De qué estás hecha mi niña?
¿de cera,
de pan o de jengibre?
¿Por qué hay en tus labios un ocaso
y en tus ojos un hallazgo?
Si supieras mi niña de leche
la fortuna que tiene el mundo al besar tus pies.
El olor de las cebollas y los ajos
conjugan tu verbo.
Envuélvete en lechugas
y espolvorea comino en tus manos,
que la vida se desprende de las nubes,
nacen huracanes y el polvo se hace rocas que contienen
el mineral de tu espíritu.
Niña corintia,
niña abigarrada,
suave seda y catedral de cristales aromáticos,
te regalo mis versos para robarte una sonrisa,
niña de ojos eternos
que vagan por el mundo buscando las respuestas.
Dime mi niña por qué tan sola
por qué la luna
y por qué tu pelo.
Busca por la tierra y entre los átomos del aire,
en el sabor de las begonias
y en el sonido de los caracoles.
¿Será que rodeada de niebla te ves más hermosa
o a plena luz de luna?
Responde mi niña atareada,
guarda los juguetes en el baúl y sueña conmigo,
contémonos los dedos de los pies y atrapemos libélulas en burbujas,
Suenas a octava maravilla
a brillo en la penumbra.
¿Quién te robó el suspiro,
quién te entregó tu nombre
y quién ha sido capaz de pronunciarte en vano?
Leche con miel y un bizcocho azucarado para la niña
que acostada en la hamaca se mece entre palabras.
A dormir
a soñar como siempre
y que en el abrazo del mundo
el frío se desvanezca,
como las olas en la arena.
A mi querida Ximena de Tavira, por todas las razones.
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