a rodar: al imaginar que la amada mueve un dedo y lo quiere tocar.
Piensa; una sonrisa.
¡MUERE!
Julieta
¡DESPIERTA! Con prisa, se
mueve...
Un dedo primero. El hermoso busto ya erguido, se tambalea por la droga que aún escande su marea. Con doble esmero logra enfocar su vista, un poco más para doblar su rodilla y el amor le posa en el suelo su pie breve.
Una fugaz saeta le cruza la idea, levanta un labio y relumbra la perla. Ve a la ventana: es de día. Una chispa triunfal aparece en sus ojos y su boca recita un nombre con magistral alegría. Camina hacia el sol y una pizca de terror ilumina sus versos.
Triste Venus que enardecida tomas el facón cual laurel, dudas y miras a tu amado yacer. Ahora ya está alfombrado de tinto el frío mármol.
Antes de cerrar sus ojos vio su vida fluir de su cuerpo y unirse en éter cuerpo, a la de Romeo.
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*Pos ahí juzguen. Eso era lo que andaba escribiendo por ahí del 2001
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